Dicen que la memoria se pierde en el tiempo, que incluso los crímenes más atroces pueden difuminarse de la memoria colectiva con el paso de los años. Felizmente esta regla no es inflexible y, como muestra de ello, tenemos el caso de los linchamientos de Duluth, Minnesota, Estados Unidos, ocurridos hace cien años, el 15 de junio de 1920.
Los hechos fueron los siguientes: el 15 de junio de 1920 una turba de diez mil personas asaltó la comisaria de Duluth, una comunidad industrial y portuaria, extrajo a tres de los seis detenidos –todos afroamericanos– por la presunta violación de una joven blanca. Luego los “juzgó”, los linchó y colgó sus cuerpos de un poste de alumbrado público.
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El hecho quedó registrado en fotografías que se vendieron como postales al público. Cuando la noticia de aquellos luctuosos acontecimientos llegó a la prensa, la condena fue general. La ley de Jim Crow –la segregación racial “de iure” sureña a los afroamericanos y a otros grupos étnicos no blancos– se abría camino en los estados del norte, “de facto”. Un periódico de ese estado, el Minneapolis Journal, haciéndose eco del asunto, editorializaba que “lo que reprochamos al Sur ya ha dejado su mancha en Minnesota”.
La tragedia de Duluth fue uno más de los disturbios étnicos que ocurrieron en Estados Unidos en el bienio inmediato de la finalización de la Primera Guerra Mundial (1919-1920). La intervención norteamericana en dicha contienda vino aparejada con el gran éxodo de los afroamericanos del sur a los centros industriales del norte. A medida que se desmovilizaba a los soldados norteamericanos aumentaban las tensiones por los puestos de trabajo que habían sido ocupados por otros durante el conflicto. Asimismo atizaba más la hoguera el temor que inspiraba el bolchevismo triunfante en Rusia, que tenía como representante indiscutible al entonces Fiscal General de Estados Unidos, Alexander Mitchell Palmer.
Como hemos mencionado anteriormente, la sombra del olvido no cayó sobre esta tragedia. En 1970 el periodista Michael Fedo rescató los hechos en un libro titulado “Los Linchamientos de Duluth” y narró sus consecuencias políticas y legales.
En este sentido cabe destacar la iniciativa de la sufragista y activista de los derechos civiles afroamericanos Nellie Francis, que inició una campaña en favor de la aprobación de una ley estatal anti–linchamiento. Esta ley no cuenta, hasta nuestros días, con el apoyo de otra a nivel federal y se encuentra detenida en la agenda del Senado de Estados Unidos. El 2003 la ciudad de Duluth construyó un memorial en recuerdo de las tres víctimas de los linchamientos: Isaac Mc Ghie, Elmer Jackson y Elias Clayton. En ese lugar reza la siguiente inscripción: “Un hecho que sucedió del cual cuesta hablar pero no se debe callar”.
Duluth conmemoró los sucesos de 1920 preguntándose, a la sombra de los disturbios en todo el país a causa de la muerte de George Floyd en Minneapolis, Minnesota: ¿Cuánto ha cambiado desde 1920? ¿Se está repitiendo la historia? A diferencia de lo ocurrido en Washington, Seattle y Nueva York, en Duluth ha primado la reflexión y las manifestaciones pacíficas. El memorial, ubicado entre la primera y la segunda avenida del centro de la ciudad, es un símbolo de unidad.
Si algo hace interesante la historia es que donde hubo, hace un siglo, división y desconfianza, ahora existe un compromiso por la justicia que se refleja en las palabras del jefe de policía de la ciudad, descendiente de la presunta víctima de violación de 1920, Mike Tusken: “Cuando ves la opresión, la desigualdad y el prejuicio, hay una oportunidad para levantarse y enfrentarles”.
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