En medio de un pesado silencio solo interrumpido por el llanto de los deudos, Joe Biden recibió el domingo los restos de los 13 militares estadounidenses muertos en un ataque en Kabul, una ceremonia difícil para un presidente fuertemente criticado por su gestión de la crisis afgana.
Uno tras otro los ataúdes fueron depositados en la pista del aeropuerto de la base militar de Dover, Delaware, delante del presidente y su esposa Jill.
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Con la mano en el corazón, el presidente observó el descenso de cada uno de los ataúdes transportados por los soldados hacia vehículos oscuros, a veces agachando la cabeza en signo de meditación.
Bajo un cielo cargado, vestidos de negro, la pareja presidencial estuvo acompañada del jefe del Pentágono, Lloyd Austin; el secretario de Estado, Antony Blinken; el jefe de Estado Mayor, el general Mark Milley; y otros altos funcionarios militares.
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Las familias estaban a distancia, protegidas de las cámaras. Los sollozos a veces rompían el silencio.
Justo antes de la ceremonia, la delegación subió al enorme avión militar C-17 que transportaba los 13 ataúdes, para una breve oración fúnebre privada, según informó la Casa Blanca.
Dos de las trece familias habían pedido que no se filmara el descenso de los restos de sus respectivos seres queridos.
Cinco de los 13 soldados muertos tenían 20 años, la duración de la guerra más larga protagonizada por Estados Unidos, lanzada en 2001 en Afganistán.
El caso de una joven de 23 años muerta en el atentado despertó gran emoción en el país. Una semana antes del ataque había sido fotografiada con un bebé en brazos durante las caóticas operaciones de evacuación en el aeropuerto de Kabul.
Este atentado, reivindicado por el grupo Estado Islámico en Khorasan (EI-K), mató a más de cien personas, y fue el más mortífero lanzado en Afganistán contra las fuerzas del Pentágono desde 2011.
“Una de las peores decisiones”
La base de Dover, a unas dos horas de Washington, es sinónimo desde hace décadas, en las mentes estadounidenses, del desgarrador regreso de los militares caídos.
Estos momentos conmovedores a veces han manchado la imagen de presidentes estadounidenses que libran guerras impopulares, hasta el punto de que ciertas ceremonias han sido cerradas a los medios de comunicación.
En el poder desde enero pasado, Biden vio cómo su popularidad, relativamente estable hasta ahora, cayó por debajo del 50% después de la captura de Kabul por los talibanes a mediados de agosto. También se vio afectado por el rebrote de la epidemia de covid-19 debido a la variante delta.
Como represalia por el atentado al aeropuerto de Kabul, Estados Unidos llevó a cabo un ataque con drones en Afganistán, matando a dos miembros del grupo Estado Islámico.
Mientras la pareja presidencial estaba con las familias de los militares, el domingo, el Pentágono anunció también que había destruido un vehículo en Kabul, “eliminando una amenaza inminente del EI-K” contra el mismo aeropuerto.
Unas 114.400 personas, incluidos casi 5.500 ciudadanos estadounidenses, han sido evacuadas de Afganistán por un gigantesco puente aéreo desde el 14 de agosto.
Los republicanos cuestionan duramente a Biden por la gestión de esta evacuación.
“Esta es una de las peores decisiones de política exterior en la historia de Estados Unidos”, tronó el domingo el influyente líder senatorial republicano Mitch McConnell.
“Mucho peor que Saigón”, añadió. La caída de esta ciudad al final de la guerra de Vietnam en 1975 sigue siendo un recuerdo muy doloroso en Estados Unidos.
“Cuando salimos de Saigón, no quedaban terroristas vietnamitas que planearan atacarnos aquí en nuestro suelo”, dijo al canal Fox McConnell, quien ya estaba en contra de la retirada negociada en 2020 por el entonces mandatario republicano Donald Trump con los talibanes.
Ben Sasse, otro senador republicano, no pudo disimular su enojo con el presidente demócrata el domingo por la mañana, en una entrevista en ABC.
“Biden puso en peligro a nuestras tropas porque no tenía un plan de evacuación”, acusó. “Estamos en peligro porque el presidente fue increíblemente débil al abandonar la base de Bagram” en julio, hasta entonces el centro neurálgico de las operaciones de la coalición internacional, 50 kilómetros al norte de Kabul.
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