La división republicana que permitió el auge de Donald Trump
La división republicana que permitió el auge de Donald Trump
Gisella López Lenci

Cuando en junio pasado, elevó aun más su ego pretendiendo que podía ser presidente de , pocos lo tomaron en serio. Al fin y al cabo, se trataba de un ‘magnate-celebrity’ que había acostumbrado al público a su grandilocuencia.

Y fue, al inicio, lo que todos esperaban: el candidato más entretenido que podían pedir los medios, con ráting seguro y horas de exposición. Pero la diversión empezó a desdibujarse a medida que sus declaraciones explosivas subían de tono en proporción directa a la gente que iba a escucharlo, en masa, en sus presentaciones públicas. “Ahora sí se desinfla”, “Con esto ya cruzó la línea”, se arañaban los politólogos, mientras Trump exponía, sin desparpajo, su xenofobia, misoginia y sus burlas hacia cualquiera que no fuera de su agrado.

Era lo más políticamente incorrecto que podía presentarse en las elecciones y, en medio del show –o aprovechándose de este–, empezó a captar la atención de votantes que le celebraban sus frases, pero tomaban en serio su mensaje: el de un exitoso empresario con suficiente dinero para no ser controlado por lobbies, un ‘outsider’ que apelaba a la “grandeza perdida” de Estados Unidos y una personalidad sin pelos en la lengua para denunciar el hartazgo de los ciudadanos ante la hipocresía de los políticos. No importaba si esos políticos estaban dentro de su mismo partido. Trump disparó a los pies a los republicanos sin mancharse los zapatos.

Pero Trump ya dejó de ser una broma pasajera. Si la tendencia se confirma, será el candidato presidencial del Partido Republicano en las elecciones de noviembre. Y mientras sus seguidores lo celebran, sus colegas de partido tienen dolores de cabeza pensando en cómo dejarlo fuera de carrera.

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Las causas

El huracán Trump ha mostrado un partido dividido: entre la dirigencia que apostó por candidatos como Jeb Bush, quien debió irse por la puerta falsa, o ahora Marco Rubio, quien no sube en las encuestas; y los votantes que, con su apoyo al magnate, protestan contra los intereses de su propio partido.

En un artículo en “The Nation”, el analista William Greider resume que el apoyo hacia Trump es la consecuencia de la aparición del ultraconservador Tea Party, que con su discurso extremista alimentó las ansias de una población harta de las promesas falsas de su dirigencia. Los partidarios de Trump son votantes enojados, a quienes no les interesa si es un genuino conservador, fan de la Biblia o amante de las armas.

Y el millonario se dio cuenta de que, apelando a unas cuantas frases dirigidas contra los mexicanos y los chinos, exacerbaba la angustia por la falta de empleo y la disminución de la clase media. Presionando unos cuantos botones puso en evidencia la división en un partido frustrado y confundido.

“El Partido Republicano dio fervientes discursos e hizo varias promesas sobre los problemas sociales, pero, por una razón u otra, el ‘establishment’ falló en llevarlas a cabo. La crisis financiera, el rescate de los bancos [la burbuja inmobiliaria explotó en el gobierno de George W. Bush] y la prosperidad colapsada intensificaron el sentimiento de traición entre los seguidores del partido. El Tea Party orientó su odio hacia el presidente Barack Obama, pero también tomaron por asalto a los líderes republicanos que los habían engañado”, señala Greider.

“El partido lleva años dividido, sobre todo desde que apareció el Tea Party y se eligieron en el Congreso personas muy conservadoras. De otro lado, el pueblo estadounidense está cansado de la misma política que se sigue practicando a todo nivel, influenciado por los intereses de las corporaciones. Trump tiene apoyo por la frustración que existe dentro del Partido Republicano, que también se aplica al Partido Demócrata, donde apareció alguien como Bernie Sanders”, señala a El Comercio Andy Gómez, analista político de la Universidad de Miami.

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¿La estrategia y el fin?

Ante el avance de Trump en las primarias, el ‘establishment’ decidió salir de su inacción para emprender una campaña que busca desacreditar al magnate.

Mitt Romney, quien perdió la presidencia en el 2012 ante Obama, dijo el jueves que Trump era “un fraude” y que el partido no podía permitirle ser el nominado. Además, decenas de donantes millonarios del partido elaboran estrategias intentando evitar lo que ya parece inevitable.

“El discurso de Romney puede tener un efecto negativo porque el partido está yendo abiertamente contra Trump y lo que están haciendo es entregarle la presidencia a Hillary Clinton, que ya se está sobando las manos esperando el desenlace”, agrega Gómez.

Las primeras reacciones de los votantes de Trump no se hicieron esperar. “Estoy muy molesta con lo dicho por Romney. ¿Acaso él me está diciendo por quién votar y por quién no? Por favor”, le dijo Lola Butler, de 71 años, a “The New York Times”.

Este mismo diario relató que en el evento de un comité que busca desbancar a Trump, “los asistentes temían ser testigos de algo que no ha ocurrido en más de un siglo: el colapso de uno de los más importantes partidos políticos en Estados Unidos”.

El analista cubano-estadounidense Rui Ferreira piensa que la alternativa que tienen los republicanos es desconocer las primarias y apostar por otro candidato. “Por el momento, ningún candidato es oficial. Hay que entender que un partido político es una entidad privada y las primarias son elecciones internas que no son vinculantes. Sé que es difícil de entender, pero en realidad las únicas elecciones válidas son las de noviembre. Así que no me extrañaría que el ‘establishment’ republicano se aparezca con alguien nuevo. Todo es posible”, remarca a El Comercio.

¿Cómo podrían reaccionar los seguidores de Trump? Steve Walker, militante de California, lo resumió así: “Nosotros sabemos quién es Donald Trump, y vamos a usarlo para tomar las riendas del Partido Republicano o hacerlo estallar”.

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