Roma [AFP]. Mueren como sus fieles, sin misa ni rito fúnebre. El coronavirus se está cobrando la vida de numerosos sacerdotes en el norte de Italia: una docena en Bérgamo, cinco en Parma, otros en Milán y en Cremona.
La diócesis de Bérgamo, entre las ciudades más golpeadas por la pandemia, confirmó que al menos diez sacerdotes han muerto tras contraer la enfermedad, informó el jueves el diario católico Avvenire.
Las muertes son tan numerosas que “el censo es difícil de establecer”, explica el periódico.
El diario local, L'Eco di Bergamo, publicó al menos 160 anuncios de muerte en su edición del 15 de marzo, lo que corresponde aproximadamente al "quíntuple" en comparación con una jornada normal.
El diario registra cinco muertes de sacerdotes de la diócesis de Parma, dos en Milán y Cremona, una en Brescia, sin contar los numerosos sacerdotes contagiados, algunos en cuidados intensivos.
Junto con los médicos y las enfermeras, los sacerdotes asisten a los enfermos, una necesidad para esa región de Italia particularmente creyente.
“Equipados con mascarilla, gorra, guantes, blusa y gafas, los sacerdotes caminan por los pasillos como zombis”, cuenta Claudio del Monte, cura de una parroquia de Bérgamo, a la agencia italiana Adnkronos.
La ciudad lombarda, de 120.000 habitantes, en el corazón de la provincia, es una de las más afectadas por la pandemia de la enfermedad que ha infectado a más a 41.000 personas en toda Italia.
Las morgues no tienen espacio para acomodar los ataúdes y los envían al cementerio.
“Ya no sabemos dónde colocar a los muertos. Utilizamos algunas iglesias. Todo esto atañe los sentimientos más profundos”, reconoció el obispo de Bérgamo, monseñor Francesco Beschi, entrevistado por Vatican News.
La radio católica de la Conferencia Episcopal Italiana (Cei), InBlu, explicó que debido a las medidas para evitar la propagación del virus, los sacerdotes deben evitar dar la extremaunción, el óleo sagrado que se unta a los enfermos que están por morir.
“Un sacerdote que perdió al padre me llamó. Está en cuarentena, la madre está en cuarentena sola en otra casa, sus hermanos están en cuarentena y los funerales están prohibidos. Será enterrado en el cementerio sin que nadie pueda participar a ese momento de piedad humana y cristiana”, contó el obispo Beschi.
Deber pastoral
El prelado estima que el número de sacerdotes de su diócesis que han muerto es “realmente alto” así como los que están “en una condición particularmente grave”.
Como todas las otras víctimas del virus, los sacerdotes fallecidos han sido enterrados sin el rito fúnebre.
“Es un dolor ver a los sacerdotes enfermarse, a veces por deber pastoral, y cruzar la puerta del triaje (de los enfermos) donde, naturalmente, nadie puede entrar. Luego, alternando esperanzas y recaídas, nos dejan para siempre”, comentó el obispo de Parma Enrico Solmi, al diario Avvenire.
Conmovido por la difícil situación de Bérgamo, el papa Francisco llamó el miércoles al arzobispo Beschi para manifestarle “su apoyo a los sacerdotes, a los enfermos, a los que los cuidan y a toda nuestra comunidad”, dijo.
“Estaba muy impresionado por el sufrimiento que padecen, por la muerte solitaria, sin estar acompañados por las familias, tan dolorosa”, agregó Beschi en un comunicado.
Francisco considera que “las medidas draconianas no siempre son buenas”, y pidió a los obispos y sacerdotes que no dejen a los fieles “solos” frente al coronavirus.
Una declaración que fue recibida como una crítica indirecta a las drásticas restricciones impuestas por Italia para frenar la propagación de virus y que incluyen la prohibición de viajar y de realizar visitas, incluso a los sacerdotes que a diario pasan a saludar a los ancianos aislados.
También les está prohibido celebrar misas, bodas y funerales.