Cuando miembros de la organización paramilitar Oath Keepers avanzaban entre la multitud y subían las escalinatas del Congreso, estaba claro que lo sucedido el 6 de enero había sido planificado, según las autoridades. “Hay que arrestar a esta gente, tenemos razones para pensar que incurrieron en actos de traición y en un fraude electoral”, ordenó alguien a través de una aplicación de mensajes codificados que usaron algunos extremistas para comunicarse durante la toma.
Poco antes, elementos de Proud Boys con radios y audífonos se mezclaron con la multitud que invadía el Capitolio liderada por un individuo al que le habían asignado “poderes de guerra” para supervisar el ataque, según los fiscales.
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Las dos orgnizaciones extremistas habían llegado a Washington junto con miles de partidarios de Trump y no cayeron en un frenesí arengadas ese día por el presidente Donald Trump, indicaron las autoridades. Habían planificado el ataque. Y sus comunicaciones internas y otras pruebas que surgen en los tribunales revelan que las autoridades arguyen que pequeñas células mezcladas con la muchedumbre lanzaron un ataque militar organizado en el corazón de la democracia estadounidense.
“Esta no fue una simple marcha. Fue un ataque increíble contra nuestras instituciones del gobierno”, afirmó el secretario de justicia adjunto Jason McCullough durante una reciente audiencia.
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Pocos militantes de los Proud Boys y los Oath Keepers figuran entre los más de 300 partidarios de Trump imputados hasta ahora en conexión con la toma, que dio lugar a un segundo juicio político de Trump y produjo cinco muertes, incluida la de un policía. Pero varios de sus líderes y allegados están en la mira de la investigación del Departamento de Justicia.
No se descartan acusaciones más graves para algunos manifestantes. Al mismo tiempo, hay cada vez más pruebas de que hubo una planificación, lo que daría la razón a quienes dicen que la toma no fue causada por las arengas de Trump y por lo tanto el exmandatario no puede ser responsabilizado.
Los abogados de los imputados acusan a los fiscales de distorsionar las palabras de sus clientes para generar la impresión falsa de que el ataque fue una insurrección premeditada y planificada, y no una manifestación espontánea de malestar por un supuesto fraude electoral, que buscó impedir que el Congreso certificase la derrota de Trump ante Joe Biden.
Los argumentos de los fiscales en contra del individuo que describen como el líder de los Proud Boys se debilitaron la semana pasada cuando un juez dispuso su liberación, diciendo que algunas de las pruebas en su contra eran “débiles, por no decir otra cosa”.
Los Oath Keepers empezaron a prepararse para actos violentos en noviembre, de acuerdo con las autoridades. Sus comunicaciones indican que discutieron la logística, las armas a usar y el entrenamiento, incluidos “dos días de ensayos militares”.
“Los necesito listos para el combate” el día de la asunción, expresó la reclutadora Jessica Watkins en noviembre, según documentos legales. “Si Biden es presidente, se acabó nuestro estilo de vida. Se acabó nuestra república. Por ello es nuestro deber como estadounidenses es pelear, matar y morir por nuestros derechos”, expresó en otro mensaje ese mismo mes.
Cuando la turba se abalanzaba sobre el Congreso, Stewart Rhodes, el líder de los Oath Keepers, se comunicaba con algunos de los supuestos manifestantes.
“Lo único que hace Trump es quejarse. No veo que piense hacer nada. Por ello los patriotas están haciéndose cargo de esto. Ya basta”, manifestó en un mensaje de Signal a un grupo alrededor de las 13.40, de acuerdo con las autoridades. Poco después, Rhodes, quien no ha sido imputado, ordenó al grupo “reunirse en la escalinata del sector sur del Capitolio”.
A las 14.40, elementos de un grupo que subió la escalinata en una formación militar ingresó por una puerta del sector oriental, dijeron las autoridades. Los legisladores y el vicepresidente Mike Pence habían sido evacuados de las dos cámaras 20 minutos antes.
“Estamos en el entrepiso. Debajo de la cúpula principal en estos momentos. Estamos estremeciendo todo. Están tirando granadas, disparando bolas con pintura. Pero estamos aquí”, dijo Watkins en un canal llamado Stop the Steal J6 (paren el robo el 6 de enero) de la aplicación Zello, según señalaron los fiscales.
Los Proud Boys se congregaron en el Monumento a Washington y ya estaban en el Capitolio antes de que Trump terminase de arengar a miles de partidarios cerca de la Casa Blanca. Escuchar el discurso del mandatario no figuraba en sus planes, de acuerdo con los fiscales.
Ethan Nordean lideró al grupo con un megáfono. Sus compañeros llevaban protectores de la cabeza marcados con cinta anaranjada. Dominic Pezzola parecía tener un audífono en la oreja derecha. Joseph Biggs lucía lo que parecía un walkie-talkie en el pecho.
Nordean fue visto conversando brevemente cerca del Congreso con Robert Gieswein, un individuo que llevaba un bate. Durante la planificación del ataque del 6 de enero los Proud Boys habían hablado de usar personas ajenas a la organización, como Gieswein, para “dejar la ciudad hecha cenizas” y “hacer polvo a esos cerdos”, dijeron los fiscales.
Nueve personas vinculadas con los Oath Keepers fueron imputadas, acusadas de planificar y coordinar el ataque. Al menos 11 líderes, militantes o allegados a los Proud Boys están acusados de participar en una taque coordinado.
Varios miembros de ambos grupos permanecen bajo custodia federal a la espera de sus juicios.
El jefe interino de la policía del Capitolio declaró ante el Congreso que los agentes habían interceptado “las frecuencias radiales usadas por algunas de las agrupaciones y monitoreado las comunicaciones de esos grupos”, aunque no está claro si los Proud Boys y los Oath Keepers figuraban entre esas organizaciones.
Sus abogados dicen que los fiscales disitorsionan lo sucedido ese día usando pruebas poco sólidas. Abogados de otros imputados en la toma del Capitolio han tratado de atribuir toda la responsabilidad de lo sucedido a Trump, por arengar a la multitud.
Los abogados de Nordean dicen que los fiscales no presentaron pruebas de que hayan usado comunicaciones codificadas para montar el ataque.
“El gobierno habló insistentemente de las actividades de Ethan y luego dio marcha atrás, sin ofrecer pruebas”, dijo uno de los abogados, Nicholas Smith.
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