Del fentanilo no se ha dejado de hablar en los últimos años. La llamada droga zombi, que pone cada día a miles de personas a deambular en las calles como sonámbulos inyectados, se ha convertido en una crisis de salud pública en Estados Unidos. La cifra es espeluznante, tanto como las escenas de los adictos: en el 2021 (el recuento más reciente) murieron por sobredosis de este opioide sintético más de 70.000 estadounidenses (unos 193 al día), situándose en la lista de las 10 causas principales de muerte en el país, inmediatamente después de la diabetes.
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Desde la administración Trump se puso foco en el problema, pero el COVID-19 y la crisis electoral desviaron las preocupaciones. Desde este año, el gobierno de Joe Biden lo ha puesto como una de sus prioridades.
Sin embargo, su preocupación no es solo interna sino que, como parte de la política antidrogas de Washington, se pretende atajar el tema de raíz: atacar la producción y evitar que los narcóticos ingresen a territorio estadounidense. Una tarea que, hasta ahora, no está dando resultados. Más aún si uno de los actores es nada menos que China, su némesis.
Según la DEA, buena parte de los insumos (o precursores químicos) utilizados para el fentanilo ilegal provienen de laboratorios chinos, mientras que los cárteles mexicanos se dedican a introducirlos en Estados Unidos, un negocio redondo para el crimen organizado debido a que es una droga que tiene la combinación ideal: barata, potente, adictiva y fácil de transportar.
–Vaivenes con China–
En el 2019, China colaboró. De hecho, a petición expresa de EE.UU., elaboró una lista con todas las variables del fentanilo y las puso bajo un régimen regulatorio. La cooperación parecía que iba viento en popa, pero el esfuerzo se frenó en seco tras la guerra comercial desatada entonces desde Washington y, por supuesto, debido a la pandemia de COVID-19.
Desde ahí, solo ha habido desencuentros entre ambas potencias y la tensión geopolítica no ha aminorado: sanciones económicas, el delicadísimo asunto de Taiwán (la visita de la congresista demócrata Nancy Pelosi a la isla detuvo el diálogo desde Beijing) y el apoyo a Rusia vienen siendo obstáculos que impiden que China quiera retomar cualquier cooperación respecto al fentanilo, un problema que, consideran, es un asunto de salud de los norteamericanos.
“Atacar y desprestigiar a China no curará el problema crónico del abuso de drogas en Estados Unidos, sino que solo retrasará el problema del control de drogas [en ese país] hacia una crisis social mayor”, editorializaba en junio “El Diario del Pueblo”, portavoz del Partido Comunista Chino.
“La industria farmacéutica estadounidense empujó, sin mayor restricción, el consumo de opioides en la sociedad norteamericana hace dos décadas, y eso generó la crisis del fentanilo y provocó una enorme demanda”, señala a El Comercio Jesús Ágreda Rudenko, internacionalista y docente de la Facultad de Estudios Internacionales y Políticos de la Universidad del Rosario, de Bogotá. “Esta demanda en EE.UU. se encontró con un contexto mundial en que la oferta era muy significativa. Y China era un productor activo en el mercado internacional”, añade. “Sabemos que China y EE.UU. están en una situación de competencia global, pero han aparecido voces en EE.UU. acusando a China de jugar sucio y de buscar debilitarlos por medios que no son los económicos o militares”.
Según investigaciones de la DEA, desde el 2019 los traficantes chinos decidieron enviar los precursores del fentanilo a través de México, coludiéndose con los cárteles de ese país.
–El factor mexicano–
Varios legisladores republicanos han impulsado iniciativas –aún sin éxito– para catalogar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas, lo que daría la justificación para intervenir militarmente el país azteca y terminar con los laboratorios de droga.
El mandatario Andrés Manuel López Obrador no se ha quedado callado y criticó “el imperialismo estadounidense”. No obstante, su gobierno se comprometió a tomar medidas para evitar la llegada de los insumos al país y atacar el problema del tráfico. Algo en lo que tampoco han cooperado demasiado.
“Al presidente no le ha interesado tomar cartas en el asunto y en este sexenio se ha permitido que se fortalezcan de manera impresionante los cárteles de las drogas. Y esta droga sí se fabrica en México, aunque él diga lo contrario”, afirma desde México Roxana Juárez Parra, analista de la consultora Southern Pulse.
“Pese a que Estados Unidos firmó un convenio con China hace unos años acerca del control de los precursores químicos, de todas formas existe el mercado negro”, agrega.
Sin embargo, pese a todas las denuncias e investigaciones, un tema que no se toca demasiado en Estados Unidos es cómo evitar que sus ciudadanos se hagan adictos y no tengan acceso de manera tan abierta a los estupefacientes.
“Desde América Latina se ha cuestionado mucho la política antidrogas de EE.UU. que busca golpear la oferta, algo que se ha implementado desde hace 40 años y no ha generado resultados, pero resulta que no se ataca la demanda”, asegura Ágreda.
“Esta droga es tan accesible que no solo es un problema de salud, sino un problema social. Hay dos factores: la consume gente joven y de bajo nivel educativo, y eso es una combinación terrible, porque además es muy barata y fácil de transportar, algo que no habíamos visto antes”, puntualiza Juárez Parra.
Así, mientras todos se andan echando la culpa, la gente sigue muriendo por culpa de una droga que en un primer momento era utilizada como analgésico y que ya se convirtió en una bomba de tiempo.
- El fiscal general de EE.UU., Merrick Garland, calificó al Cártel de Sinaloa, liderado ahora por Joaquín Guzmán López, uno de los hijos de ‘El Chapo’ Guzmán, como la “organización de tráfico de fentanilo más grande, violenta y prolífica del mundo”.
- El Departamento de Justicia de EE.UU. ha señalado a Guzmán López como el responsable de los “superlaboratorios” del cártel que transforman en fentanilo los insumos comprados en China.
“He dejado muy en claro a China que necesitamos una cooperación real. Es la principal causa de muerte entre los estadounidenses de 18 a 49 años”.
Antony Blinken, Secretario de Estado de EE.UU.
El fentanilo es un medicamento desarrollado por el doctor Paul Janssen en 1959, que se introdujo en los años 60 para uso clínico como anestésico y para el tratamiento de dolor crónico e intenso. Es considerado un opioide sintético, a diferencia de la morfina y otros opioides naturales derivados del opio, una mezcla de sustancias que produce la flor de amapola.
Además de su efecto anestésico, también produce somnolencia, fatiga, mareos, excitación temporal, depresión respiratoria, frecuencia cardíaca lenta, debilidad muscular, estreñimiento, vómitos y náuseas.
Las personas que se han vuelto adictas suelen mezclarlo con otros estupefacientes, como heroína, benzodiacepinas o metadona, sin saber exactamente la combinación qué están tomando, lo que provoca el aumento de la letalidad. Es el caso de la xilacina, fármaco de origen veterinario que ha sido hallado mezclado con el fentanilo y que los traficantes usan para potenciar y venderlo más barato.