Para el millonario Mohammad Awad Bin Laden, que surgió en la pobreza en Yemen y se convirtió en el más rico de Arabia Saudí, su reputación lo era todo. Sin educación ni cultura, creó un imperio de construcción con las únicas cartas que le tocaron: la labia y el saber negociar. En 1957, Muhammad desposó a Allia Ghanem, de 14 años, su esposa número 11. Aunque el matrimonio duró poco, le daría un hijo, aquel que sería eventualmente la ruina de su apellido.
Como toda madre, Allia Ghanem, nacida en Siria, tiene hasta ahora el mejor de los conceptos de su hijo, Osama Bin Laden, el infame terrorista. Para ella fue un niño dulce al que la universidad “le lavó el cerebro”, le dijo hace unos años a “The Guardian”. Mucho menos condescendientes que ella son los muchos medios hermanos de Osama (Mohammad tuvo 53 hijos), sus sobrinos y hasta algunos de sus vástagos.
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La mancha al apellido cayó ese mismo 11 de setiembre del 2001. A pocos días del atentado, un número importante de sus familiares se vio obligado a huir de Estados Unidos y convertirse en parias para algunos países. El emporio Bin Laden, el quinto más rico de Arabia Saudí según “Forbes”, resistió. Siguió haciendo buenas migas con la familia real hasta el 2017, cuando conflictos con el príncipe heredero Bin Salman hicieron que tres tíos de Osama acabaran en prisión. Hoy el grupo está ahogado en deudas.
Apellidarse Bin Laden no ha ayudado tampoco a sus hijos. Los que apoyaban a su papá se radicalizaron y fueron cayendo. Khaled murió con su padre en Abbottabad, Saad falleció en un atentado, y el más feroz, Hamza, aquel que lo vengaría, criado por Osama para ser su sucesor en su “guerra santa”, fue muerto por Estados Unidos en el 2019.
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Otros hijos menos beligerantes no la han pasado mejor. El más conocido es Omar, el Bin Laden sensible, que escribió un libro junto a su madre sobre el peso del apellido que carga consigo. Omar solicitó asilo a varios países en el 2008, sin éxito. En pandemia se supo que se había dedicado a la pintura.
Otras afectadas han sido las sobrinas de Bin Laden. La más conocida de ellas, Wafah Bin Laden, conocida luego como Wafah Dufour, intentó desarrollar una carrera de modelo y en la música, pero se pegó muchos portazos por su ascendiente familiar. A la revista “GQ” le dijo hace unos años: “Todo el mundo me relaciona con ese hombre y yo no tengo nada que ver con él. Quiero ser aceptada, pero siento que todo el mundo me juzga y me rechaza”.
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