El documento firmado por la Conferencia Episcopal de Nicaragua tenía 16 páginas y una frase contundente: “Los años pasan y nadie es eterno”. Era el 2014 y la Iglesia Católica entregaba por escrito su opinión al presidente Daniel Ortega. Cuatro años más tarde y después del 18 de abril -fecha de la cruenta explosión social causada y ahogada por los abusos del régimen sandinista-, el obispo de Managua, Silvio Báez, le recordó al dictador la sentencia. Meses después, Báez denunció que lo querían asesinar y se exilió en Miami.
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En el país, sin embargo, quedó el obispo Rolando Álvarez, quien para el periodista nicaragüense Wilih Narváez es el “religioso opositor más duro que hay en el país”. “Él predica el amor de Cristo, pero también levanta su voz por las personas desprotegidas, por los atropellos de la dictadura”. Hoy por hoy, Álvarez es recluido contra su voluntad, un nuevo golpe del régimen Ortega y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, contra la fe católica.
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A pesar de que el viernes 5 de agosto la policía acusó a Álvarez de “organizar grupos violentos, incitándolos a ejecutar actos de odio en contra de la población”, monseñor Álvarez salió a dar la cara a los efectivos que cuidaban que no abandonara su iglesia en Matagalpa. En lugar de reclamarles, el sacerdote entonó “Amigo” del cantante Roberto Carlos.
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La fe como instrumento
¿Cómo ha cambiado la relación entre la Iglesia Católica y los dictadores Daniel Ortega y Rosario Murillo? Wilih Narváez recuerda que, en los 80, cuando se sucedió el primer gobierno sandinista, Ortega la atacó. “Pero cuando quiso volver al poder, pidió perdón”, agrega. “Luego, en el 2005, lo vimos casándose con Murillo frente a Dios, un intento por reivindicarse y vender una imagen de respeto”.
El coqueteó de la dictadura continuó. Narváez cita como ejemplos al Frente Sandinista votando contra el aborto terapéutico o criticando al matrimonio igualitario. Los intentos, sin embargo, no fueron exitosos. La fecha clave para el fin de las relaciones fue el 18 de abril del 2021. En medio de las denuncias por fraude electoral, la iglesia pidió que se respetaran las instituciones y al democracia. “A partir de eso, Ortega la calificó como golpista porque también apoyó a los desprotegidos y víctimas de la represión de ese día”.
Hoy es monseñor Álvarez quien ocupa las portadas, pero los abusos contra la iglesia son muchos. Se recuerda lo sucedido el 31 de julio del 2020, cuando la imagen de la Sangre de Cristo que descansaba en la catedral de Managua fue calcinada. En respuesta, el papa Francisco denunció que se trató de un “atentado”, lo que fue descartado por el régimen. Para ellos fue un simple accidente.
La dictadura también ha apuntado en contra de los mismos hombres de fe. Así como los padres Manuel García Rodríguez y Uriel Vallejos, otros han sido acusado de agresión y violación, siendo que, en muchos de los casos, los denunciantes fueron identificados como “seguidores de Ortega” o, luego, negaron las acusaciones y fueron arrestados.
Mientras tanto, el papa Francisco destaca por su silencio.
“Que él hable de la situación en Nicaragua podría salvaguardar la integridad de los religiosos, tanto de los que vienen siendo detenidos como los expulsados del país. ¿Cómo es posible que mientras Ortega y Murillo hacen lo que quieren con la iglesia, él se quede callado?”, cuestiona Narváez.
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Silencio y censura
Quitarle la libertad de tránsito a Rolando Álvarez es una de las tantas formas en las que el régimen de Ortega y Murillo golpean a la Iglesia Católica. Otra es quitándole sus medios de comunicación. Según el portal opositor Divergentes, desde el 2018 hasta la fecha, la dictadura ha cerrado “al menos 40″ espacios informativos. Una de sus últimas jugadas se sucedió a inicios de este mes, cuando se ordenó el cese de funcionamiento de seis radios operadas por la iglesia. Una de ellas era regentada por la diócesis de Matagalpa, dirigida por Álvarez, quien denunció que la policía entró a la fuerza para robarse los equipos. Allí empezó su calvario.
Narváez recuerda que al régimen no le tiembla la mano, que no dudó al censurar a “La Prensa”, “el medio más longevo de Nicaragua”, o a “100% Noticias”, “cuyo director está detenido”. De igual forma, “Confidencial”, dirigido por el ahora exiliado Carlos Fernando Chamorro -hijo de la expresidenta Violeta Barrios de Chamorro-, está confiscado.
“Es la forma en la que Ortega y Murillo quieren tener el control absoluto de la información en Nicaragua. De hecho, su excusa es que no quieren que la comunicación sea ‘contaminada’. El problema es que son sus hijos quienes manejan casi todos los medios que existen en la actualidad”, sentencia el periodista.
Siendo que monseñor Álvarez representa a las víctimas de la censura y el atropello de los derechos humanos, ¿qué podría decidir el régimen sobre su futuro? Narváez responde: “Hay dos caminos. El primero es que, a través de la policía, se le fabrique un delito. El segundo es que descaradamente lo expulsen de Nicaragua”. Mientras tanto, el obispo sigue esperado su liberación junto a una decena de personas que aguardan junto a él. Por el momento están bien de salud, pero ¿hasta cuándo? Porque el régimen no descansa. De hecho, acaba de prohibir la procesión que mañana iba a pasear la imagen de la Virgen de Fátima por Managua.