Escribir sobre presidentes y desenterrar todos sus cadáveres es una tarea riesgosa. Ningún gobernante estará feliz de que muestren su verdadero rostro y tal afrenta no se puede permitir. Ya sean Richard Nixon o Barack Obama los personajes investigados, las amenazas vienen con el trabajo.
Pero no todo es color de hormiga: al lidiar con los hombres más poderosos del mundo, el éxito editorial está asegurado. ¿Quién no querría leer sobre lo que sucede dentro de la Casa Blanca, conocer cuál es el estilo de George W. Bush o Donald Trump para tomar decisiones? Así se puede entender que doce de los libros de no ficción del periodista Bob Woodward (Illinois, 1943) hayan sido éxitos de venta en Estados Unidos.
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Y ni hablar del prestigio que se gana con una buena investigación. Woodward tiene dos premios Pulitzer: el último, en el 2003, por el seguimiento a los ataques de las Torres Gemelas; y el primero junto a Carl Bernstein, en 1973, por la cobertura del escándalo Watergate, que derivó en la renuncia del presidente Richard Nixon.
“Siempre resulta muy duro encontrar la verdad. Es una tarea muy complicada porque nunca es en línea recta –dijo Woodward en una entrevista–. Durante la investigación del Watergate cometimos algunos errores y en cualquier investigación, también los habrá. El problema que veo [ahora] es que los medios de comunicación poseen bastante poder y muchísima influencia, pero, de igual manera, carecen de cierta paciencia”.
Hasta la fecha, Woodward trabaja a la antigua: sin redes sociales y con un teléfono fijo que siempre está a disposición de todos los ciudadanos. “Esa línea sigue estando abierta, aunque, por lo general, la gente que me llama está enfadada. Les suelo decir que hablen con los que están en el gobierno y que traten de buscar fuentes fiables”.
“RAGE” Y LOS AUDIOS POLÉMICOS
Los adelantos del nuevo libro de Bob Woodward, “Rage”, han vuelto a cuestionar la capacidad de Donald Trump para estar al frente de la Casa Blanca. Lo que se le cuestiona al mandatario estadounidense es haber reconocido, en una de las entrevistas con Woodward llevada a cabo en febrero de este año, que el coronavirus era “mortal” y que, días después, lo minimizó para no causar pánico.
“Es una confesión que engrosa el expediente de Trump –anota el politólogo Francisco Belaúnde–. Es curioso que se lo haya dicho a un periodista, como si no fuera un problema ocultar o trastocar información y dar un mensaje distinto a lo que él percibía que era la realidad. Él ya está desprestigiado con el manejo del virus y esto empeora las cosas”.
Aun así, Belaúnde es escéptico sobre si esto va a afectar de forma crucial la reelección de Trump, aunque anota que, si la presidencia se eligiera con el voto popular, hace rato que él habría perdido. “Es verdad que el tema de la pandemia lo ha perjudicado tanto en temas de salud como en economía, que era básicamente su gran vitrina, y sí, esto podría eventualmente incidir algo, pero hay un sector que lo apoya, un electorado duro”.
Norberto Barreto, politólogo y profesor de la PUCP, opina de forma similar y recuerda que las últimas dos semanas han sido terribles para Trump. Hace unos días, él se enfrentó a lo que supuestamente dijo sobre los veteranos de guerra caídos en combate, cuando no quiso ir al cementerio a visitar a los “perdedores” y “fracasados”, detalle no menor teniendo en cuenta que cierta parte del electorado considera que los militares y los policías son los máximos servidores porque entregan su vida por la Nación. “Y [despreciarlos] es un comentario mortal”.
“Hay quienes le siguen el rastro a las mentiras que él dice y pasan de miles –agrega Barreto–, pero una cosa es que lo sepamos y otra que sea tan contundente como ahora: él había hablado con el presidente chino, sabía que el virus se transmitía por el aire un mes y medio antes de que se declarara la emergencia nacional, y luego en conferencia dijo que no”.
Barreto anota que Trump fue muy hábil para aprovechar las circunstancias de Rochester (las protestas por la muerte de Daniel Prude a manos de la policía) para sacar al COVID-19 del primer plano de la discusión política, y obligar a los demócratas a defenderse de que eran flojos y que él sí podía asegurar la ley y el orden. “Y ahora el coronavirus le ha reventado en la cara. No me arriesgaría a decir que no va a ser reelecto, pero su situación es más incómoda”.
Es preciso tener en cuenta, además, que los simpatizantes de Trump son un voto duro. Para Belaúnde, esto se debe al contexto de polarización que se vive en la actualidad. “Uno se aferra a lo que cree y duda de todo lo que viene del otro lado. Ahora hay esta tendencia a no creer, en general, en las evidencias, en la información, a quedarse en tu burbuja, en tus redes sociales, y alimentarte de lo que dice gente que piensa como uno”.
Barreto, por su lado, comenta: “Hay gente que votaría por Trump, aunque mañana camine desnudo por la Casa Blanca. Hay un voto ideológico de hombres de clase media, casi todos sin educación universitaria, que se informan por Fox y que comparten con él, en última instancia, la tendencia racista, a aislar a Estados Unidos, el nacionalismo. No son tontos, sino que muchos carecen de mecanismos para hacer juicios críticos. Si solo tienes una fuente de información, si le crees al presidente cuando dice habla de las ‘fake news’, si estás atrapado en una ideología, estos audios no te van a afectar”.
¿CONSPIRACIÓN DEMÓCRATA?
Valdría preguntarse qué hizo que Trump hablara con Bob Woodward. Barreto explica: “Sus asesores no querían, pero su yerno le convenció. Creo que él fue víctima de su narcisismo y pisó el palito, aunque no creo que Woodward se lo haya puesto en el camino. Esta situación es muy interesante porque, durante el impeachment, él dijo que había aprendido mucho de Nixon y que por eso no grababa nada”.
Y, claro, hay quienes dudan de Woodward y cuestionan que recién ahora, tan cerca a las elecciones, se decida a lanzar el libro, anotando que parece una treta de los demócratas. Belaúnde anota que ahora se están publicando una gran cantidad de libros sobre Donald Trump, que los editores saben elegir bien el contexto para aumentar sus ventas, y que por ahí se podría entender la razón. Barreto, por su parte, afirma que la verdadera pregunta es por qué el Trump no dijo nada sobre el coronavirus.
“Es el presidente quien tuvo que haber dicho algo, no el periodista. Y no me sorprendería que le tengan guardadas más cosas. Él es autodestructivo y ahora no puede decir que son fake news”, sentencia Barreto.
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