La muerte de Mahsa Amini el año pasado mientras estaba bajo custodia policial desató la protesta de miles de mujeres y niñas, que salieron a las calles de Irán a manifestarse.
Mahsa, una joven kurda de 22 años, había sido arrestada por supuestamente llevar el hiyab "de forma inadecuada". Pero esta no era la primera vez que una protesta de tal magnitud desafiaba el decreto de las autoridades sobre qué ropa deben usar las mujeres y cómo deben comportarse.
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En 1979, lo que en principio iba a ser una pequeña reunión para celebrar el Día Internacional de la Mujer, una fecha considerada por el entonces recién nombrado Líder Supremo de Irán como un invento occidental, acabó convirtiéndose en una gran manifestación.
Solo 24 horas antes, el arquitecto de la revolución iraní, el ayatolá Ruhollah Jomeini, había decretado que todas las mujeres debían usar el velo islámico en su lugar de trabajo.
En un discurso ante miles de sus simpatizantes en la ciudad de Qom, afirmó que, sin el velo, las mujeres iban "desnudas", según la sharía.
Para protestar por el nuevo decreto, más de 10.000 mujeres y hombres salieron a las calles de Teherán aquel 8 de marzo de 1979, Día Internacional de la Mujer.
"Ese día comenzó la lucha entre el ayatolá y las mujeres", asegura a la BBC Mehrangiz Kar, de 78 años, abogada y destacada activista de derechos humanos, que participó en aquella protesta.
El velo se había convertido en un símbolo político en el Irán revolucionario.
El sah Reza Pahlaví prohibió cualquier tipo de velo islámico en 1936 y, durante cinco años, hasta la llegada al poder de su hijo Mohamed Reza Pahlaví, las mujeres que portaban el hiyab o el chador (una prenda que cubre todo el cuerpo menos la cara) en el espacio público eran agredidas por la policía.
Esta prohibición finalizó en 1941, pero el régimen siguió promoviendo la vestimenta occidental.
Todo cambió con la revolución
Muchas mujeres que participaron en las protestas que derrocaron el régimen de Pahlaví cubrían su cabello con un velo; la mayoría por su conservadurismo, las menos, por solidaridad.
"La revolución iraní empezó a convertirse en una contrarrevolución sexual, una lucha por la sexualidad de las mujeres", recoge Hamideh Sedghi en su estudio "Mujeres y política en Irán: velo, develamiento y vuelta del velo".
Las mujeres que no se cubrían empezaron a ser consideradas un símbolo de la cultura occidental, mientras que el velo se promovía como epítome de virtud.
En las manifestaciones que condujeron a la revolución era frecuente escuchar eslóganes como ya rusari, ya toosari("lleva velo o te golpearán en la cabeza"), o "muerte al develamiento", escribe la académica estadounidense.
Muchas mujeres, principalmente en las ciudades, empezaron a sentir que sus libertades estaban en peligro y que tenían que defenderlas.
La mañana siguiente al anuncio de Jomeini, miles de mujeres se reunieron en la Facultad de Derecho de la Universidad de Teherán. La manifestación había sido organizada por el colegio de abogados de la capital, donde Mehrangiz Kar era pasante.
"El ambiente era revolucionario", recuerda con cariño. "El edificio estaba lleno e incluso fuera había muchísima gente. No había nadie para detenernos. Recuerdo que una mujer subió las escaleras y arrojó su hiyab por la ventana. Fue tan simbólico como hermoso. Fue un primer acto de desafío contra la ideología de Jomeini".
Mujeres de todas las edades marcharon por las calles de la capital al grito de "no hicimos una revolución para ir hacia atrás", y se manifestaron frente a la oficina del primer ministro. Otras 3.000 protestaron en la ciudad de Qom, donde vivía Jomeini.
Las manifestaciones se extendieron a lo largo de seis días.
Muchos hombres apoyaron la protestas, creando un cordón de seguridad entre las mujeres y los contramanifestantes conservadores, que les gritaban desde los márgenes o que les lanzaban piedras o cristales. Algunas fueron objeto de agresiones e incluso fueron apuñaladas.
Como joven estudiante de derecho en Teherán en 1979, Mehrangiz estaba acostumbrada a una vida de ciudad aparentemente cosmopolita. Hombres y mujeres se mezclaban libremente y el maquillaje y la ropa occidental, como los vestidos, eran comunes.
Que les arrebataran esas libertades de la noche a la mañana fue un "shock", declara Mehrangiz.
"Sentíamos como si estuvieran desafiando nuestra libertad. Hay que entender que, solo un par de días antes, tanto hombres como mujeres íbamos juntos a cafés y al cine. Podíamos hacer deporte juntos y escalar montañas".
La movilización de las mujeres pareció funcionar, y el régimen se retractó temporalmente en su edicto sobre el velo.
Sin embargo, una vez que el nuevo régimen ultraconservador se hizo con el control absoluto del país, eliminando a la oposición laica y de izquierda, la imposición del velo fue tomando cada vez más espacio.
En 1980 se prohibió que las mujeres entraran en edificios públicos con la cabeza descubierta, o que acudieran sin velo a su lugar de trabajo. Al año siguiente, el velo se impuso para todas las niñas y mujeres a partir de los 9 años en todos los espacios públicos.
Hoy en día en Irán, hombres y mujeres que no están casados corren el riesgo de ser hostigados por la llamada policía de la moral si son sorprendidos caminando juntos por la calle.
Solo ahora, expresa Mehrangiz, se da cuenta de lo poco conscientes que eran entonces de que aquel sería apenas el comienzo de su lucha por la igualdad de derechos en Irán.
A lo largo de los siguientes años, la segregación de género se apoderó de la educación y del lugar de trabajo. El código de vestimenta y las reglas de conducta para las mujeres se volvieron cada vez más restrictivos.
"Teníamos tantas esperanzas por aquel entonces. Ignorábamos lo violento que se volvería. Realmente pensábamos que después de aquella protesta cederían el control", señala la abogada.
La lucha continúa
43 años después, las mujeres iraníes siguen luchando por esos mismos derechos.
El relevo lo ha tomado una nueva generación de mujeres, nacida bajo un régimen cada vez más restrictivo.
Entre ellas está Zara, una psicóloga treintañera que ha asistido a varias de las manifestaciones tras la muerte de Mahsa Amini el año pasado y que aún teme ser arrestada por hablar sobre las protestas.
Los tribunales de la capital, Teherán, han dictado penas de prisión de hasta 10 años a unas 400 personas, y han ejecutado a cuatro hombres desde que comenzaron las manifestaciones el pasado septiembre.
Pero a pesar de los riesgos, Zara asegura que no se dará por vencida.
"No tengo ninguna duda de que continuaré. Durante meses he temido ser arrestada. Me siento insegura incluso en mi propia casa. Pero no dejaré de luchar hasta el día de mi muerte".
Zara obtiene su inspiración y coraje de mujeres como Mehrangiz.
"Si en esta generación conocemos nuestros derechos y cómo luchar por ellos, es solo por las mujeres que lucharon antes que nosotras", dice Zara.
Tanto Mehrangiz como Zara ven un rayo de esperanza para el futuro. Al menos por ahora, aseguran, el impulso tanto dentro como fuera de Irán para apoyar a las mujeres y luchar por la igualdad de género aún no ha sido eclipsado.
"La presencia de mujeres en la calle que no usan hiyab nunca ha cesado. Creo que es uno de los actos de desafío más valientes que las mujeres hayan jamás adoptado. Ahora el mundo sabe que las mujeres en Irán están sujetas a discriminación y que lucharán por sus derechos hasta la muerte", confía Zara.
"Este país no será libre, hasta que las mujeres sean libres".
*Con reportería de Marina Daras, del Servicio Mundial de la BBC.