El 20 de abril del 2018, una semana antes de la histórica cumbre entre el dictador norcoreano Kim Jong-un y el presidente surcoreano Moon Jae-in, un teléfono fue instalado a cada lado de la frontera. Según reportó la agencia de noticias Yonhap en aquella oportunidad, el teléfono rojo del lado surcoreano estaba instalado en la oficina presidencial de la Casa Azul. La línea lo conectaba con la Comisión de Asuntos de Estado, del lado norte.
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Desde ese día, todas las mañanas se realizaba una llamada de ambos lados en un claro gesto mutuo por poner fin a la Guerra que inició en 1950 y en la que teóricamente aún se encuentran, solo que amparados por un frágil armisticio.
Este martes, sin embargo, no hubo respuesta. Tal como lo había adelantado la agencia estatal de noticias KCNA horas antes, Corea del Norte había decidido cortar las comunicaciones con su vecino del sur.
Pyongyang “cortará completamente el enlace entre las autoridades del Norte y del Sur”, así como otros canales de comunicación, sobre todo entre las fuerzas armadas de ambos Estados o los partidos políticos en el poder en Seúl y en Pyongyang, indicó KCNA en un comunicado.
La razón, según el régimen de Pyongyang, es que el sur había vuelto a ser un “enemigo”. Desde que las conversaciones entre Kim y el mandatario estadounidense Donald Trump sostenidas en febrero del 2019 en Vietnam terminaron sin ningún acuerdo, el Norte ha comenzado a distanciarse nuevamente de cualquier opción de paz.
Uno a uno, los puentes que tanto costó construir entre Seúl y Pyongyang fueron quemados desde el Norte, presuntamente con la intención de presionar a Washington.
Esto adoptó un nuevo nivel con el corte de comunicaciones, que no solo se refiere a la línea directa entre Moon y Kim, sino a los demas canales militares entre ambos lados de la frontera. En Pyongyang se tomó esa decisión como represalia a la propaganda contraria al régimen de Kim que un grupo de activistas -principalmente desertores norcoreanos- arrojaron adentro de globos desde el lado Sur, el 31 de mayo.
A la vicedirectora del Departamento del Frente Unido (órgano que gestiona las relaciones con el Sur) y además hermana del dictador, Kim Yo-jong, no le importó ni que Seúl condenadara esto por poner en riesgo a sus habitantes ni que intentara crear una nueva legislación para prohibir el envío de propaganda antiregimen, y decidió simplemente cortar los canales.
Kim Yo Jong también amenazó con desechar el acuerdo militar entre los dos países a no ser que Seúl impida que los activistas envíen panfletos anti-Pyongyang.
Corea del Sur, por su parte, ha mantenido la reserva y decidió no emitir ningún comunicado al respecto, salvo limitarse a confirmar que no se habían podido establecer las comunicaciones rutinarias.
Sin embargo, el hecho parece no ser una decisión aislada y se teme que desde el Norte se emprendan nuevas acciones que terminen de derrumbar la ya de por sí frágil paz existente en la península.
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