Estados Unidos, Corea del Sur y Japón estrecharán vínculos de seguridad este viernes en una cumbre sin precedentes en Camp David, cerca de Washington, que busca enviar un mensaje de unidad frente a China, pero también ante Corea del Norte.
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Según fuentes de los servicios surcoreanos de inteligencia, Pyongyang podría disparar un misil balístico durante el encuentro, con el objetivo de lanzar una advertencia a los tres mandatarios.
Para recibir al primer ministro japonés, Fumio Kishida, y al presidente de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol, Joe Biden escogió Camp David, la residencia campestre de los presidentes estadounidenses cuyo nombre está históricamente vinculado a las negociaciones de paz en Oriente Medio.
Esto “muestra, de manera profundamente simbólica, la importancia que le otorgamos a este gran evento”, dijo el miércoles Kurt Campbell, asesor principal para Asia de Biden.
Por su parte, el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, afirmó que la cumbre representa “una nueva era en la cooperación trilateral”.
“Japón y Corea del Sur son unos aliados fundamentales, no solo en la región, sino en todo el mundo”, señaló.
Se trata del primer encuentro de este tipo tras varias reuniones que los tres líderes han mantenido al margen de importantes cumbres internacionales.
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Teléfono rojo
Estados Unidos, Japón y Corea del Sur se comprometerán a reunirse todos los años.
Además, los tres países habilitarán un “canal de comunicación de emergencia entre los jefes de Estado y de gobierno y otros altos cargos de sus administraciones”.
Se trata de establecer una especie de “teléfono rojo” para una región que vive bajo la amenaza del programa nuclear norcoreano y que teme una invasión de Taiwán por parte de China.
“Hemos creado exactamente lo que China no quería”, dijo el embajador de Estados Unidos en Japón, Rahm Emanuel, durante la mesa redonda del miércoles.
La cumbre, dijo, busca enviar el mensaje de “apostar por Estados Unidos”.
“Somos una potencia en ascenso, ellos [los chinos] están en declive”, dijo, repitiendo el discurso de Biden, quien se refiere con frecuencia a los problemas económicos y demográficos de China.
En la noche del jueves, los negociadores de los tres países todavía debatían si hacer una referencia directa a China en la declaración final, señaló una portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón, Hikariko Ono.
La vocera afirmó que durante la cumbre también se avanzará para compartir datos en tiempo real sobre Corea del Norte, que durante los últimos años ha lanzado varias pruebas de misiles.
Pekín no oculta su oposición hacia esta instancia de diálogo entre los tres países, que se suma a otras iniciativas diplomáticas relanzadas o creadas por la administración Biden en Asia-Pacífico, con países como India o Australia.
El ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, advirtió recientemente a Seúl y Tokio: “Puedes teñirte el pelo de rubio o afinarte la nariz cuanto quieras, nunca serás europeo u occidental, no puedes volverte occidental (...) Necesitamos saber dónde están nuestras raíces”.
También hizo un llamado a “trabajar juntos”.
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Un pasado doloroso
Washington, en cambio, apuesta a que Japón y Corea del Sur están listos para enfocarse hacia Occidente y superar un pasado doloroso: el de la brutal colonización de la península de Corea por parte de los japoneses entre 1910 y 1945.
La Casa Blanca es muy consciente de que el acercamiento a tres bandas no es unánime en la opinión pública, ya sea en Corea del Sur o en Japón, pese a los intereses estratégicos compartidos.
“No bastan los movimientos estructurales para lograr un acercamiento, fue necesaria la llegada al poder de dos líderes”, Fumio Kishida y Yoon Suk Yeol, que están interesados en hacerlo, comentó Mira Rapp-Hooper, otra asesora del presidente Biden.
El gobierno de Washington destacó el carácter “histórico” de la cumbre de este viernes, pero el mandatario estadounidense sabe que esta relación a tres bandas es frágil.
Yoon Suk Yeol, por ejemplo, finaliza su mandato en 2027 y no puede ser reelegido.
Los compromisos de Camp David deben, según Rahm Emanuel, conseguir que este diálogo “se convierta en la norma y se integre en el ADN de todas las instituciones” de los tres países, más allá de la buena voluntad de sus líderes.
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