Ed Buck les dijo a sus vecinos que el flujo constante de jóvenes negros que salían de su apartamento en West Hollywood eran clientes de trabajo social. Lo que realmente sucedió a puertas cerradas, a las que él se refería como “las puertas del infierno”, era mucho más siniestro.
Esos hombres no necesitaban la ayuda de Buck, necesitaban que alguien los salvara de él, dijeron fiscales federales en Los Ángeles, Estados Unidos. Algunos apenas escaparon con vida. Dos hombres no lo lograron.
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Buck, de 67 años, un acaudalado homosexual de blanco que donaba a causas del Partido Demócrata, de la comunidad LGBTQ y de los derechos de los animales, fue sentenciado el jueves en una corte federal a 30 años de prisión por inyectarles a dos hombres dosis letales de metanfetaminas como parte de un fetiche que resultó fatal.
Los fiscales intentaban lograr que fuese condenado a cadena perpetua. Al presentar sus argumentos, dijeron que Buck tenía tal menosprecio por la vida humana que incluso después de que dos personas murieran en su apartamento no dejó de pagarles a hombres para que fueran a su casa y los inyectara con fuertes dosis de metanfetaminas. Un individuo sufrió dos sobredosis en una semana.
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“Este acusado acechaba a víctimas vulnerables —hombres que dependían de las drogas y con frecuencia sin hogar— para alimentar una obsesión que derivó en muerte y miseria”, dijo la fiscal federal Tracy L. Wilkison. “El señor Buck sigue siendo un peligro evidente para la sociedad”.
Buck fue declarado culpable en julio de distribución de metanfetaminas resultante en los fallecimientos de Gemmel Moore en 2017 y Timothy Dean en 2019. También fue declarado culpable de cuatro cargos de distribución de metanfetaminas, dos de incitar a hombres a cruzar límites estatales con fines de prostitución y un cargo de contar con un lugar para el consumo de drogas.
Buck evitó ser arrestado durante más de dos años después de la muerte de Moore, y familiares de este y miembros de la comunidad encabezados por la estratega política Jamsyne Cannick se quejaban de que no había sido enjuiciado debido a su riqueza, sus contactos políticos y su raza. Desde el 2000 donó más de 500.000 dólares, principalmente a causas demócratas.
La madre de Moore, LaTisha Nixon, se unió a Cannick y a varios otros amigos y familiares de las víctimas para solicitarle al juez la sentencia máxima. Nixon, una asistente de enfermería que dijo haber orado con innumerables pacientes en agonía y haberlos consolado, rompió a llorar al pensar en la forma en que murió su primogénito.
“En lo único en que puedo pensar en estos momentos es cómo murió mi hijo desnudo en un colchón sin amor a su alrededor”, declaró Nixon. “Nadie para sostener su mano o decirle cosas buenas”.
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