Es la consagración de una carrera extraordinaria: Kamala Harris, exfiscal e hija de inmigrantes, pasó a la historia como la primera mujer en convertirse en vicepresidenta de Estados Unidos.
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A los 56 años, la dinámica y belicosa senadora demócrata de California permitió que Joe Biden, de 77 años, obtuviera el apoyo de un electorado más diverso que buscaba estar mejor representado en la cima del poder.
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Tanto es así que algunos dijeron que no votaron por Biden sino por ella, una abogada de padre jamaicano y madre india.
Durante la campaña, quien también será la primera persona negra vicepresidente del país ha llamado incansablemente a una movilización histórica de mujeres y minorías, denunciando los intentos de obstruir el voto en los estados tradicionalmente republicanos.
“¿Por qué creen que tanta gente poderosa (...) está tratando de impedirles que voten?”, preguntó en Georgia, un estado sureño clave para la victoria. “Ellos saben del poder que ustedes tienen”, respondió. “No permitan que nadie los deje fuera del juego”.
Siempre con tapabocas para protegerse del coronavirus y respetando la distancia social como Biden, Harris hizo una campaña más activa que el septuagenario, bailando al ritmo de bandas de música o hablando con clientes de los cafés, siempre al aire libre por el covid-19.
También conoció en Milwaukee a la familia de Jacob Blake, un hombre negro gravemente herido por la policía en medio de manifestaciones durante la oleada de este año contra el racismo en Estados Unidos.
Pionera
Con una carrera brillante, digna del mejor “sueño americano” a pesar de capítulos controvertidos, Harris soñaba con convertirse en la primera mujer negra presidenta de Estados Unidos.
Finalmente se postuló a la vicepresidencia pero, sin duda, con la mirada puesta en las elecciones presidenciales de 2024 y la esperanza de romper entonces el techo de cristal definitivo.
Harris ya tiene títulos de pionera. Creció en Oakland, donde su padre, profesor de economía, y su madre, investigadora del cáncer de mama, eran activistas de los derechos civiles.
Graduada de la Universidad Howard, fundada en Washington DC para acoger a estudiantes afroestadounidenses en medio de la segregación, recuerda regularmente su membresía en la asociación de estudiantes negros “Alpha Kappa Alpha”.
Después de dos mandatos como fiscal en San Francisco (2004-2011), fue elegida dos veces fiscal general de California (2011-2017), convirtiéndose en la primera mujer, pero también la primera persona negra, en encabezar los servicios judiciales del estado más poblado del país.
Luego, en enero de 2017, prestó juramento en el Senado en la capital estadounidense como la primera mujer del sur de Asia y la segunda senadora negra de la historia.
Su riguroso cuestionamiento de los candidatos presidenciales durante las audiencias de confirmación en el Senado la hizo conocer como el rostro contra los magistrados designados a la Corte Suprema Brett Kavanaugh y Amy Coney Barrett.
Durante las primarias demócratas, también prometió “liderar la acusación” contra Trump en el Congreso.
“Monstruo”
Pero fue durante uno de los debates de las internas partidarias, cuando se enfrentó al propio Biden, atacándolo por sus posiciones pasadas con respecto a las políticas de segregación racial en la década de 1970.
Conmovió al contar cómo, cuando era pequeña, estaba en uno de los autobuses que llevaban escolares negros a barrios blancos, con lo cual creció brevemente en las encuestas.
Sin embargo, terminó tirando la toalla de la carrera presidencial. Su experiencia en los poderes legislativo, judicial y ejecutivo, y su cercanía con Beau Biden, hijo de Joe y exfiscal de Delaware que murió de cáncer en 2015, convencieron a su exrival de elegirla como su compañera de fórmula.
A Biden también le sirve su imagen de mujer moderna, “Momala” de los hijos de su marido y orgullosa de su familia ensamblada con el abogado blanco Douglas Emhoff, quien también participó activamente en la campaña presidencial.
Pero el pasado de Harris como fiscal también pesa en su contra. Votantes negros y progresistas deploran su reputación de dureza, en particular al castigar estrictamente delitos menores que, según sus detractores, han afectado principalmente a las minorías.
Frente a Mike Pence, en el único debate de los candidatos a vicepresidentes, atacó varias veces el manejo del gobierno de la crisis del coronavirus, que calificó como “el mayor fracaso de cualquier administración presidencial en la historia” del país.
Al día siguiente, el presidente Donald Trump la llamó “monstruo” que solo dice “mentiras” y desde entonces no ha cesado de advertir contra las opiniones de Harris que, según él, hundirán a Estados Unidos en un odiado “socialismo”.
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