“El juego del calamar” se suma a una escueta lista de ficciones surcoreanas mundialmente populares que problematizan el capitalismo y sus efectos. Así, por lo menos, es como se ha interpretado a la serie de Netflix que, en paralelo, se ha convertido en una máquina de insumos para memes.
En el 2019 se hablaba de “Parasite”, la cinta de Bong Joon-Ho ganadora del Óscar y de la Palma de Oro de Cannes, una comedia negra que pronto se vuelve una pesadilla.
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Fue imposible no conmoverse con la historia de una familia que vive en un sótano: los papás están desempleados y los hijos, mientras sueñan con una educación superior, tratan de conseguir cualquier trabajo.
En medio de una ciudad llena de luces, ordenada y sin problemas a la vista, ellos deben ocultar sus verdaderas identidades para ponerse al servicio de un empresario acaudalado.
“Hemos puesto nuestro toque coreano para contar historias sociales o políticas”, explicó entonces Bong.
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A ese tipo de ficciones se circunscribe “El juego del calamar”, factura del guionista y director Hwang Dong-hyuk.
En vez de situarse en un mundo distópico, la serie se sitúa en la actual de Corea del Sur: todo parece estar en orden, la infraestructura de la ciudad se mantiene en perfecto estado... Pero si hay algo que llama la atención es la poca presencia de personas con una vida ordenada.
Al contrario, los personajes de “El juego del calamar” viven en las peores condiciones, a tal punto que su única opción para sobrevivir es participar de unos juegos de muerte que les prometen muchísimo dinero.
Hwang explicó a “CNN” que hay dos personajes que retratan su vida, Seong Gi-hun y Cho Sang-woo.
“Representan mis dos lados. Al igual que Gi-hun, fui criado por una madre soltera en un entorno con problemas económicos en [el barrio de] Ssangmun-dong. Al mismo tiempo, como Sang-woo, fui a la Universidad Nacional de Seúl y todo mi vecindario me elogió y tenía grandes expectativas de mí”.
Al mismo estilo que “Los juegos del hambre”, las clases sociales se volvieron estamentos; los fuertes se aprovechan de los débiles; y el derramamiento de sangre parece ser la única opción de superación. ¿Será que el autor retrata a su propio país como sociedad resquebrajada?
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Un milagro económico a gran costo
La BBC apunta que, desde 1948 y a partir de la separación de las dos Coreas, la nación del sur encontró la prosperidad. Por lo menos, hasta el 2018, alcanzó un PBI de US$38 mil per cápita, superando a España, México y acercándose al Reino Unido.
La bonanza económica se contrasta con la corrupción “al más alto nivel”. “Todos sus líderes, desde que hay democracia, se han visto envueltos por escándalos”, “incluida la expresidenta del país, Park Geun-hye ahora en la cárcel”.
El caso de Park es un buen ejemplo.
A inicios de este año, el Tribunal Supremo dio como veredicto final la pena de 20 años en prisión por su participación en ‘Rasputina’.
Así se le llamo a la trama de corrupción en la que participó sobornando y abusando de su poder. La “Deutsche Welle” lo explica:
“Park fue destituida en marzo del 2017 por su participación en la red de sobornos y favores creada junto a su amiga Choi Soon-sil (conocida como la ‘Rasputina’) que implicó a grandes conglomerados del país como Samsung o Lotte”.
Quien también fue a prisión fue Jay Y. Lee, quien era vicepresidente de Samsung. A inicios de este año, se le halló culpable de “soborno y otros cargos de corrupción” relacionados con la presidenta Park.
Pero, en el colmo de las irregularidades, Lee -acusado de pagarle a ‘Rasputina’ US$37.7 millones- salió de prisión (le dieron libertad condicional).
La BBC recogió que la razón de su excarcelamiento fue que el ministro de Justicia consideró “los efectos de la pandemia en la economía y los mercados globales de Corea del Sur” y que, en ese sentido, su liberación era de “interés nacional”.
Los más afectados
A los problemas económicos y a su gran corrupción, se les suma otro gran inconveniente: el estado de la demografía.
“El Mundo” anota que, aun cuando se trata de la cuarta economía más grande de Asia, hasta el 2020 tuvo “la tasa de natalidad más baja del mundo”.
El año pasado, “por primera vez en su historia, murieron más personas de las que nacieron”.
Y no se le puede echar la culpa a la pandemia del coronavirus.
El medio anota que las cifras de mortandad registradas son muy bajas, y que, en realidad, el problema viene desde hace varios años atrás.
“El 32,7% de las personas tiene entre 40 y 50 años, y casi una cuarta parte tiene más de 60 años. Si las tendencias actuales persisten, el Gobierno predice que, en cuatro décadas, la población se reducirá a 39 millones, y más del 46% de la población tendrá más de 64 años”, escribe el medio.
¿Cómo se explica esta situación?
“El Mundo” escribe: “El creciente desempleo y el aumento de los costes de vivienda han disuadido a muchos jóvenes coreanos de casarse o formar una familia”.
El papel de la mujer en la sociedad también es un tema a considerar. El medio español cita una editorial del periódico “Korea Joong” que dice:
“Las políticas de empleo de Corea del Sur no son favorables para las mujeres que quieren tener hijos. Esto se debe a que las mujeres luchan por encontrar un equilibrio entre el trabajo y las demás exigencias de la vida”.
Problemas asolapados
Para Social Watch, “la crisis financiera” del 97-99, “expuso las debilidades de larga data en el modelo del desarrollo” de Corea del Sur, “entre ellas el elevado endeudamiento, préstamos masivos del exterior y un sector financiero indisciplinado”.
Pero la situación fue asolapada porque el gasto aumentó, y hacia el 2001-2002, la pobreza se empezó a disparar.
“En el 2001, el gobierno adoptó una política que garantiza un sustento básico para aquellos que viven por debajo de la línea de pobreza. Aunque el 10% de la población es pobre, los beneficiarios reales solo representan el 3%”, escribe la institución.
Así fue que la crisis estalló. Social Watch recuerda que, el 9 de noviembre del 2003, “40 mil sindicalistas” colmaron “el centro de Seúl en protesta por la represiva legislación laboral”. Hubo bombas molotov lanzadas a la policía.
A ello se le sumaron los suicidios de tres trabajadores en octubre de ese año.
“El primero fue Kim Joo-Ik, expresidente del Sindicato de Industrias Pesada de Hanjin, quien se colgó de una grúa en el día 129 de la huelga [...] Los otros dos trabajadores se suicidaron luego”.
Porque en Corea del Sur, quitarse la vida es una opción.
Se recuerda, por ejemplo, el suicidio del expresidente Roh Moo-hyun (2003-2008), quien era investigado por recibir seis millones de dólares de un empresario. Él se quitó la vida a los 62 años, en mayo del 2009.
“Estoy en deuda con demasiadas personas. Demasiada gente ha sufrido por mi culpa y no puedo imaginar el sufrimiento por el que pasarán en el futuro”, dejó en una nota escrita.
Los suicidios son comunes en Corea del Sur: hasta el 2019, el país registraba la “cuarta cifra más alta” del mundo, “con un promedio de 29,9 casos por cada 100 mil habitantes”.
Solo ese año, se registraron cerca de 14 mil.
Y ni hablar de los referentes del K-pop: Cha In-ha se quitó la vida en el 2019.
Si las personas comunes y corrientes ya sufren para demostrar su éxito frente a sus pares, los ídolos musicales y de telenovelas tienen muchísima más presión. “El Universo” explica la situación:
“A tal punto que los actores y cantantes no pueden tener momentos libres o tener pareja durante el tiempo en que están debutando […], porque solo se deben a su público. No pueden actuar con libertad como ellos quisieran porque siempre están expuestos a constantes críticas; e incluso llegan a tener grupos de anti-fans que descargan su odio en redes sociales, contra ellos”.
Los cantantes Sulli, Goo Hara, Kim Dong Yoon y Jonghyun, también siguieron el mismo camino, aquejados por cuadros de depresión.
“Más del 90% de las víctimas de suicidio en Corea del Sur podrían haber sido diagnosticados con un trastorno mental, pero solo el 15% de recibió tratamiento”, agrega “El Universo”.
Y eso es lo que recoge “El juego del calamar”, la realidad de una sociedad que parece encaminada al éxito, pero cuyos ciudadanos “sufren como cualquier habitante del tercer mundo”.
No hay nadie que se salve. Hombre, mujeres y ancianos deberán arriesgar su vida para poder vivir tranquilos.
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