Los talibanes celebraron el miércoles el tercer aniversario de su reconquista del poder en Afganistán con un desfile militar en la antigua base estadounidense de Bagram, donde el primer ministro prometió “mantener el rumbo de la ley islámica”.
Cientos de invitados acudieron a esta base situada a unos 50 kilómetros de Kabul para un desfile de más de una hora de duración con helicópteros, camiones, lanzacohetes y blindados de origen soviético, pero también estadounidenses recuperados por los talibanes tras su victoria relámpago en 2021.
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También participaron en el evento las motocicletas con dibones amarillos que, durante la insurrección contra el gobierno respaldado por Occidente, sus combatientes usaron para numerosos atentados bomba.
En un mensaje leído al público, el primer ministro afgano, Hassan Akhund, abogó por mantener las políticas islamistas aplicadas hasta el momento, muy criticadas por la comunidad internacional.
Nuestros dirigentes “deben ser conscientes de que nuestros deberes no cesaron con la yihad (guerra santa), ahora tenemos la responsabilidad de mantener el rumbo de la ley islámica”, dijo Akhund.
El 15 de agosto de 2021, los talibanes entraron sin resistencia en Kabul, provocando la huida del gobierno y el colapso de la coalición occidental liderada por Estados Unidos que los había expulsado del poder 20 años antes.
La victoria se conmemora un día antes siguiendo el calendario afgano (y persa).
Banderas y kalasnikovs
Tras el desfile en Bagram, las celebraciones se desplazaron a media mañana al gran estadio Ghazi de Kabul, donde cientos de hombres con cascos y camisetas blancas hacían exhibiciones de boxeo y lucha.
Ninguna mujer participa en los festejos e incluso las mujeres periodistas han sido vetadas en la cobertura de este aniversario.
Los talibanes aplican la ley islámica de forma ultrarigurosa y en sus tres años de poder han recortado severamente la libertad de las mujeres, cada vez más apartadas del espacio público.
Desde la víspera del aniversario, en las calles de Kabul convivían miles de banderas blancas y negras del emirato islámico con imponentes medidas de seguridad ante el temor a un nuevo ataque del grupo yihadista Estados Islámico.
Aunque comparten con los talibanes su ideología islamista y sunita, este grupo es la principal amenaza de seguridad a los nuevos gobernantes de Afganistán y ha cometido numerosos atentados mortales en el país, el último el pasado domingo en un barrio chiita Kabul.
Después de tres años de administración talibana, Afganistán continúa siendo uno de los países más pobres del mundo, con un desempleo masivo y una grave crisis humanitaria.
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Ningún país reconoce todavía al gobierno talibán debido a sus políticas contrarias a las libertadas de las mujeres, excluidas progresivamente del mundo laboral y educativo.
Pero los dirigentes islamistas han conseguido avances diplomáticas al entablar relaciones con los países vecinos, China o Rusia y ha iniciado un diálogo con Occidente al participar en junio por primera vez en unas negociaciones en Doha.
“Los países que cooperan con los talibanes deberían recordarles sus abusos contra las mujeres y las niñas”, afirmó la oenegé Human Rights Watch en un comunicado en ocasión de este aniversario.
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