El desertor norcoreano que Trump invitó a su discurso anual. (Foto: Reuters)
El desertor norcoreano que Trump invitó a su discurso anual. (Foto: Reuters)
Redacción EC

Lloró cuando los líderes coreanos se estrecharon la mano y cuando leyeron el comunicado conjunto. Fue una jornada intensa para Em Joo Choi, una norcoreana de 33 años. "Al fin tendremos un tratado de paz. La reunificación será más complicada, pero estamos en el buen camino, la comunicación entre Seúl y Pyongyang es cada vez más fluida. Esta es una gran oportunidad para Corea", señaló. Para ella ya está terminado el ciclo de tensión-distensión y descarta también nuevos ensayos nucleares y amenazas de destrucción masiva.

"Kim Jong-un se manifestó frente al mundo, ya no puede echarse atrás. No me gusta y probablemente tenga razones egoístas para dar este paso, pero le agradezco sus esfuerzos", añadió Em.

La Iglesia Metodista de Hansarang es hoy el mejor lugar para tomar el pulso a la colonia norcoreana de Seúl. Allí se realizó una convocatoria bajo el lema "Plegaria de mil exiliados para los derechos humanos en Corea del Norte", y se publicitó como la mayor concentración de norcoreanos en Seúl jamás registrada. Hubo centenares de asistentes.

El propósito de salir del templo con una conclusión unívoca fracasa. En la población norcoreana también se alternan los optimistas y los escépticos por el histórico acercamiento que concretaron anteayer el dictador norcoreano y el presidente surcoreano, Moon Jae-in, especialmente en virtud de su edad: los mayores vivieron demasiado tiempo con los Kim para concederles una brizna de fe, mientras que los más jóvenes atisban la esperanza de un cambio.

"Nunca le creeré a Kim: su paz es solo otro engaño", dice Sung Jin Kim, un minero jubilado de 65 años. Pronto volverá a las andadas y la reunificación es quimérica por los opuestos sistemas políticos a ambos lados del paralelo 38, sostiene. "Solo ha dado este paso porque estaba desesperado, la economía norcoreana se hunde", añade.

La reunificación es el asunto más comentado aquí porque permitiría el contacto con los familiares que muchos dejaron atrás al otro lado de la frontera. Aún en el mejor de los casos se antoja un camino largo y pedregoso, pero algunos se aferran a la esperanza renacida.

Desilusión

No es el caso de Sung, llegado en solitario a Seúl una década atrás: "Moriré sin ver a mi familia otra vez".

Varios exiliados relatan sus vidas áridas en Corea del Norte, algunos con aspavientos ante la audiencia para acentuar unos dramas que no necesitan de acentos.

Entre la concurrencia estuvo Thae Yong-ho, antiguo embajador norcoreano en Gran Bretaña que huyó en 2016. Ahora trabaja para organizaciones oficiales y es de las voces más críticas del acuerdo. Al gobierno surcoreano le preocupa que estas voces hagan descarrilar el proceso de paz.

Por otro lado está Ji Seong-ho, el desertor del momento desde que el presidente Donald Trump lo ungió como el mejor representante de las atrocidades del régimen.

Ji, al que le falta una pierna, acudió a la cita sin sus icónicas muletas de madera con las que atravesó cientos de kilómetros de la jungla del sudeste asiático en su camino a la libertad. "Kim Jong-un está intentando que el mundo reconozca a Corea del Norte como un país normal. Pero, al mismo tiempo, es el líder que provocó a todos con sus misiles. No sé si creerle, pero que se haya reunido con Moon es ya muy importante", comenta al final del acto.

El júbilo desbordó en Corea del Norte. La prensa habló de "hito histórico" y de un horizonte de "reconciliación, unidad, paz y prosperidad". El Rodong Sinmun, diario oficial de propaganda, incluyó 60 fotos de la cumbre. La agencia KCNA, que siempre fue un pertinaz anunciante de mares de fuego que engullirían Seúl, vuelca ahora su prosa florida para describir el "clima soleado de abril" que acompañó al acuerdo o su "nacimiento con nueva energía de infinita alegría y esperanza". No hay dudas sobre el artífice: "La histórica cumbre de Panmunjom se produjo gracias al ardiente amor por el pueblo del líder supremo [en referencia a Kim]".

Ese ardor caducará pronto, afirma un antiguo militar del servicio de inteligencia norcoreano que exige anonimato. Conoce de primera mano los trucos de Kim para ocultar el arsenal nuclear que promete sacrificar: "Existen muchísimos túneles a gran profundidad, lo puede esconder ahí y los inspectores internacionales nunca lo encontrarán". El caos llegaría en caso de reunificación porque "la mitad de los militares norcoreanos roban para sobrevivir", señala el exmilitar y ahora pastor metodista. "La paz llegará solo si la quiere Dios. Confío más en él que en Kim", termina.

Fuente: La Nación, GDA

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