Finalizada la larga espera por conocer al próximo inquilino de la Casa Blanca, empieza ahora la incertidumbre por saber cómo será una transición de poder que se avizora complicada. Estados Unidos se enfrenta a una inédita situación en la que el mandatario Donald Trump no reconoce el triunfo del presidente electo Joe Biden e insiste en haber sido víctima de un fraude del que no presenta pruebas.
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El Comercio conversó al respecto con el historiador y analista internacional Norberto Barreto, quien señala que en Estados Unidos nunca ha habido un presidente que se haya negado a entregar el poder, pero Trump podría ser el primero.
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Asimismo, el también docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú apunta que Biden tiene varios retos urgentes en los que ocuparse, uno de los cuales es liderar a un país sumamente polarizado en estos momentos.
—¿Qué le espera a Estados Unidos en los siguientes días? ¿Cómo vislumbra el panorama tras esta elección tan dividida?
Yo creo que Trump va a seguir tratando de cuestionar los resultados de la elección. Considero también que lo que va a pasar en los próximos días es que el margen de los votos electorales va a aumentar en favor de Biden, cuando gane algunos de los estados que faltan. Pero, pese a ello, no creo que Trump vaya a ceder, eso nunca estuvo en su agenda. Él viene preparando el escenario desde hace meses para cuestionar el resultado.
Desde que llegó al poder la estrategia de Trump ha sido cuestionar que él perdiera el voto popular hace cuatro años, afirmó que eso era ‘fake news’ y un fraude. Trump es un demagogo y un narcisista, una combinación letal, y no creo que acepte la derrota.
—¿Qué pasos va a dar Trump ahora? ¿Cree que prosperen los recursos legales que ha planteado contra la elección?
Para cuestionar las elecciones e intentar mantenerse en el poder, él va a tratar de recurrir a recursos legales a través de las cortes con la esperanza de llegar hasta el Tribunal Supremo bajo la idea de que como ahora los republicanos tienen una mayoría absoluta en dicha corte esta lo va a ayudar a ganar, como ocurrió con George W. Bush en el 2000. Pero la diferencia es que ahora el escenario es más complicado, porque en el 2000 la disputa era por un estado en concreto y ahora se trata de varios estados y otro contexto.
Hasta ahora no ha prosperado ninguna de las acciones que Trump ha tomado para impugnar o denunciar fraude porque no tiene evidencia, no ha habido evidencia alaguna en ningún estado, incluso él está hablando de fraude en estados controlados por el Partido Republicano, como Ohio. Eso era de esperarse. Trump va a hacer todo lo posible por aferrarse al poder. Yo creo que si lograra que uno de sus casos llegara hasta el Tribunal Supremo habría que ver qué se decide, pero todo parece indicar que es claro que ha perdido. Por eso es que Trump se oponía desde un principio al voto por correo. Sabía que iba a terminar perdiendo.
—¿Cuánto daño le hace a Estados Unidos y a su democracia que el presidente se rehúse a aceptar su derrota?
En sus cuatro años de presidencia, Trump ha hecho un trabajo excelente hundiendo en el barro la imagen de Estados Unidos. Y podríamos considerar esta pataleta que está haciendo ahora como la guinda de la torta. Obviamente, una de las cosas que va a tener que hacer Biden es trabajar fuertemente para restablecer la imagen y la confianza en Estados Unidos a nivel mundial.
Además, toda esta situación evidencia los serios problemas que tiene el sistema electoral estadounidense y lo dividido que está el país. Quienes pierden con esta situación son los estadounidenses y el país. Es asombroso y preocupante que un individuo como Trump, que tiene sobre sus hombros 230 mil muertes por el COVID-19, con una economía en crisis, que además es misógino y racista, haya tenido un apoyo tan grande y que esta haya sido una elección tan cerrada, lo que habla muy mal de Estados Unidos y de lo polarizado que está ese país.
—¿Cómo espera que vaya a ser la transición del poder?
Es una gran pregunta. Creo que nunca en la historia de Estados Unidos ha habido un presidente que se haya negado a entregar el poder, Trump podría ser el primero. Eso es inédito. Si algo ha funcionado a lo largo de la historia de Estados Unidos es que el presidente que gana se queda y el presidente que pierde se va. El único caso atípico tuvo lugar en 1876 cuando hubo una elección muy cerrada y al final negociaron.
Sería desafortunado y muy triste que Trump trate de atornillarse en la presidencia con su excusa de que le han robado las elecciones. Ahí el liderato del Partido Republicano tendría que intervenir porque significaría una situación más complicada, sobre todo porque Trump y sus seguidores están llamando a la violencia.
—¿Cuáles son los retos inmediatos que tendrá Joe Biden?
A nivel doméstico tiene primero que lidiar con el coronavirus y desarrollar una estrategia más efectiva de parte del gobierno central para ayudar a los gobiernos estatales a frenar la expansión del virus. Ese es el primer problema que tiene. El segundo problema es el tema económico, tiene que descifrar cómo enderezar la economía que ha sufrido un duro golpe con el COVID-19. El otro tema es la polarización y la conflictividad racial que hay en el país, que son problemas muy grandes. Esos son los tres temas a los que tiene que darle prioridad a nivel nacional.
—¿Y a nivel internacional?
Tiene que lanzar una ofensiva diplomática para reafirmar a los amigos que siguen siendo amigos y advertir a los enemigos que siguen siendo enemigos, porque Trump ha dado unos giros hacia Rusia y otros países. En el caso de América Latina, Biden tiene que buscar un acercamiento mayor porque la administración Trump le ha dejado la puerta abierta a China para entrar a la región. Para Trump, América Latina ha sido Venezuela, donde no ha logrado nada, Cuba y Nicaragua, donde tampoco ha logrado nada, y México porque es su principal socio comercial.
En general, la imagen de Estados Unidos está muy mal. Creo que es el momento más pálido de la imagen internacional de Estados Unidos y es en gran parte responsabilidad de Trump y de la gente que está detrás de él.
—¿Podríamos decir que el de Biden va a ser una especie de gobierno de reparación?
Claro, Biden no va a tener eso que llaman la luna de miel que tienen los presidentes los primeros meses. Aquí no hay luna de miel, aquí hay que entrar de frente a trabajar porque los retos actuales son brutales.
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