Mauthausen conmemora el 5 de mayo la liberación hace 70 años del campo donde decenas de miles de personas murieron en condiciones atroces para alimentar la economía de guerra y el delirio de grandeza del Tercer Reich.
El granito extraído de la cantera de Mauthausen fue "el material con el que se construyó buena parte de los sueños del Tercer Reich", resume a la AFP el guía local Casimir Paltinger.
Sirvió para la construcción de carreteras, de edificios públicos y de los propios campos de concentración.
Este lugar del norte de Austria fue elegido en 1938 por su proximidad a la cantera. Posteriormente se extendió de tal manera que los historiadores hablan de un "sistema Mauthausen", es decir de 49 campos satélites en Austria y en Alemania y otras tantas fábricas donde la gente trabajaba hasta morir de agotamiento.
Mauthausen estaba destinado a los "enemigos políticos incorregibles" de los nazis. Al menos la mitad de los 200.000 prisioneros que pasaron por el campo murieron.
Había muchos prisioneros de guerra, sobre todo soviéticos y polacos, pero también miembros de la resistencia, presos comunes, homosexuales y judíos.
"No era un campo de exterminio propiamente dicho", explica Casimir Paltinger. "El eslogan era la aniquilación a través del trabajo. Se hacía trabajar a la gente en la cantera hasta que moría".
Mauthausen fue creciendo al ritmo que se extendía el imperio hitleriano. Registraban a los detenidos en Mauthausen y luego los repartían en los "subcampos". Fabricaban y ensamblaban armas y municiones, misiles o aviones de guerra.
Empresas locales y compañías alemanas utilizaban a los prisioneros como esclavos, convirtiendo este sistema macabro en una de las empresas más provechosas para el régimen.
La cantera era el más espantoso de todos los lugares.
- Escaleras de la muerte -
Seis días por semana, desde el alba, los prisioneros estaban obligados a extraer granito y subir con las piedras a la espalda las "escaleras de la muerte": 186 peldaños desiguales, algunos de medio metro de alto.
Miles de hombres murieron extenuados o asesinados por los guardias cuando ya no daban más de sí.
"Era horrible", recuerda el francés Jean Monin, un resistente que tenía 16 años cuando fue enviado a Mauthausen en marzo de 1944. "Trabajé en la cantera durante tres meses y medio. Era muy, muy duro".
Unas fotos tomadas por un grupo de prisioneros españoles retratan el calvario. Fueron sacadas del campamento en secreto y Anna Pointner, una habitante de Mauthausen, las escondió en el jardín de su casa hasta la liberación.
"Imágenes como éstas son muy raras (...) Fueron pruebas importantes en los juicios de posguerra", recuerda Christian Dürr, de los archivos del Memorial de Mauthausen en Viena.
El 9 de mayo, la ciudad de Mauthausen inaugurará un monumento en memoria de Anna Pointner y de su "combate valiente y ejemplar" contra el nazismo.
Hubo que esperar siete décadas, el tiempo que necesitaron los habitantes, y Austria en general, para asumir que no habían sido sólo víctimas del nazismo, sino que, al igual que los alemanes, tenían parte de responsabilidad en lo ocurrido.
La cantera de Mauthausen es hoy un valle con estanques. En una pancarta se lee: "Memorial. Está prohibido nadar, sumergirse, lavar los coches y jugar a la pelota".
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