La jueza Amy Coney Barrett, nominada por el presidente Donald Trump a la Corte Suprema de Estados Unidos, aseguró el martes que su fe católica no pesará en sus decisiones, pero se negó a opinar sobre la sentencia del alto tribunal que legalizó el aborto.
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Frente a los senadores encargados de confirmar su nominación, la magistrada afirmó que esta decisión de 1973, denominada Roe V. Wade, no está grabada en mármol.
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“Roe no es un superprecedente”, aseguró Barrett, de 48 años, distinguiéndola de otras medidas pasadas que ya no son objeto de ninguna contestación. “Eso no quiere decir que deba ser anulada”, añadió sin embargo la jueza, opuesta al aborto a título personal.
Trump la designó el 26 de septiembre para reemplazar al ícono progresista Ruth Bader Ginsburg, fallecida ocho días antes y apuesta por la mayoría republicana en el Senado para validar su nombramiento antes de la elección del 3 de noviembre.
Tras una primera jornada dedicada a las declaraciones generales, la cámara alta del Congreso sometió a Barret a una batería de preguntas que, a pesar de mantener la cortesía, evidenció de nuevo las profundas divisiones suscitadas por su candidatura.
Conforme la Constitución, Barrett debe obtener el aval del Senado para entrar al templo del derecho estadounidense, donde ya cinco de los nueve miembros son jueces conservadores.
División
Como en la víspera, los senadores republicanos de la comisión jurídica describieron a una magistrada “brillante”, “calificada” y una “mujer excepcional”.
Los demócratas, sin embargo, dejaron ver que había sido lanzada por ricos lobbies conservadores con el fin de promover sus objetivos. Esta audición “es un teatro de marionetas”, estimó el legislador Sheldon Whitehouse.
La jueza Barrett, por su parte, defendió su independencia y afirmó en varias ocasiones “no tener objetivos” políticos. “No hice promesas a nadie”, aseguró.
“Nuestra fe es importante para nosotros”, continuó al ser preguntada por el peso de sus creencias en sus decisiones, y mencionó a su esposo y sus siete hijos, dos de los cuales son adoptados en Haití y el menor tiene síndrome de Down. “Pero esta es mi elección” y “nunca traté de imponerla” a los demás, aseguró.
Sin concretar
La senadora demócrata Dianne Feinstein le lanzó varias preguntas sobre temas candentes, comenzando por el derecho al aborto, reconocido por la Corte Suprema en 1973 para disgusto de la derecha religiosa.
Pero Barrett prefirió no contestar de forma clara. “Ya sea que diga que lo quiero o que lo odio, eso enviaría una señal mientras hay recursos pendientes”, explicó la magistrada, antes de rehuir de la misma manera otros asuntos como las armas de fuego o la legalización del matrimonio homosexual.
Feinstein, decana de los demócratas en el Senado, consideró “preocupante no tener una respuesta clara”, pero evitó atacar a la jueza por sus convicciones religiosas, como hiciera tres años atrás durante una comparecencia en el Congreso.
En un país donde solo una cuarta parte de la población es atea o sin religión, el rival de Trump, Joe Biden, había instado a los senadores de su partido a no tocar este campo tan sensible. “Su fe no debe tomarse en consideración”, dijo el lunes el candidato.
‘Peón’
Con poca capacidad para influir en el nombramiento de Barrett debido a su minoría en el Senado, los demócratas parecen decididos a usar la tribuna para difundir sus mensajes.
Deseosos de poner en debate cuestiones de salud en el país más castigado del mundo por el covid-19, los demócratas se enfocan en la ley conocida como “Obamacare” por la cual el gobierno de Barack Obama aseguró la atención médica de millones de estadounidenses.
Un recurso contra la “Obamacare”, apoyado por el gobierno de Trump, deberá ser discutido en noviembre por la Suprema Corte y los demócratas temen que esa ley sea derribada si Barret participa de la decisión.
“No soy hostil” a esa ley, replicó el martes la magistrada. “Jamas conversé con el presidente o un miembro de ese equipo sobre la forma en que podría pronunciarme sobre ese tema”, aseguró.
Además, afirmó no tener “ningún compromiso” con la Casa Blanca o el Senado sobre la forma en que trataría asuntos sensibles, entre ellos posibles litigios postelectorales.
“No me dejaré usar como un peón en esta elección”, aseguró.
Está previsto que su audiencia se extienda hasta el jueves, mientras que el voto final del Senado debería producirse, salvo sorpresa, a finales de octubre.
Los demócratas y su candidato Biden reclaman esperar el veredicto de las urnas antes de buscar llenar ese puesto, designado de por vida y extremadamente influyente, pero Trump quiere avanzar lo más rápidamente posible para satisfacer a los electores de la derecha religiosa.
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