A juzgar por el entusiasmo con el que felicitó al nuevo primer ministro israelí, el presidente estadounidense, Joe Biden, parece aliviado por la partida de Benjamin Netanyahu.
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El contraste es marcado: el presidente de Estados Unidos fue el domingo el primer líder en comprometerse a trabajar conjuntamente con el gobierno de Naftali Bennett, en un comunicado emitido apenas media hora después de su ratificación parlamentaria, y luego en una conversación telefónica.
“Israel no tiene mejor amigo que Estados Unidos”, le dijo.
Biden, quien llegó a la Casa Blanca en enero, dejó que Netanyahu esperara 28 largos días antes de reunirse por primera vez con él.
El retraso provocó una polémica en Israel, pero también en Washington, donde algunos legisladores republicanos lo vieron como una señal de desprecio hacia el primer ministro de un aliado clave, particularmente contemplado durante el mandato de Donald Trump.
La caída de Netanyahu, el primer ministro con más años de servicio en la historia de Israel, genera alivio a muchos en la administración Biden, quienes ya no tendrán que lidiar con el belicoso derechista que se había aliado estrechamente en la política estadounidense con el Partido Republicano.
“El gobierno de Biden espera un nuevo comienzo”, dijo Natan Sachs, del grupo de expertos Brookings Institution, en una conferencia virtual este lunes.
“No les gusta Bibi”, señaló para acotar que “creen que pueden empezar de nuevo con Bennett”, un político ultraderechistaal que “le gusta presentarse como un emprendedor que tiene ideas originales, un hombre de soluciones”.
“Lo que la administración Biden esperará es que el gobierno encabezado por Bennett maneje la relación entre Estados Unidos e Israel de manera más silenciosa y amigable que Netanyahu, y también tenga más cuidado de evitar acciones en Jerusalén y en otros lugares que puedan inflamar las relaciones con los palestinos”, sostuvo Michele Dunne, directora del programa de Oriente Medio de Carnegie Endowment for International Peace.
- “Apuesta terrible” -
El cambio político en Israel podría “estabilizar la relación bilateral de manera importante, especialmente debido a la falta de confianza que existía a nivel personal con Netanyahu”, declaró a la AFP Brian Katulis, del Centro para el Progreso Estadounidense, que se ubica a la izquierda del espectro político.
Netanyahu obtuvo todo lo que quería de Trump quien, ansioso por galvanizar el voto de la derecha religiosa estadounidense a su favor, reconoció polémicamente a Jerusalén como la capital de Israel y presentó un plan de paz israelo-palestino que dio un lugar privilegiado a las demandas del Estado hebreo. Ello, rompiendo con el consenso internacional reinante a favor de una solución de dos Estados.
Cada vez más a la derecha, el exjefe del gobierno israelí, por otro lado, se había convertido en un obstáculo para los demócratas, que resentían el apoyo sostenido que le brindó Biden al comienzo del enfrentamiento de mayo entre Israel y el movimiento islamista palestino Hamás.
El nuevo ministro de Relaciones Exteriores israelí, Yair Lapid, acusó el lunes al gobierno de Netanyahu de “hacer una apuesta terrible, imprudente y peligrosa al centrarse exclusivamente en el Partido Republicano y abandonar así el enfoque bipartidista de Israel”. Y se comprometió a mejorar el diálogo con el Partido Demócrata de Biden.
Esto no presagia un trastorno en las relaciones con Estados Unidos, especialmente en el explosivo tema israelí-palestino.
El gobierno de Bennett-Lapid es el resultado de una gran coalición formada por partidos de derecha, izquierda y centro, pero que también representan a árabes israelíes: en otras palabras, será difícil ponerse de acuerdo sobre algún progreso en el agonizante proceso de paz.
- Sin Nobel -
El reciente aumento de la violencia entre Israel y los militantes palestinos en Gaza ha demostrado que la administración Biden debe dedicarse más a “la gestión de conflictos”, aunque “ni esta escalada ni el nuevo gobierno parecen haberle convencido de que ha llegado el momento de intentar cualquier iniciativa para buscar solucionarlo”, aseguró Michele Dunne.
En otras palabras, según Brian Katulis, Estados Unidos “no está en busca del Premio Nobel” y se mantendrá satisfecho con medidas “pragmáticas”, en particular para mejorar la vida cotidiana de los palestinos.
“El gobierno de Bennett-Lapid y la administración de Biden quieren lo mismo: que este tema se aplace durante cuatro años”, explicó por su lado Natan Sachs.
“Pero eso no va a suceder así, como vimos el mes pasado”, advirtió, pues considera que incluso en ausencia de una decisión importante por parte de Israel sobre anexión o desvinculación de territorios ocupados, los “pequeños acontecimientos” susceptibles de revivir los conflictos son mayoría.
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