El ascenso y la caída de Anna Delvey, una pasante de una revista que pretendía ser una heredera multimillonaria, incendió las redes sociales. Elle Dee, una DJ brasileña que conoció a la joven en el circuito de fiestas de Nueva York en 2014, comparte su historia.
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Cuando salieron las noticias sobre Anna Sorokin, también conocida como Anna Delvey, la chica germano-rusa que recorrió Nueva York fingiendo ser una heredera adinerada, todo el mundo quedó fascinado por el personaje, que había aparecido de la nada, estafando a amigos y negocios por cientos de miles de dólares.
Cuando la historia en New York Magazine se hizo viral a mediados de 2018, una de las fotos que eligieron para ilustrar el estilo de vida de Anna la mostraba a ella conmigo.
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La foto había sido tomada en 2014 en el Top of the Standard, el bar de la terraza del hotel Standard, en Manhattan, donde he trabajado como DJ por casi 10 años.
Tan pronto como la imagen fue publicada, me empezaron a llegar las preguntas... ¿Estaba bien? ¿También había sido su víctima? ¿La visitaría en prisión?
Me he mantenido en silencio hasta ahora, pero dado que Netflix y HBO están produciendo series sobre Anna Delvey, y la BBC un podcast, he decidido contar mi historia con ella.
“Balenciaga”
Conocí a Anna en mayo de 2014 en Hamptons (un balneario exclusivo del este de Nueva York) donde me habían contratado para trabajar de DJ en el hotel Surf Lodge.
A primera hora de la tarde, el promotor de fiestas Tommy Saleh tocó la puerta de mi habitación, acompañado por una chica que estaba demasiado bien vestida para la playa.
Saleh la presentó como Anna y me preguntó si podía quedarse con mis amigas y conmigo por la noche.
Lo primero que pensamos fue "definitivamente no".
Ya éramos tres en la habitación, compartiendo dos camas. Además, Anna no parecía muy amigable.
Durante toda la interacción, se mantuvo inexpresiva, sin decir una sola palabra, ni siquiera un simple saludo.
Solo cuando una de mis amigas comentó lo bonito que era su vestido finalmente habló: una palabra, "Balenciaga". El diseñador.
El resto del día, su respuesta se convirtió en nuestro chiste interno. Mis amigas y yo nos mirábamos muy seriamente y anunciábamos las marcas de todo lo que veíamos. “Corona”, decíamos señalando nuestra cerveza.
Más tarde, Saleh nos contó lo que había oído sobre Anna.
Aparentemente, era una heredera extranjera extremadamente rica, que había trabajado en la revista de moda Purple en París, y que ahora vivía en Nueva York y no conocía a nadie. "Anna necesita amigos", nos dijo Saleh. Su historia parecía lo suficientemente creíble.
Pero en realidad, era pasante de la revista y provenía de una familia trabajadora común de inmigrantes rusos en Alemania.
Luego consiguió que otros subsidiaran su lujoso estilo de vida y esquivó enormes facturas de hotel. Pero supongo que, en ese momento, sus estafas en Nueva York apenas comenzaban.
Después de conocerla, recuerdo que me sentí mal por no ofrecerle un lugar para dormir.
Ella no era de aquí y no conocía a nadie, algo con lo que podía identificarme por haberme mudado sola a Nueva York desde Brasil hacía muchos años.
Me acerqué para disculparme y le sugerí que comprara un colchón inflable en la recepción, pero la única reacción que obtuve fue una ceja levantada y nunca fue a nuestra habitación.
Al día siguiente, alrededor del mediodía, salí a tomar un café y me sorprendió verla durmiendo en uno de los autos en el estacionamiento.
En ese momento pensé que había algo extraño en la historia de la heredera.
¿No podría conseguir una habitación en uno de los muchos hoteles en Hamptons? ¿O tal vez contratar un servicio de transporte de regreso a la ciudad?
Una cena extraña
Durante los siguientes meses, seguí viendo a Anna en eventos y fiestas a las que asistía como DJ.
Aparecía en todas partes. También se tomó muchas fotos conmigo. Solía hacer el viejo truco de esperar a que viniera un fotógrafo y aparecía a mi lado.
Era bastante obvio que estaba tratando de abrirse paso en la escena de Manhattan.
En una de esas ocasiones, me pidió mi número de teléfono.
La primera vez que me contactó directamente fue cuando me envió un mensaje de texto invitándome a una "cena" en el hotel Standard en East Village (sureste de Manhattan), donde se hospedaba y que estaba a unas cuadras de donde yo vivía en ese momento.
A pesar de las raras sensaciones que me transmitía, sonaba como una persona nueva en la ciudad tratando de hacer amigos, así que decidí darle una oportunidad.
Fue una noche extraña.
Cuando llegué, ella estaba sentada sola en el bar. Cuando empezaron a llegar los demás, parecía que ella casi no los conocía, como si apenas fuera la segunda vez que se encontraban, casi igual que nosotras.
Todos se quedaron sentados, mirando en silencio sus teléfonos.
Cuando finalmente nos trasladaron a una mesa, me preguntó si podía pagarle su bebida. "Dejé mi billetera arriba", dijo.
La conversación fue difícil porque ella se la pasó mirando su teléfono. Me hizo algunas preguntas básicas sobre mi trabajo, cuestionándome por no tener suficientes seguidores en Instagram.
Rápidamente comencé a pensar todo tipo de excusas para salir de ahí.
Antes de irme, mencionó que quería alquilar un apartamento de seis habitaciones por US$12.000 al mes en Manhattan.
"¿Seis habitaciones? Es demasiado, ¿no?", dije. Ella se rio y respondió "en realidad, no", antes de mostrar fotos en su celular de un departamento que parecía de la revista Architectural Digest.
Salí del hotel riéndome para mis adentros. Todo parecía muy extraño. Las señales de alerta estaban en todas partes.
Atuendos parecidos
No volví a saber de ella en semanas, hasta que nos encontramos en una fiesta, donde nos tomaron la foto que convirtió mi teléfono en una pesadilla.
Llevábamos un atuendo muy similar, una falda negra larga con una pequeña chaqueta de cuero.
El fotógrafo del evento pensó que era divertido y pidió que posáramos juntas.
Si hubiera sabido que esa foto me perseguiría más tarde...
Muchas otras interacciones extrañas ocurrieron entre nosotras.
Parecía ser déspota y hostil, especialmente con los trabajadores de servicios.
Nunca fui una de sus víctimas, pero, en retrospectiva, desearía haber evitado su presencia en general.
Mis experiencias fueron completamente diferentes a las de Rachel Deloache Williams, quien se hizo "amiga" de Anna y a quien le estafó US$62.000 durante unas vacaciones que tomaron juntas.
Sin embargo, Anna una vez probó suerte conmigo.
US$40.000
Durante la Semana de la Moda de París en 2014, me tocaba presentarme en la fiesta posterior a uno de los espectáculos y recibí un mensaje de texto de Anna diciendo que ella también estaba en la ciudad.
Estaba con mi entonces novio, que tenía una exitosa startup en San Francisco con la que logró un puesto en la lista de Forbes “30 menores de 30”.
Anna nos invitó a su hotel, donde había organizado una fiesta propia.
Todo sonaba muy familiar y le advertí a mi novio que probablemente sería extraño, pero teníamos tiempo de sobra así que ¿por qué no?
Cuando llegamos al Hotel Du Louvre, encontramos a Anna sentada con otras seis personas en una habitación casi vacía.
Estaban bebiendo botellas de lo que parecía champán muy caro.
Al igual que mi experiencia previa, parecía ser un grupo de personas que no tenían nada en común: no había conversación, ni música, solo sonrisas forzadas e interacciones incómodas.
Mi novio y yo pedimos nuestros propios tragos en el bar y fue aún más incómodo de lo que predije.
Éramos los únicos que hablábamos y el silencio era tan insoportable que nos fuimos antes de terminar nuestras bebidas.
Temprano al día siguiente Anna me llamó. Nunca me había llamado antes, así que pensé que era inusual y probablemente por eso contesté.
Ella estaba llorando. Me dijo que su tarjeta de crédito no funcionaba, que la diferencia horaria le estaba dificultando contactar a su padre y que estaba tratando de salir del hotel, pero que el personal estaba siendo "extremadamente malo" con ella.
Luego me preguntó si podía prestarle mi tarjeta, diciendo que me pagaría "tan pronto como volvamos a la ciudad". "¿Cuánto necesitas?", le pregunté, aunque sabía que mi tarjeta probablemente ni siquiera podría cubrir el champán que estaban bebiendo.
"€35.000 (unos US$40.000)", dijo, como si no fuera gran cosa.
Cuando le dije que no tenía ese dinero, respondió secamente “Oh... está bien” y las lágrimas sonoras y sollozos desaparecieron.
"¿Y tu novio?", preguntó. "¿Mi novio?", me reí. ¿Realmente creía que iba a pedirle a mi novio, o a alguien, que le prestara esa ridícula cantidad de dinero? Colgué el teléfono lo más rápido que pude y nunca la volví a ver en persona.
Realmente no pensé en ella hasta que salió esa foto de ambas.
Apariencias cegadoras
Sé lo que pasó después por lo que leí en la prensa. Anna pasó de estafar a amigos y conocidos a tratar de estafar a los bancos, hasta que la policía la atrapó en 2017.
En mayo de 2019, fue sentenciada a entre cuatro y 12 años de prisión.
Me siento mal por ella, aunque tengo curiosidad por saber qué pasó en París y cómo se libró de la cuenta del hotel.
Al mismo tiempo, pienso que lo que hizo fue bastante increíble.
Demostró cuán fácilmente las apariencias pueden cegar a los humanos, y particularmente dentro de los círculos a los que aspiraba pertenecer.
No creo que haya tenido que esforzarse tanto. La gente estaba demasiado ansiosa por comprar su historia falsa. Expuso hasta qué punto algunas personas están tan desesperadas por ser alguien en Nueva York que creeríancasi cualquier cosa.