El presidente de China, Xi Jinping, saluda durante la presentación a los medios de comunicación de los miembros del nuevo Comité Permanente del Politburó del Partido Comunista Chino. (Foto: AFP)
El presidente de China, Xi Jinping, saluda durante la presentación a los medios de comunicación de los miembros del nuevo Comité Permanente del Politburó del Partido Comunista Chino. (Foto: AFP)
/ WANG ZHAO / AFP

Por: Augusto Hernández Campos (*)

La geopolítica del Asia Pacífico está marcada por la rivalidad entre y EE.UU, lo cual es una cuestión muy relevante en las relaciones internacionales a nivel global en el siglo XXI.

Esta región cuenta con la presencia de varias grandes potencias como EE.UU. (la superpotencia prevaleciente), China (la aspirante a sustituir a la anterior), Japón y Rusia (de forma algo periférica). India (la mayor de las potencias medianas) también se incluye, y así el ámbito espacial se expande para incluir al Océano Indico, designando al área como la región del Indo-Pacifico.

Asimismo, están presentes otros actores como el ASEAN, las dos Coreas y Taiwán. Estas potencias compiten por mayor influencia en la región.

Estados Unidos tiene el objetivo de aumentar la competencia con los chinos por influencia en la región, y para tal fin Washington busca mantener los acuerdos bilaterales y multilaterales (como el Quad y el AUKUS).

Mientras, China busca expandir su influencia con iniciativas como la política del Cinturón y la Ruta iniciada en el 2013. Desde que se convirtió en la segunda economía mundial, China esta transformando el equilibrio de poder en el Asia Pacifico. La modernización de su poder militar ha culminado en la expansión de su influencia en Asia Oriental, lo que ha conducido a conflictos con otros actores, especialmente con EE.UU., la potencia prevaleciente en la región por décadas.

En el contexto de la geopolítica de la rivalidad EE.UU.-China, los temas estratégicos y de seguridad cobran gran relevancia. La militarización y nuclearización de la península coreana, la situación en el Estrecho de Taiwán, la búsqueda de hegemonía de Beijing en el Mar de China Meridional, el conflicto en las Senkaku y el Mar de China Oriental, la protección ambiental, y la seguridad informática están entre las principales cuestiones de dicha rivalidad.

A favor de EE.UU.

El equilibrio de poder en Asia Oriental, que se configura como un sistema bipolar EE.UU.-China, seguirá siendo favorable a Washington en el futuro próximo por tres razones angulares.

Primero, Estados Unidos se encuentra en una posición de ventaja geográfica y sin tensiones, a diferencia de China, que es percibida como una amenaza por sus vecinos del sudeste asiático, percepción que es alimentada por su agresiva política sobre el Mar de China Meridional.

En segundo lugar, EE.UU. tiene una menor dependencia energética que China, y posee control y supremacía navales en áreas y vías de exportación petrolera como el Golfo Pérsico y el Océano Indico, sobre todo el Estrecho de Malaca (el 80% del petróleo que importa China pasa por este estrecho), y el Mar de China Meridional.

Finalmente, en tercer lugar, la ventaja demográfica laboral de Estados Unidos aumentará frente a China, lo que estará estrechamente vinculado con el desarrollo de tecnologías.

La pretensión china

Si bien EE.UU. tiene un contexto favorable en el equilibrio de poder, esto no significa que China deje de aspirar a la hegemonía regional y mundial. Una prueba fundamental es la citada iniciativa del Cinturón y la Ruta (complementada por la política del collar de perlas que tiene por finalidad apuntalar el abastecimiento marítimo desde el Golfo Pérsico y el Mar Rojo), que es un objetivo principal de la política exterior china.

La finalidad del Cinturón y la Ruta es superar la contención aplicada por EE.UU. y sus aliados, reforzada por el inicio en el 2016 de la guerra comercial por Trump, y desde el 2017 por la formación del Quad (diálogo de seguridad cuadrilateral entre EE.UU., Australia, India y Japón).

Así, China buscaría abastecerse no desde las vías de comunicación marítimas tradicionales (dominadas por la coalición antichina) sino desde vías de comunicación terrestre atravesando Eurasia, recordando la antigua y medieval Ruta de la Seda de comercio entre Europa y Cathay, y colocaría a América en la periferia del sistema global.

Las perspectivas del equilibrio de poder en Asia Oriental son inciertas. Sin embargo, existen instituciones (como la Cumbre de Asia Oriental) y tratados internacionales regionales a los cuales los actores pueden recurrir para alcanzar una disminución de las tensiones y lograr una evolución pacifica de las relaciones internacionales en Asia Oriental.

Empero, el IISS (Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, de Londres) señala que aunque EE.UU. y China “están tratando de estabilizar su relación deteriorada, las perspectivas de mejorarlas progresivamente son limitadas dadas sus diferencias en ideología y ambiciones geopolíticas”.

(*) Profesor Emérito del CAEN. Profesor Principal de las Universidades de San Marcos y Ricardo Palma. Miembro del CEAS.

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