Ojos enrojecidos, tos, olor a humo por todos lados y los coches circulando con las luces encendidas en pleno día. Una nube tóxica envuelve nuevamente a la ciudad paquistaní de Lahore y sus ciudadanos empiezan a estar desesperados.
La megaurbe de 11 millones de personas cercana a la frontera de India fue antaño capital del Imperio mongol y todavía persiste como epicentro cultural de Pakistán.
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Pero ahora regularmente aparece entre las más contaminadas del mundo, cuando una mezcla de emisiones de combustibles diésel de baja calidad, los humos de la quema estacional de cultivos y las frías temperaturas de invierno se fusionan en una densa y opaca niebla.
Syed Hasnain está visiblemente cansado mientras espera a su hijo de cuatro años, que acaba de ingresar en el hospital Mayo.
“Estaba tosiendo, no podía respirar bien y tenía temperatura alta. Pensábamos que a lo mejor era coronavirus y lo trajimos al hospital. Pero los doctores nos han dicho que ha desarrollado una neumonía debido a la nube tóxica”, dice Hasnain a AFP.
“Es muy preocupante”, admite. “Sabía que esta contaminación podía ser mala por la salud, pero no sabía que podía ser tan malo para terminar con mi hijo hospitalizado”, añade.
Los profesores también están preocupados por sus alumnos.
“La contaminación es un problema incluso dentro de clase. Vemos a niños con ojos rojos e irritados, otros tosen todo el rato”, explica Nadia Sarwar, una profesora de una escuela gubernamental, a AFP.
Un niño que padecía asma tuvo que quedarse en casa varios días porque sufría ataques todo el rato, asegura.
Al otro lado de la frontera, la capital india Nueva Delhi cerró las escuelas indefinidamente debido a los altos niveles de contaminación.
Pero Sarwar cree que es difícil hacer lo mismo en Lahore.
Los alumnos ya se han perdido muchas clases por culpa del coronavirus y cerrar las escuelas ahora les haría “pagar por un problema que no han creado ellos”.
“Me siento mal por ellos”, lamenta. “En el verano hace demasiado calor para las actividades al aire libre. Y en el invierno hay contaminación y dengue ahora. ¿Qué puede hacer un niño? ¿Dónde puede ir?”, se pregunta.
“A nadie le importa”
Los adultos también lo pasan mal. Rana Bibi, una madre de tres hijos que trabaja como limpiadora, usa su chal como máscara facial mientras espera un bicitaxi para volver a casa.
“El humo lastima mis ojos y mi garganta. Por eso cubro así mi cara. Primero nos obligaron a hacerlo por el coronavirus, ahora lo hago por mí misma”, explica.
“Cuando vuelvo a casa, siempre huelo a humo. Mis ropas, mi pelo, mis manos están sucias. ¿Pero qué se puede hacer? No me puedo quedar sentada en casa. Me he acostumbrado a ello”, argumenta.
Algunas de las casas donde trabaja “tienen esas máquinas para limpiar el aire. No sé. Eso me dicen. Pero aquí hay humo en todas partes”.
En los últimos años, los residentes han construido purificadores de aire caseros y presentaron querellas contra el gobierno en intentos desesperados para limpiar el aire.
Pero las autoridades tardan en actuar, responsabilizando a India de la contaminación o asegurando que los datos son exagerados.
“Cada año leemos en las noticias que Lahore es la ciudad más contaminada del mundo o que ha tenido la peor nube tóxica del mundo. Pero no pasa nada. A nadie le importa”, protesta Saira Aslam, que trabaja en el departamento de recursos humanos de una empresa tecnológica.
La joven de 27 años está enfadada. “El gobierno se escapó el año pasado porque estábamos todos sentados en casa igualmente debido al confinamiento. Pero no pueden seguir actuando como si nada estuviera mal”, añade.
“Tengo gente mayor en casa que están literalmente en riesgo debido a la nube de contaminación. Es un peligro para la salud y debe ser tratado como tal”, insiste.
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