En el 2021 le tocó a Camila Acosta. Por cubrir las marchas que paralizaron Cuba el 11 y 12 de julio (11J), la periodista fue acusada de instigación a delinquir y desobediencia. La pasó mejor que los activistas que participaron en la Primavera Negra. En el 2003, Fidel Castro ordenó cortar de raíz la convocatoria ciudadana para marchar a favor de la libertad. El saldo: juicios sumarios a 75 disidentes y condenas de entre 6 y 27 años por conspirar con ayuda extranjera contra la independencia nacional.
Ellos también la sacaron más barata que los ‘Plantados’, el grupo de prisioneros que, en los años 60, exigió que el régimen respetara sus derechos y que, por el contrario, fueron torturados y asesinados. Hoy que se cumple un año del 11J y desde la isla, Acosta advierte que la situación podría empeorar: el código penal fue actualizado en mayo.
LEE TAMBIÉN: Cuba confirma condena de hasta 18 de cárcel a 56 manifestantes del 11 de julio del 2021
“El anterior databa de finales de los 80 y, si te das cuenta, antes nos acusaban de delitos menores como desorden público, desobediencia -explica Acosta-. Ahora tienen más herramientas para encarcelarnos”. En efecto, el Parlamento cubano aumentó en 37 los tipos delictivos y se endurecieron las penas (“cuatro delitos más con pena de muerte; 10 más con prisión perpetua”, según la Deutsche Welle).
La periodista agrega: “Por ejemplo, han ilegalizado y pueden condenar a prisión a directivos, promotores y afiliados a organizaciones políticas o civiles no reconocidas; y hay otras medidas que van en contra de la prensa independiente por supuestamente recibir financiamiento del exterior, que significan de 4 a 10 años de privación de la libertad”.
TE PUEDE INTERESAR
El régimen no está dispuesto a ceder poder o a escuchar a la ciudadanía. Esa es una de las enseñanzas que dejó el 11J, chispazo que dio esperanza de libertad a los cubanos, pero que fue apagado con violencia por la dictadura de Miguel Díaz-Canel. Se pedía el fin del comunismo, el respeto a los derechos humanos y, a pesar de que se inició como una manifestación pacífica, se tornó rápidamente en pelea. Si hubo enfrentamientos, dice Acosta, fue en respuesta a una policía que reprimió a un “pueblo que estaba desarmado”.
La publicación de la nueva ley penal responde a ese instinto por dominar a la ciudadanía. Se trata, además de una forma de aplastar su espíritu. Al régimen no le bastó arrestar a 1.484 manifestantes y dejar a 701 personas entre 12 y 68 años (el 93% no tiene afiliación política) encarceladas por el 11J, según las ONG Cubalex y Justicia 11J. Y no es todo: la agencia EFE recuerda que “los medios extranjeros no tienen acceso a los juicios” y que, para la ONG Prisoners Defenders, hasta mayo 1.046 personas estaban encarceladas por “motivos políticos, en su mayoría por los hechos del 11 de julio”. Lo que es una certeza es que, en adelante, los castigos serán más severos.
LEE TAMBIÉN: Madre cubana se reúne con autoridades tras reclamar en redes mejores condiciones de vida
Se perdió el miedo
Otra de las enseñanzas que dejó el 11J fue que, a pesar de vivir seis décadas “aplastado y reprimido”, los cubanos dejaron de lado el terror. “A más miedo y represión, más ansias de libertad”, sostiene Acosta. Ello también explicaría la política de escarmiento y las condenas de hasta 25 años de cárcel para quienes marcharon ese día.
“Cada vez es más difícil permanecer dentro de la isla y hacerlo enfrentando a la dictadura. Ante este panorama represivo, hay un éxodo masivo”. Es claro que Cuba ahora se enfrenta a la mayor partida de cubanos desde el éxodo del Mariel, cuando en 1980 más de 125.000 salieron del país. “Actualmente, en menos de un año, se fueron a Estados Unidos más de 140 mil. Esto te dice mucho no solo de la crisis económica cubana sino de las precarias condiciones que enfrentamos los opositores. Además, claro, muchos opositores huyeron obligados o fueron desterrados”.
Acosta avizora que una improbable, pero posible manifestación del pueblo cubano podría darse en otros términos. “Los cubanos aprendieron que no pueden entregarse tan fácilmente. Lamentablemente, hay que decirlo: el pueblo entendió que el pacifismo no funciona, que salir a las calles significa ser encarcelados y golpeados. Cuando vuelva a suceder un estallido social, me temo que será más violento”.
“La postura del régimen nos dice qué tipo de dictadura existe en Cuba. Por muchos años se camufló como benevolente, de estar construyendo una supuesta justicia social, cuando, en realidad, es criminal”, concluye la periodista.
1. A un año del 11J, ¿diría que la situación en Cuba mejoró?
El régimen hizo pequeñas concesiones, como la entrada de comida y medicinas sin arancel aduanero. Fue una pequeñísima victoria de la oposición. Por lo demás, se recrudeció el aparato del terror con miles de policías desplegados en las calles, y se inició una campaña de descrédito en redes sociales y medios oficiales. En estos momentos hay más de mil presos políticos en las cárceles de la dictadura.
2. ¿Esperaba otro tipo de reacción de la comunidad internacional?
El pueblo de Cuba está solo en su lucha por la libertad. Estados Unidos y algunos países de Latinoamérica no han sido lo suficientemente fuertes con el régimen porque prefieren a un viejo y malo conocido. Los resultados de no tomar las decisiones correctas están a la vista: La Habana apoyó las revueltas populares en diversos países del continente y la consolidación de regímenes dictatoriales en Nicaragua y Venezuela.
3. ¿La flexibilización de las relaciones entre EE.UU. y Cuba ayuda más al régimen o al pueblo?
Esa es una vieja discusión. El régimen se burla públicamente de las sanciones del presidente Joe Biden contra los magistrados que tuvieron parte en los juicios contra los jóvenes manifestantes. Se burlan también de las sanciones a su cúpula porque las medidas nunca los alcanzarán. Mientras tanto, los familiares de los sancionados viajan frecuentemente a Estados Unidos e incluso viven allí con total impunidad. Sobre las sanciones económicas, sólo diré que EE.UU. es el principal proveedor de alimentos a Cuba.