La inesperada victoria de Donald Trump sobre Hillary Clinton abre una serie de interrogantes en Estados Unidos, principalmente si el éxito de una campaña depende del candidato o la estructura del partido. El magnate republicano ganó la Presidencia a pesar de su orfandad partidaria e inexperiencia política, mientras que a su rival demócrata de nada le sirvió contar con todos los elementos financieros y tecnológicos para asegurarse una victoria.
Las explicaciones son tan complejas y variadas que se necesitarían centenares de páginas para registrar los episodios negativos de cada una de las campañas. Hoy nadie se explica cómo el candidato "más malo" llegó a la Casa Blanca y la candidata "más preparada" se quedó con las manos vacías. Esta victoria tampoco se puede atribuir al carisma del postulante, ni a la falta de dinero de la aspirante.
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Hasta ahora nadie se atreve a hacer un mea culpa en público, pero ya se sabe que varios estrategas de la campaña demócrata han empezado admitir sus errores al interpretar la composición del mapa electoral estadounidense. Los resultados revelan que la "victoria" de Clinton en Florida, Ohio, Pensilvania y Wisconsin nunca estuvo asegurada, creando falsas expectativas a la candidata. La falla central fue no considerar el peso real del voto blanco.
Algo similar ocurre en la tienda republicana. Los asesores políticos de los principales líderes republicanos, quienes auguraban una derrota electoral catastrófica de Trump, ahora no saben cómo explicar el hecho de que un candidato sin respaldo partidario gane la Presidencia, asegure el control del Senado y la Cámara de Representantes y lidere las bases electorales olvidadas por Washington.
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Trump, sin ningún tipo de ayuda y siendo el patito feo de la campaña presidencial 2016, le permitió al Partido Republicano ganar de golpe 238 escaños en la Cámara Baja y 52 curules en el Senado.
Lo anecdótico del caso es que la mayoría de los legisladores electos o reelectos no se involucraron de manera directa en la campaña presidencial.
No cabe la menor duda de que se avecina una renovación general en la plantilla de estrategas, asesores e investigadores de ambos partidos. En la tienda demócrata muchos dicen en voz baja que “otro habría sido el resultado” si el senador Bernie Sanders hubiera ganado la nominación de candidato presidencial. En los fundos republicanos consideran que “no existe a la vista” un rival que pueda ofrecer resultados similares a los obtenidos por Trump el 8 de noviembre.
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Pero las autocríticas no se suscriben solo al terreno partidario. Tres de los más influyentes diarios del país –"The New York Times", "The Washington Post" y "The Wall Street Journal"– admiten su sorpresa por los resultados registrados en la presente elección presidencial, deslizando el concepto de que “no midieron” en su real dimensión la estrategia electoral desarrollada por Donald Trump. Ellos también reconocen el resurgimiento inesperado del voto blanco rural.
En resumen, contra todo pronóstico los tiempos de cambios o renovación en ambos partidos son evidentes.