Muchos de los crímenes más atroces que usted se pueda imaginar, incluyendo abuso sexual a menores, forman parte del historial del estadounidense Harvey Robinson, un joven que antes de ser mayor de edad ya se había convertido en uno de los asesinos seriales más temidos del mundo.
Aunque a simple vista muchas personas pensaban que Robinson era un hombre adorable y dedicado a sus estudios, nadie se alcanzaba a imaginar las barbaridades que era capaz de cometer y lo retorcida que podía llegar a ser su mente.
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¿Qué tan lejos podría llegar un joven de secundaria?
La respuesta es aterradora, pues este sujeto, siendo apenas un adolescente, tenía la mentalidad de un psicópata que cada vez disfrutaba más torturar y asesinar a sus víctimas, ideaba planes macabros y puso a temblar de miedo a los habitantes de una ciudad estadounidense durante los años 90.
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Sin embargo, la suerte no siempre estuvo del lado de Robinson y, aunque en la mayoría de sus delitos lograba salirse con la suya, fue expuesto cuando una de sus víctimas sobrevivió.
¿Cómo fue su vida?
Según contó el medio local The Morning Call, Harvey Miguel Robinson nació el 6 de diciembre de 1974 en Allentown, Pensilvania, Estados Unidos. Durante su infancia presenció sucesos que marcaron por siempre su forma de ver la vida.
Su padre era un músico de jazz y tenía problemas con el alcohol. También era un hombre bastante violento y, cuando llegaba a su casa en estado de embriaguez, golpeaba brutalmente a su esposa -la madre de Robinson- y a sus hijos.
Por mucho tiempo, la mujer tuvo miedo de separarse de su marido, hasta que un día, cansada de todos los abusos que él cometía en contra de ella, se armó de valor y se divorció, llevando a sus hijos lejos de su violento padre.
En aquel entonces, Robinson era tan solo un niño de tres años, pero el comportamiento de su progenitor influyó demasiado en su vida. El niño desarrolló una peculiar admiración hacia el padre, a pesar de haber presenciado el sufrimiento por el que pasó su madre.
Hasta sus nueve años, el pequeño Harvey era reconocido por ser estudioso, habilidoso para el deporte y muy educado con los demás. No obstante, a partir de esta edad, su carácter empezó a cambiar por completo.
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A medida que fue creciendo, empezó a tener comportamientos rebeldes, desobedecía a la autoridad y se volvió cada vez más testarudo. Incluso, algunos de sus docentes pensaron que tenía un trastorno de personalidad.
Cuando Harvey llegó a la juventud, comenzó a tener problemas con la justicia, ya que consumía drogas, lo que acrecentaba sus conductas desafiantes y violentas. Además, fue arrestado múltiples veces por robo y resistencia a la autoridad.
Sin embargo, todos estos delitos no serían nada comparados con los que cometería más adelante, por los que se convirtió en uno de los problemas más grandes para las autoridades estadounidenses.
El inicio de sus delitos más atroces
Tal como lo reseñó el medio español La Vanguardia, el primer gran crimen de Robinson fue cuando tenía 18 años, en 1992. Asesinó brutalmente a una mujer de 29 años llamada Joan Burghardt, como venganza.
Inicialmente, el delincuente solo planeaba entrar a la casa de su víctima para robar sus pertenencias de valor. Sin embargo, solo pudo llevarse 50 dólares que encontró y salió inmediatamente del hogar.
Cuando la mujer notó que alguien había entrado en su vivienda, decidió reportar el hecho ante las autoridades como un allanamiento. Cuatro días después de la denuncia, Robinson regresó para cobrar venganza.
El hombre entró nuevamente al departamento de Burghardt y puso música a todo volumen para que nadie pudiese escuchar sus gritos. Posteriormente, abusó sexualmente de ella y la asesinó golpeándola repetidamente en la cabeza.
Según la autopsia entregada a la policía, el asesino le propinó aproximadamente 35 golpes en el cráneo, hasta que le causó una fractura que desencadenó una hemorragia cerebral.
Su segundo crimen perfecto fue el de Charlotte Schmoyer, una adolescente de 15 años que trabajaba como repartidora de periódicos. El 9 de junio de 1993, Schmoyer salió de su casa en bicicleta, como lo hacía habitualmente, pero nunca más regresó.
Según lo reportó The Morning Call, Robinson raptó a la joven y la llevó hasta una zona boscosa de Allentown, donde la agredió sexualmente y la apuñaló 22 veces hasta quitarle la vida. Posteriormente, la degolló y la enterró bajo una pila de troncos.
Cuando un vecino notó la ausencia de Schmoyer, decidió alertar a las autoridades, quienes empezaron inmediatamente una exhaustiva investigación. Haciendo el mismo recorrido que hacía la joven todos los días, la Policía encontró varias de sus pertenencias, lo que los llevó hasta el lugar donde estaba el cadáver.
Aunque las autoridades estaban alerta por los repetidos casos de asesinatos que se habían registrado en la ciudad, el criminal volvió a actuar días después de su último delito, el 23 de junio de 1993.
Desde hacía un tiempo atrás, Robinson había estado acechando a una mujer para convertirla en su próxima víctima. Cuando estaba espiándola fuera de su casa, se percató de que no estaba sola, la acompañaba una niña de 5 años. Pero eso no lo detuvo, por el contrario, lo motivó aún más. El asesino entró en la casa y dejó inconsciente a la mujer para abusar sexualmente a la pequeña.
Después de su cometido, Robinson intentó asfixiar a la niña y pensó que la había asesinado. No obstante, ella sólo había quedado inconsciente y, tiempo después, despertó, por lo que pudo entregar su testimonio a las autoridades.
El crimen que lo delató
El delincuente había estado planeando entrar a la casa de Denise y John Sam-Cali, una pareja que habitaba en el vecindario donde había cometido los anteriores crímenes, para robar algunas pertenencias.
Una noche, el asesino se percató de que Denise estaba sola en el hogar, por lo que decidió entrar para agredirla sexualmente. Sin embargo, la mujer empezó a gritar y logró defenderse rasguñando y mordiendo fuertemente en el brazo a su atacante.
Cuando una vecina escuchó a Denise pedir auxilio y avisó a la Policía, Robinson huyó del lugar, pero sabía que iba a regresar para terminar su cometido.
Las autoridades inspeccionaron la vivienda y le alertaron a la pareja, pues era muy probable que el victimario volviera, por lo que iban a montar un operativo para atraparlo.
Según un reporte de The Morning Call, el asesino entró a la casa de los Cali el 31 de julio de 1993 a la 1:25 de la madrugada, pero, esta vez, el oficial Brian Lewis lo estaba esperando.
Cuando el funcionario se percató de que el hombre había entrado en la vivienda, lo amenazó con un arma de fuego y le indicó que se detuviera. Ante esto, el asesino empezó a disparar, por lo que se inició un tiroteo. En medio del ataque, Robinson resultó herido y las autoridades dedujeron que acudiría a un centro de salud.
Momentos más tarde, el delincuente llegó al Hospital Lehigh Valley de Allentown, donde los médicos alertaron a las autoridades de que había llegado un herido de bala que también presentaba una herida muy peculiar en su brazo: un mordisco.
La Policía no tardó en llegar al centro de salud y capturaron al criminal. Después de las investigaciones, los detectives acusaron a Robinson de ser el responsable de los asesinatos de Joan Burghardt, Charlotte Schmoyer y Jennifer Jean Fortney.
El fin de sus atrocidades
Entre marzo y noviembre de 1994 se llevó a cabo el litigio contra el asesino, en el cual se le condenó a tres penas de muerte debido a que las pruebas de ADN encontradas en los cuerpos de las víctimas coincidían con la identidad del señalado.
Según reportó el medio local Lehigh Valley Live, los abogados del criminal apelaron la decisión del tribunal, por lo que se invalidaron dos de las tres penas de muerte y se reemplazaron por cadena perpetua.
Posteriormente, en el año 2006, el juez suspendió la sentencia a muerte del delincuente, por lo que, hasta el día de hoy, permanece en una cárcel de Pensilvania, esperando que llegue el día que le apliquen la inyección letal.