El restaurante “Russian Samovar”, un clásico de Manhattan, está librando su propia guerra a kilómetros de distancia del conflicto generado por la invasión rusa de Ucrania.
El restaurante “Russian Samovar”, un clásico de Manhattan, está librando su propia guerra a kilómetros de distancia del conflicto generado por la invasión rusa de Ucrania.
Agencia AFP

Las reservaciones han caído un 60% y las llamadas telefónicas y los mensajes electrónicos con insultos de odio se multiplican. El restaurante “Russian Samovar”, un clásico de , está librando su propia guerra a kilómetros de distancia del conflicto generado por la invasión rusa de .

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“Desde el día 1 de la guerra, empezamos a recibir mensajes de odio, calificaciones de una estrella en Google con fotos, pedidos para que paremos la guerra. Fotos de niños en Ucrania, mensajes que no podemos repetir; nos llaman fascistas, nazis, que nuestro restaurante debería arder”, dice a la AFP su propietaria, Vlada Von Shats, una rusa de abuelos ucranianos y casada con un judío ucraniano de Odesa.

Cuando empezaba a levantar cabeza tras dos años de dificultades por la pandemia de COVID-19, la propietaria de uno de los restaurantes rusos más antiguos de Manhattan, situado en pleno corazón de la zona de teatros a un costado de Broadway y un ambiente mortecino pese a la música en directo, “siente que están tratando de borrar nuestro restaurante porque tiene la palabra ‘ruso’”.

“Cambiar el nombre no es una opción porque somos el Russian Samovar (Samovar ruso) antes de que hubiera una Federación Rusa”, afirma con rabia a la AFP.

“Yo no le puse el nombre al restaurante, mi padrastro y mi madre se lo pusieron (hace 36 años) por lo que no tengo derecho a cambiarle el nombre ni tampoco quiero”, zanja.

Al igual que el suyo, otros restaurantes rusos de Nueva York están siendo víctimas de acoso y boicot de los críticos de la guerra en Ucrania, mientras las filas de espera han aumentado ostensiblemente en los restaurantes ucranianos en señal de apoyo.

Desde el primer día de la invasión rusa de Ucrania, el pasado 24 de febrero, la familia Von Shats puso una bandera ucraniana en la puerta y el cartel “estamos contra la guerra”.

“¿Cómo le explico a mi hijo que tiene 31 años cuando contesta al teléfono y lo llaman nazi? ¡Es judío! Como madre no sé qué más puedo hacer para manifestar mi rabia”, confiesa, agregando que antes de ser propiedad de su familia fue uno de los lugares favoritos de Frank Sinatra en Manhattan.

La gente, sostiene, “no entiende la diferencia entre los rusos y (el mandatario ruso Vladimir) Putin. Esta es la guerra de Putin, no la nuestra”. “Nosotros no la creamos”, repite como un mantra, antes de precisar que “estamos enojados” con él en tanto que “rusos, judíos ucranianos que vivimos en Estados Unidos”, porque nos “está robando nuestra herencia, la libertad”.

“No tenemos nada que ver con él”, suelta antes de recordar su pasado de “lugar seguro para los artistas que escapaban de la Unión Soviética”.

“Quiero que la gente entienda que su enojo está mal dirigido. No empezamos esta guerra. No podemos decirle a Putin que la pare”, concluye.

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