Pisar la Zona Cero de las Torres Gemelas le cambió la vida a Paul Barrueto por completo. El bombero peruano había visto la magnitud de los ataques desde Nueva Jersey, pero solo cuando caminó entre los escombros del World Trade Center lo golpeó la realidad. En el lugar en el que antes se levantaban los dos descomunales edificios neoyorquinos ya no había más que muerte y destrucción. El fuego aún seguía ardiendo y toneladas de humo, polvo, químicos, asbesto y metal fundido se mezclaban con el caos y un desfile de rostros llenos de llanto y miedo.
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“En ese momento solo pensaba en encontrar personas vivas”. Barrueto dice que dos décadas no son suficientes para borrar siquiera el más mínimo detalle del 11 de setiembre del 2001, ni de lo que vino después. Luego del impacto de los aviones contra las dos torres, nuestro compatriota partió de Perth Amboy, en Nueva Jersey, para ofrecerse como bombero voluntario en las tareas de rescate y evacuación. Tenía 32 años y desde los 18 Estados Unidos se había convertido en su hogar.
El peruano fue asignado a la búsqueda de víctimas en la Torre Sur. Removió escombros hasta que tuvo que volver a su trabajo regular en su ciudad. Pronto llegaron las pesadillas y los problemas respiratorios, pero dice que tuvo suerte pues a diferencia de otros bomberos a él no le llegó el cáncer. “Si algo así ocurriera de nuevo, yo volvería a hacer todo igual“, dice al otro lado del teléfono. Barrueto conversó con El Comercio sobre cómo evalúa esta experiencia 20 años después.
—¿Qué es lo primero que se le viene a la mente cuando piensa en el 11 de setiembre del 2001?
Para mí fue una tragedia inolvidable. Fue muy dramático, todo era un caos. El día del ataque yo estaba trabajando hasta que mi amigo me llamó y me dijo que encendiera la televisión. Un avión se había estrellado en las Torres Gemelas.
Yo tengo dos trabajos, laboro para el estado de Nueva Jersey haciendo revisiones técnicas en la estación técnica de Motores y Vehículos de Rahway y también soy bombero voluntario. Quienes estaban conmigo ese día y yo nos pusimos a ver las noticias y nos quedamos paralizados. Salimos porque desde donde estábamos se podía ver Nueva York y vimos que era real, que eso estaba pasando. Vimos fuego en el edificio, era un incendio enorme. De inmediato pensé en la gente que estaba en los pisos superiores. El primer avión se estrelló cuando la gente ya había entrado a trabajar.
—¿Cuándo decidió ir a la Zona Cero?
El día de los atentados me dejaron salir del trabajo y fui a mi estación de bomberos. Fue al día siguiente que empezaron a recibir a bomberos voluntarios. Les pregunté a mis amigos si querían ir conmigo y dijeron que sí. Y así acudimos al centro de convenciones en el Midtown de Nueva York, donde todo el mundo tenia que ir a registrarse. Todos los bomberos voluntarios que queríamos ayudar en el rescate teníamos que ir a Manhattan.
—¿Cómo fue ese proceso?
Cuando yo fui me registré, me revisaron, me pidieron mi identificación, me preguntaron si tenía todo mi equipo y dije que sí. Me hicieron subir a un bus grande donde ya había unos 100 bomberos. Al llegar nos reportamos con un jefe de comando de Nueva York y nos dieron nuestras misiones.
—¿Qué tarea le dieron?
Remover los escombros de balde en balde.
—¿Qué pasó después? ¿Con qué panorama se encontró?
Todavía seguía el incendio en las torres y la humareda. Fue muy dramático lo que vi. Nunca pensé que el edificio se iba a caer, nadie se imaginaba eso, ni los bomberos que fueron a asistir. Fueron 349 los bomberos y policías de Nueva York que murieron ahí porque nunca pensaron que el edificio se iba a derrumbar.
—¿Cuánto tiempo permaneció en la Zona Cero?
Yo estuve dos semanas ahí. En ese tiempo encontramos cadáveres calcinados, restos humanos. Cada vez que encontrábamos un cuerpo parábamos la labor y hacíamos un minuto de silencio. Luego poníamos los restos en una canasta…
—¿Podía salir de la Zona Cero?
Al día siguiente del ataque, el Ejército ya había cerrado todo Manhattan, nadie podía entrar a la Zona Cero, a menos que tuviera un salvoconducto. Nosotros estábamos asignados por ocho horas y luego descansábamos. Dormíamos en la calle, comíamos en una especie de restaurante que habilitaron para nosotros. Todo en la Zona Cero.
—¿Qué es lo que más recuerda de esos días?
Lo que más recuerdo es que los bomberos de Nueva York nunca dejaron de buscar a sus amigos, nunca pararon. Yo me quedé admirado, yo estaba super cansado al final de la primera jornada, pero ellos seguían ahí.
—Sin duda es una experiencia terrible, que pone a prueba a cualquiera…
Yo no pensaba en eso, mi objetivo era encontrar sobrevivientes, pero por desgracia no encontré personas vivas. Solo vi los fierros, todo el edificio derrumbado, quemado, humeando, derretido. Todo se había vuelto escombros.
—¿Qué pasó después de las dos semanas que pasó en la Zona Cero?
Tuve que volver a mi trabajo regular y, pues con todo lo sucedido, tuve secuelas. No podía dormir, tenía pesadillas. Después me diagnosticaron asma, problemas respiratorios y trastorno postraumático por la experiencia que tuve ahí.
—¿Cómo está su salud ahora?
Nosotros nos vamos a hacer exámenes físicos y de salud todos los años porque muchos bomberos que fueron voluntarios luego fueron diagnosticados con cáncer y se están muriendo ahora. Gracias a Dios yo no tengo cáncer, solo tengo asma y problemas respiratorios por el asbesto al que estuve expuesto.
—¿Qué balance hace de esta experiencia dos décadas después?
Después de 20 años es importante recordar que perdimos muchas vidas inocentes, padres, hermanos, hijos. Recordar el 11-S es como vivir por ellos. También perdimos la libertad y la privacidad como seres humanos. Hasta viajar por avión o pasar por medidas de seguridad es diferente ahora. Todo cambió desde ese día. El mundo cambió drásticamente.
—¿Cómo ve la amenaza terrorista en el mundo de hoy?
Todavía sigue latente, el mundo es dinámico. Estados Unidos tiene muchos enemigos. Ahora con lo que ha pasado en Afganistán hay más temor.
—Si bien las pérdidas son irreparables, el 11S también dejó grandes ejemplos de solidaridad, como en el caso de los bomberos que se ofrecieron como voluntarios ante la tragedia. ¿Qué lección toma de todo esto a nivel personal?
Si hubiera otro atentado terrorista, yo como ciudadano americano y peruano lo haría de nuevo, ayudaría de nuevo porque amo este país. Esta nación me ha dado muchas bendiciones, alegrías, también tristezas. Llevo 35 de mis 52 años en Estados Unidos, casi 10 tíos y 60 de mis primos están aquí.
También aprendí que hay que vivir al máximo porque tú no sabes cuándo puede llegar tu hora y hay que recordar a las personas que se fueron, siguiendo su legado, su heroísmo y su valor. Debemos recordarlos con amor, ellos vivirán siempre en nuestros corazones, a nosotros nos toca seguir adelante.
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