Los rescatistas enviaron el miércoles más barcos y otras naves al lugar donde desapareció el sumergible Titán en su camino hacia los restos del Titanic, con la esperanza de que los sonidos submarinos que detectaron por segundo día consecutivo ayuden a reducir el área de búsqueda en una misión cada vez mas urgente.
Las cuadrillas se concentran en un área del doble del tamaño de Connecticut en aguas con 4 kilómetros de profundidad, informó el capitán Jamie Frederick, del Primer Distrito de la Guardia Costera de Estados Unidos. Las autoridades aún tienen la esperanza de rescatar con vida a los cinco pasajeros del Titán.
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“Esta es 100% una misión de búsqueda y rescate”, dijo Frederick. “Seguiremos poniendo todos los activos disponibles que tenemos para encontrar al Titán ya los miembros de la tripulación”.
Pero aquellos incluso que expresaron un poco de optimismo advirtieron que aún hay muchos obstáculos por delante: Desde encontrar la ubicación del sumergible, hasta alcanzarlo con un equipo de rescate y traerlo a la superficie, asumiendo que no haya sufrido daños, y todo eso antes de que se agote el suministro de oxígeno para los pasajeros, lo cual algunos han estimado que puede ser a partir del jueves por la mañana.
El Titán es capaz de alcanzar los 4.000 metros de profundidad, mientras los restos del Titanic reposan a 3.821 metros. A esas profundidades el ser humano solo es capaz de llegar en submarinos o sumergibles como el de la empresa OceanGate, que ofrece el tour por 250.000 dólares.
¿Qué pasa si un buzo quiere llegar al Titanic?
El Titán, desaparecido el domingo, podría estar en la superficie del océano Atlántico, o en el fondo del mar. En este punto, National Geographic se hizo una pregunta válida: ¿Por qué no pueden bajar equipos de buzos para tratar de encontrar el sumergible? La respuesta es sobrecogedora: Si una persona decidiese descender hasta esos 3.821 metros, moriría antes de recorrer una décima parte del descenso.
National Geographic explica que al sumergimos en el agua y comenzar a bajar, lo primero que notaremos es una diferencia de presión en los oídos. Ello a partir de los 5 metros. El dolor en el oído puede ser neutralizado si nos tapamos la boca y la nariz y tratamos de expulsar el aire.
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Para seguir bajando, se requiere estar provisto de un equipo de buceo. De acuerdo con National Geographic, el buceo recreativo más básico se practica hasta a 18 metros de profundidad, pero puede llegar hasta 40 metros con el nivel adecuado. Este buceo requiere de entrenamiento, ya que los gases que respiramos también se comportan diferente a una mayor presión.
A partir de los 30 metros de profundidad, comienza un proceso denominado narcosis de nitrógeno, indica National Geographic.
“Al respirar aire comprimido, la cantidad total de aire que acumulan los tejidos aumenta. Esto provoca cambios en el delicado equilibrio que tenemos en nuestro interior e interfiere con los procesos metabólicos normales, especialmente en nuestro órgano más complejo: el cerebro. Según la conocida como Ley de los Martinis, una vez que se desciende 20 metros, cada 10 metros de profundidad extra el cuerpo sufre una intoxicación similar al consumo de un Martini”, precisa la revista.
Según se va descendiendo, se empiezan a tomar malas decisiones, pasamos al estado de euforia, hay dolor de cabeza, desorientación e incluso pérdida de conciencia, algo que a esas profundidades puede significar la muerte. “La pérdida de conciencia suele producirse a partir de los 90 metros, por lo que todavía quedarían 3.730 metros hasta el Titanic”.
Pero antes de llegar a ese punto, se pueden evitar esos efectos si se usan otros gases en las botellas de buceo, pero ello tiene su lado malo, pues el propio oxígeno se vuelve tóxico, advierte National Geographic.
A los 60 metros, el aire que se respira de la botella es 7 veces más denso que el de la superficie, por eso el aire comienza a volverse tóxico. Los buzos pueden seguir descendiendo porque utilizan mezclas de gases especiales y meticulosamente estudiadas.
A profundidades mayores de entre 120 y 180 metros se puede producir un síndrome neurológico por alta presión, que causa problemas neurológicos similares a las intoxicaciones anteriores, y la consecuencia más grave sería la muerte.
En este punto, nos quedamos en 180 metros. Pero para seguir adelante, National Geographic recuerda que hay un récords mundiales de inmersión real y simulada.
El récord de buceo con botella es de Ahmed Gabr, un exmilitar egipcio que, en el 2014, descendió a una profundidad de 332,35 metros en 12 minutos. Tras esto, necesitó más de 15 horas en volver a subir.
En el campo del buceo técnico, el récord lo tiene un equipo de la empresa COMEX, que en 1988 reparó una tubería a 534 metros de profundidad.
En 1992, la empresa COMEX comenzó el proyecto Hydra X, donde utilizaron una cámara hiperbárica fuera del agua para simular la presión a 701 metros, donde el buzo simulado pudo probar nuevas mezclas de gases. El experimento marcó el récord mundial de buceo simulado. Si esta prueba exitosa se traslada al mar, todavía quedarían más de 3.000 metros hasta llegar al Titanic.
No hay más. Lo que sigue para el ser humano es apelar a los submarinos o a los sumergibles como el Titán para llegar hasta el Titanic. La estructura de estos aparatos soporta la presión de la columna de agua, por lo que en su interior el aire se encuentra a presión atmosférica y se puede respirar con normalidad.
Con uno de estos submarinos, el Deepsea Challenger, que fue construido en colaboración con National Geographic, el director de cine James Cameron llegó en el 2012 al fondo de la fosa de las Marianas, a 10.898,4 metros de profundidad, toda una hazaña.
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