Imagen de archivo. En el 2013, el presidente de China, Xi Jinping, estrecha la mano del entonces vicepresidente Joe Biden. (Foto: REUTERS).
Imagen de archivo. En el 2013, el presidente de China, Xi Jinping, estrecha la mano del entonces vicepresidente Joe Biden. (Foto: REUTERS).
/ POOL New

La llegada de Joe Biden a la presidencia de abre un nuevo capítulo en la historia de las relaciones con . La pregunta, entonces, se hace evidente: ¿qué tanto cambiará la forma en la que ambas potencias dialogan?

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Para el analista Óscar Vidarte, en el corto plazo no habrán tantas diferencias. “No creo que Biden vaya a hacer un giro de 180 grados con respecto a su predecesor. Y ya lo ha dicho: no va a tocar los aranceles. En todo caso, el cambio no va a ser tan radical, sobre todo en temas tan sensibles como lo es su relación con China”, anota.

A mediano plazo, sin embargo, sí. Vidarte entiende la llamada de Biden a su par chino Xi Jinping como una forma de poner en agenda temas que le interesan y sobre los cuáles estará atento. Derechos humanos, autoritarismo y cambio climático, son algunos de los asuntos que, para su predecesor Donald Trump, no eran llamativos.

O el mismo interés por mantener buenas relaciones con aliados fundamentales que, así como Estados Unidos, ven en China una amenaza. Allí están Taiwán, Japón, Corea del Sur”.

El economista y miembro del Instituto Taihe de Beijing, Marco Carrasco, coincide con Vidarte, y sostiene que, sin dudas, la relación entre Estados Unidos y China mejorará.

Se espera menos confrontaciones directas, menos pleitos como los que hubo durante la administración de Trump. Sin embargo, Biden es muy cauto al momento de definir a China como un rival”, afirma Carrasco.

Porque si bien va a ser necesario que cooperen en varias áreas, los roces serán inevitables. Carrasco afirma: “Y habrá que sentarse y negociar. Eso significará que China se ha convertido en una nación que se ubica a la par de Estados Unidos”.

En esa línea, valdría preguntarse cuál es el verdadero poder de negociación de cada lado. ¿O es que hablar sobre derechos humanos es más para la tribuna? En ese tipo de materias, la discusión se torna blanco y negro.

Xi Jinping y el expresidente Donald Trump, en una cena durante el G20 en el 2018. REUTERS
Xi Jinping y el expresidente Donald Trump, en una cena durante el G20 en el 2018. REUTERS
/ Kevin Lamarque

Es una negociación que tendrá que respetar los puntos de vista de cada uno, y China siempre hace respetar su soberanía”, anota Carrasco.

Él da un ejemplo: el problema latente que el gigante del Asia tiene con sus límites en el mar del sur. “China tiene varias discusiones con países del sudeste asiático. Sin embargo, pese a que se pidió que la ONU se pronunciara, ellos han expresado que, independientemente la postura de esa institución, no tiene que hacerle caso “.

Para ellos, agrega Carrasco, no hay debate cuando se habla de la intromisión de otros países en sus políticas internas. Ellos no se meten en asuntos externos y esperan la misma retribución.

Carrasco anota: “Y cuando se trata de temas como su relación con Hong Kong, que siempre es delicada, no consideran válidas o totalmente acertadas las descripciones que se escuchan en occidente. En ese sentido, no van a aceptar o cambiar sus posturas porque Estados Unidos lo diga”.

Entonces, ¿se podría hablar de una amistosa tensión entre ambas naciones? “Es una manera de decirlo, pero también se podría decir que es una amistad estratégica, una amistad que no busca la confrontación, que es lo que se remarcó en la conversación que tuvo Joe Biden con Xi Jinping”, dice Carrasco.

Porque para el especialista, el hecho que la llamada entre ambos líderes se haya dado un día antes del Año Nuevo Chino, es bastante revelador. “Es un detalle estratégico, aprovecha el contexto de felicitación para hacer llegar sus buenas intenciones de cooperación”.

En ese sentido, Vidarte entiende el gesto de Biden no como una jugada que apunte a la paz. “Es, más bien, pragmática, porque toma en cuenta los intereses de Estados Unidos con respecto a China, y viceversa”.

¿Amigos o rivales? Las manos de Xi Jinping y Donald Trump frente a sus banderas, en el 2017. REUTERS
¿Amigos o rivales? Las manos de Xi Jinping y Donald Trump frente a sus banderas, en el 2017. REUTERS
/ DAMIR SAGOLJ

TENDER PUENTES

Así como se pueden observar a la distancia ciertas dificultades en la relación entre EE.UU. y China, también se vislumbran oportunidades.

El gobierno de Trump planteó una política de confrontación, con pocos espacios de cooperación y, más bien, de competencia en cuestiones económicas, tecnológicas, militares. Una serie de competencias que ponían en riesgo a la economía global”, dice Vidarte.

Pues con la llegada de Biden se espera un cambio.

Carrasco anota que los chinos han sido muy cautos al respecto, porque la experiencia con la administración Trump no fue muy fecunda. “Así que ahora esperan negociaciones racionales y alturadas”.

En ese sentido, los acuerdos podrían darse en cuestiones militares. Carrasco da un ejemplo: “Con respecto a Corea del Norte, o a lo que sucede en la frontera entre China y Pakistán, en donde han surgido encuentros terroristas”.

La salud también puede ser otra posibilidad para tender puentes. Vidarte comenta: “China es una productora importante de material sanitario, y allá se generó la pandemia, así que es una buena oportunidad para investigar y trabajar conjuntamente”.

Tampoco hay que perder de vista a la economía. Carrasco sostiene que trabajar coordinadamente puede hacer que los mercados se dinamicen y se haga frente a la crisis mundial. “China ya tiene que empezar a comportarse como una potencia de orden global. Ya no es la China que se encontraba al fin de la era de Obama, sino que está más fortalecida económicamente”.

Y eso último, sin dudas, impactará en su capacidad de negociación. Hay que tener en cuenta, dice Carrasco, que, en las proyecciones del Fondo Monetario Internacional, China fue “una de las economías que no decreció gracias a su manejo de la pandemia”.

De hecho, creció por encima del 2%, y se espera que cierre el año con más del 8%. Ese margen le da el peso económico que, sumado a la estabilidad política de estos años, les permitirá negociar de igual a igual con EE.UU.”.

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