Cuando se lidera una dictadura, no basta con encerrar a los opositores y a quienes candidatean a la presidencia. También es preciso tener una red virtual dedicada al apanado de las disidencias. Y en Nicaragua, Daniel Ortega ha sabido sacar provecho a los ‘trolls’.
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Fue tanto el descaro que hasta Facebook se dio cuenta. En un anuncio reciente, Meta -el nuevo nombre del gigante tecnológico- sostuvo que, en octubre, eliminó “una granja de troles con más” de mil cuentas que también se repartían en Instagram.
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Específicamente, Facebook sostuvo que “la operación había estado activa en sus plataformas desde el 2018 y que era operada principalmente por personal de Telcor, el organismo de control de las telecomunicaciones de Nicaragua”.
Peor aún, la Corte Suprema de Justicia y el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social también estaban metida en el fango del manejo de cuentas falsas.
Esta es una de las estrategias más frecuentes que usan regímenes autoritarios, lo confirma Facebook. La tendencia, dice la plataforma, es “especialmente preocupante”: solo este año, sucedió lo mismo en Etiopía, Uganda, Sudán, Tailandia y Azerbaiyán.
Aunque el caso nicaragüense ha cobrado mayor relevancia en tanto que las elecciones presidenciales se celebrarán este domingo.
Y que, luego de aplastar a cualquier posible contendor, silenciar cualquier atisbo de crítica al régimen y de amañar los comicios, el ganador volverá a ser Daniel Ortega.
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EL ORÍGEN DE LAS GRANJAS
Los troles de Ortega servían, básicamente, como herramienta de propaganda y de crítica a los adversarios. O, en términos de Facebook, “para engañar a las personas alrededor del mundo, ya sean extranjeras o locales”.
Para lograr su cometido, el dictador gastó casi US$12 mil dólares en publicidad tanto en Instagram como Facebook.
En el colmo del descaro, quienes se encargaban de manejar las 937 cuenta falsas y “140 páginas, 24 grupos y 363 cuentas de Instagram, tenían un horario especial para el acoso virtual”, “de 9.00 a 17.00, de lunes a viernes, con una hora de receso al mediodía y con personal reducido los fines de semana”.
¿Cuándo empezaron a operar estas granjas?
Sus orígenes se rastrean al 2018, el año en el que Ortega ordenó reprimir las multitudinarias protestas en contra suyo. Lo que empezó en Facebook, pronto se contagió a Instagram, Tik Tok y Twitter.
Los encargados de la investigación en Facebook, escribieron en su informe: “Esta fue una de las operaciones de troles más intergubernamentales que hemos desbaratado hasta la fecha, con múltiples entidades estatales participando en esta actividad a la vez”.
“A partir del fin de 2019, se centró cada vez más en publicar y amplificar artificialmente los elogios sobre el gobierno nicaragüense y el partido gobernante FSLN. Esta actividad también incluyó contenido no político sobre turismo y deportes en Nicaragua”.
La idea era controlar la narrativa de lo que sucedía o, en palabras de Ben Nimmo, líder de Inteligencia para Operaciones de Influencia de Meta, “inundar la conversación en internet en Nicaragua con mensajes a favor del gobierno y en contra de la oposición”.
EL RÉGIMEN SABÍA (Y LO ORQUESTÓ)
“El País” sostiene la tesis de Meta que, a su vez, coincide con los informes de medios independientes nicaragüenses: estas granjas eran manejadas desde lo más alto del poder.
Rosario Murillo, esposa y vicepresidenta del país, fue quien “institucionalizó las granjas de troles al calor de las protestas y la represión en abril”.
Un reportaje de Confidencial develó que “casi dos horas y media después” del asesinato de Álvaro Conrado Dávila -herido de muerte en el 2018-, Murillo tomó cartas en el asunto.
Ella escribió un mail “ordenando a los militantes del FSLN propagar mensajes oficialistas en las redes sociales que eran dominadas por los manifestantes opositores, para intentar imponer su narrativa sobre la represión”.
Allí se leía:
“Estamos desplegándonos en todos los Frentes, y eso debe reflejarse con nuestra participación beligerante en Redes Sociales, tuiteando, respondiendo, re-tuiteando, de manera que las Ideas Cristianas, Socialistas y Solidarias, nuestra Fe, nuestra Esperanza, y nuestra Confianza en un Futuro de Derechos y Bienestar Plenos se ratifiquen en la Comunicación (sic)”.
Murillo se había dado cuenta que habían perdido de vista las redes sociales, donde se gestaron las protestas y se volvieron un reclamo nacional.
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