Los miembros del equipo de seguridad de la NASA preparando la nave de retorno de muestras del asteroide Osiris-Rex ubicada en el desierto de Utah en Dugway, Utah, el 24 de septiembre de 2023. (Foto de Handout / NASA / AFP)
Los miembros del equipo de seguridad de la NASA preparando la nave de retorno de muestras del asteroide Osiris-Rex ubicada en el desierto de Utah en Dugway, Utah, el 24 de septiembre de 2023. (Foto de Handout / NASA / AFP)
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Agencia EFE

Por primera vez en su historia, la logró este domingo traer a la una muestra de un , que los científicos esperan proporcione información única sobre el origen de la vida y sobre la formación del hace unos 4.500 millones de años.

Esta fue una toma de una transmisión en vivo de la NASA de la nave de regreso de la muestra del asteroide Osiris-Rex que se encuentra en el desierto de Utah en Dugway, Utah. (Foto de Handout / NASA / AFP)
Esta fue una toma de una transmisión en vivo de la NASA de la nave de regreso de la muestra del asteroide Osiris-Rex que se encuentra en el desierto de Utah en Dugway, Utah. (Foto de Handout / NASA / AFP)
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En medio de una gran expectación, la cápsula de la NASA que contiene las muestras del asteroide Bennu aterrizó a las 08.52 hora local (14.52 GMT) en el desierto de Utah (Estados Unidos), poniendo fin a un viaje de siete años.

Esta es la primera vez que la NASA, la agencia espacial de EE.UU., consigue traer a la Tierra las muestras de un asteroide. La Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón (JAXA) logró recuperar restos de asteroides en 2020, pero se trató de una cantidad mínima, no mayor que una cucharadita de polvo y rocas.

La misión de la NASA, bautizada como Osiris-Rex, espera haber recolectado 250 gramos de restos del asteroide Bennu, aunque los científicos no lo sabrán con certeza hasta que abran la cápsula dentro de dos días.

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Una “cápsula del tiempo”

Según dijo a EFE el argentino Lucas Paganini, científico planetario de la NASA, Bennu contiene moléculas que se remontan a la formación del sistema solar hace 4.500 millones de años y que podría arrojar luz sobre preguntas que han intrigado a la humanidad durante siglos, como el origen de la vida y del propio sistema solar.

Los asteroides son muy importantes porque son los desechos de cuando se formaron los planetas 4.500 millones de años atrás. Son como cápsulas del tiempo, equivalentes a fósiles de dinosaurios que nos permiten saber qué estaba ocurriendo hace millones de años. En este caso, con nuestra misión, estamos viajando miles de millones de años atrás en el tiempo”, explicó Paganini.

Los científicos creen que esas moléculas podrían haber llegado a nuestro planeta a bordo de meteoritos y, por tanto, analizar la composición de Bennu les servirá para comprobar esa hipótesis y esclarecer qué papel podrían haber jugado los cuerpos celestes en el origen de la vida.

Precisamente, los científicos eligieron Bennu porque es relativamente rico en moléculas orgánicas y, además, tiene una órbita conocida, lo que facilitó que la nave nodriza Osiris-Rex pudiera acercarse para tomar muestras.

Descubierto en 1999, se cree que Bennu se formó a partir de fragmentos de un asteroide mucho más grande tras una colisión. Mide medio kilómetro de ancho, aproximadamente la altura del Empire State Building, y su superficie negra y rugosa está llena de rocas grandes.

Además, existe la hipótesis de que Bennu colisione con la Tierra en 159 años y, aunque esta posibilidad es de solo un 0,057 %, esta misión de la NASA también serviría para ver cómo cambiar la trayectoria del asteroide si fuera necesario, dijo a EFE Paganini.

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“¡Bienvenida a casa!”

La NASA transmitió en directo el aterrizaje en el desierto de Utah de la cápsula, del tamaño de una cuba de bebé.

El momento más emocionante se produjo cuando se desplegó el paracaídas, de aproximadamente 81 por 50 centímetros , un paso crucial para reducir la velocidad de la cápsula y evitar que los restos del asteroide Bennu se estrellaran en el desierto de Utah.

“¡Bienvenida a casa!”, exclamó en ese momento Noelia González, del equipo de comunicaciones de la NASA y encargada de la retransmisión en español del evento.

“Se palpa en el ambiente la expectativa, la emoción, los nervios”, contaba González, mientras de fondo se podían escuchar los gritos de alegría del equipo de la NASA ante el éxito de la misión.

La cápsula ingresó en la atmósfera alrededor de las 8:42 hora local en Utah (14:42 GMT), viajando a una velocidad de 44.500 kilómetros por hora y enfrentando altas temperaturas, por lo que era clave que redujera su velocidad durante el descenso a la Tierra.

Cuatro horas antes de su aterrizaje, la nave nodriza Osiris-Rex liberó la cápsula en el espacio, a una distancia de exacta de 102.000 kilómetros de nuestro planeta, y puso rumbo a otro asteroide llamado Apofis y que estudiará durante los próximos años.

Con la llegada a la Tierra de la capsula, se pone fin a una aventura que comenzó en 2016 con el lanzamiento de la nave Osiris-Rex desde el centro de la NASA en Cabo Cañaveral (Florida).

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Una muestra de pureza inigualable

Ahora, los científicos de la NASA se llevarán la cápsula a una sala hermética, libre de cualquier otra molécula, en una base militar cercana, asegurando así que la muestra permanezca libre de contaminación.

El valor de la muestra radica en que no está contaminada por otras sustancias, lo que podría proporcionar información previamente desconocida. A menudo, los meteoritos contienen información útil para los científicos pero, al llegar a la Tierra, esta ya se ha visto alterada.

Con el fin de estudiar esta valiosa muestra en condiciones ideales, la cápsula será transportada el lunes en un avión hacia el Centro Espacial Johnson de la NASA en Texas, donde será resguardada en una sala exclusivamente destinada para su preservación.

Sin embargo, no todos los polvos y rocas de Bennu se usarán para la investigación de manera inmediata.

Aproximadamente el 70 % de los restos se preservarán, brindando a las futuras generaciones de científicos la oportunidad de responder a las grandes incógnitos del origen del universo con tecnología que hoy ni siquiera podemos imaginar.

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