#Boehner Lloró desconsoladamente ante el Papa y hoy presentó su renuncia http://t.co/X414lgUJd2 pic.twitter.com/UWGBu80tXf
— Mundo El Comercio (@Mundo_ECpe) septiembre 25, 2015
Con un apretón de manos y una sonrisa, el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner recibió al papa Francisco en su oficina ceremonial antes del primer discurso de un pontífice ante las cámaras.
"Su Santidad, bienvenido, realmente me alegra que haya venido", dijo el legislador republicano.
Los ojos de Boehner se humedecieron cuando el Papa respondió que le alegraba estar ahí.
Una vez que se sentaron, Boehner dijo que sus colaboradores le habían recomendado usar una corbata de color verde.
El intérprete dijo a Boehner que el Papa dijo, "es una corbata con el color de la esperanza".
@SpeakerBoehner You need some help buddy. #happyhour https://t.co/RRUPlCN6hq
— Big Tuna (@BigTuna212) septiembre 24, 2015
Frente a un Congreso embelesado, el papa Francisco pronunció una vibrante exhortación a favor de los inmigrantes, al instar a los legisladores a acoger al "extraño en nuestro seno". Boehner también derramó algunas lágrimas durante el discurso del pontífice.
En el primer discurso de un pontífice ante ambas cámaras legislativas, aludió tanto a la crisis de migrantes en Europa como a la inmigración latinoamericana a Estados Unidos, y pidió a los legisladores que "respondan de una manera siempre humanitaria, justa y fraternal".
"Que no nos arredren sus números, antes bien, veámoslos como personas, miremos sus caras y escuchemos sus historias, tratando de responder lo mejor que podamos a su situación", dijo Francisco.
Lo recibió con entusiasmo un recinto atestado por jueces de la Corte Suprema, secretarios del gabinete y legisladores de ambos partidos, que suspendieron sus riñas para ovacionarlo de pie. El ujier recitó la frase de circunstancias, "Señor presidente, el Papa de la Santa Sede", y Francisco recorrió el pasillo central lentamente, mientras los legisladores aplaudían y algunos inclinaban la cabeza al verlo pasar.
Después del discurso, salió a un balcón del Capitolio desde el cual se dirigió brevemente a los miles que ocupaban los jardines y el parque más allá. "Buenos días", dijo, y le respondió un saludo atronador.
Francisco pidió a una multitud de decenas de miles que recen por él. Esto es tradicional en él, pero en esta ocasión, hablando en español, reconoció que no todos los presentes eran cristianos o siquiera creyentes.
"Si hay entre ustedes algunos que no creen o que no pueden rezar, les pido que me envíen buenos deseos", manifestó.
Concluyó en inglés con "Dios bendiga a Estados Unidos".
Desde el Capitolio, donde amonestó a la elite de Washington, Francisco fue a brindar consuelo a los más desposeídos de la ciudad. Habló a los indigentes en la parroquia de San Patricio y se mezcló con la multitud en Caridades Católicas, donde la gente lo rodeó para tomar selfies y recibir su bendición antes del almuerzo.
"No encontramos ningún tipo de justificación social, moral o del tipo que fuese para aceptar la falta de alojamiento", dijo Francisco.
El Papa partió a Nueva York para la oración vespertina en la Catedral de San Patricio. Posteriormente viajará a Filadelfia.
El discurso del jueves fue el evento más reciente de la visita papal de tres días a Washington, la primera de sus tres escalas en el país.
El miércoles, multitudes jubilosas lo aplaudieron en su visita a la Casa Blanca —donde el Papa y el presidente Barack Obama elogiaron sus mutuas advertencias sobre cambio climático—, en su recorrido en papamóvil por las calles, en su discurso a los obispos y en la misa de canonización del fraile español Junípero Serra, fundador de misiones en California.
Al presentarse en el Capitolio como "hijo de este gran continente", el papa argentino leyó su discurso lentamente en inglés desde el mismo estrado donde los presidentes pronuncian sus discursos anuales del Estado de la Unión. Detrás de él se encontraban el vicepresidente Joe Biden y el presidente de la cámara John Boehner, primero y segundo respectivamente en la línea de sucesión presidencial y católicos ambos.
Legisladores de todas las filiaciones políticas y confesiones religiosas lo recibieron con entusiasmo. Pero Francisco habló ante un Congreso que está empantanado en el tema de la inmigración, cuando más de 11 millones de personas viven en el país sin autorización y algunos legisladores rechazan el plan del gobierno de recibir a refugiados del Medio Oriente que están inundando Europa.
Francisco llegó en un momento en que asoma un cierre parcial del gobierno a menos que los legisladores puedan resolver una disputa sobre los fondos para Planned Parenthood, relacionada con la provisión de tejidos fetales para la investigación científica por parte de la organización de servicios reproductivos y materno-infantiles.
Francisco evitó entrar en esas controversias, y apenas aludió al pasar a la oposición de la Iglesia al aborto, al mencionar "nuestra responsabilidad de proteger y defender la vida humana en cada etapa de su desarrollo".
Abogó por la abolición de la pena de muerte y se pronunció contra todos los fundamentalismos, aunque exhortó a ser cuidadosos al combatirlo.
"Se requiere un delicado equilibrio para combatir la violencia perpetrada en nombre de una religión, una ideología o un sistema económico, y a la vez salvaguardar la libertad religiosa, la libertad intelectual y las libertades individuales", dijo Francisco.
Sobre la inmigración, Francisco exhortó a los legisladores —y al país en su conjunto— a no temer a los migrantes sino a recibirlos como congéneres.
Francisco, hijo de inmigrantes italianos a la Argentina, recordó que Estados Unidos fue fundado por inmigrantes, que muchos de los legisladores son hijos de extranjeros y que las nuevas generaciones no deben "volver la espalda a nuestros vecinos".
"Tratemos a otros con la misma pasión y compasión con las que queremos ser tratados", dijo, y recibió una ovación.
Fuente: AP
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