Hace una semana, Matthias Ecke colgaba carteles políticos en Dresde, una histórica ciudad del este de Alemania, cuando fue atacado brutalmente por cuatro personas. Ecke es un eurodiputado socialdemócrata que hacía campaña por su reelección, pero terminó hospitalizado. Las sospechas apuntan a que los agresores eran radicales de derecha. Mientras la policía investiga, un legislador del Partido Verde y otro socialdemócrata también sufrieron violencia de extremistas.
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Los alemanes están preocupados y, sobre todo, divididos. En enero pasado, miles salieron a las calles de todo el país en unas masivas protestas contra el radicalismo de derecha, encarnado sobre todo en el partido AfD (Alternativa para Alemania), cuyo discurso está calando en una población que, hasta hace poco más de una década, consideraba tabú resaltar el nacionalismo o la identidad alemana.
AfD dejó de ser un partido político marginal, acusado incluso de neonazi, y para las próximas elecciones legislativas europeas, previstas para el 9 de junio, podría conseguir cerca del 15% de los votos y hasta 16 escaños, de los 9 que tiene actualmente. De hecho, desde el 2017 tienen legisladores en el Bundestag (el Parlamento nacional), y para los próximos comicios regionales de setiembre en los estados federados de Turingia, Brandeburgo y Sajonia podrían convertirse en la principal fuerza política.
El partido que empezó criticando la creación del euro, y luego el rescate financiero de países como Grecia, España o Irlanda, ganó hace una década inusitado apoyo por su postura antiinmigratoria e islamófoba. Ahora, es el depositario del descontento de muchos alemanes hacia el Estado, la gestión de la pandemia, la actual crisis económica y las consecuencias de la guerra en Ucrania en la vida de los ciudadanos.
Las movilizaciones de grupos radicales de derecho aumentaron en Alemania significativamente en el 2023, según el Ministerio del Interior.
Las autoridades registraron 110 marchas de grupos neonazis u otros grupos de extrema derecha entre enero y junio del 2023, frente a las 35 del mismo período del 2022.
“El fenómeno de este partido es muy interesante. Su discurso populista de derecha radical ha prendido fundamentalmente en los estados de la ex República Democrática Alemana (la Alemania socialista), que son los lugares que han recibido menos cantidad de inmigrantes, porque la mayoría se ha asentado en el lado occidental”, explica la politóloga chilena Paulina Astroza, directora del Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Concepción. “Pero también es un sector del país donde hay mucho resentimiento hacia los alemanes del oeste, porque sienten que desde la reunificación los miraron con desprecio”, añade.
“AfD supone un antes y un después porque genera una normalización de discursos nacionalistas, xenófobos y de la negación y reescritura de la historia alemana, sobre todo relacionada con el nazismo, que hubo anteriormente en otros partidos neonazis. El AfD es el partido ultraderechista más exitoso a nivel electoral desde la fundación de la República Federal de Alemania en 1949″, comenta desde Berlín el periodista Andreu Jerez, de la cadena Deutsche Welle.
El temor de que esta ideología extremista siga avanzando de manera exponencial preocupa, teniendo en cuenta la historia del siglo XX y las consecuencias que dejó la Segunda Guerra Mundial.
Por ello, ante el éxito electoral que podrían tener en las próximas semanas, de manera inédita unas treinta empresas alemanas -entre ellos varios pesos pesados como BMW, Siemens o Deutsche Bank- se han unido para hacer campaña en contra de la derecha radical. “La exclusión, el extremismo y el populismo son amenazas para el atractivo de Alemania y nuestra prosperidad”, señalaron en un comunicado titulado “En pie por nuestros valores”.
Esta preocupación hacia el avance del radicalismo va de la mano de denuncias contra miembros destacados del partido. Es el caso de Björn Höcke, que apunta a ganar las elecciones regionales en Turingia, y cuyo juicio empezó hace un mes, acusado de utilizar una consigna nazi en un mitin del 2021.
Mientras, Maximilian Krah, que lidera la lista del partido para las legislativas europeas, está bajo escrutinio pues uno de sus asesores fue detenido como sospechoso de espiar para China. Esto sumado a la posición prorrusa de varios de sus miembros.
Contra los neonazis
Aunque la AfD juega con las referencias al neonazismo, no lo puede hacer abiertamente para no ser prohibida como organización política, algo que sí hacen sin tapujos varios grupos abiertamente racistas, misóginos y antisemitas que continúan adoctrinándose según la ideología del nacionalsocialismo, y que además se entremezclan con conspiranoicos, esotéricos, paganos, QAnon y antivacunas. Un entramado complejo que se hizo evidente durante la pandemia del Covid-19.
La Oficina para la Protección de la Constitución enumera más de 50 organizaciones radicales prohibidas en Alemania, integradas por unos 5.800 neonazis.
En setiembre pasado, desarticuló a los grupos Artgemeinschaft y Hammerskins por considerarlos sectas “ultraderechistas, neonazis, racistas, xenófobas y antisemitas”.
“Lo que está ocurriendo en Alemania, y en el resto de Europa, es que están confluyendo una serie de factores que crean el escenario perfecto para que este tipo de opciones avance más, como la guerra en Ucrania, la inflación, la recesión, y la falta de perspectivas buenas para el país. No hay confianza respecto al futuro”, expresa Jerez a este Diario.
Como parte del radicalismo de derecha que se ha expandido en el país está un conglomerado particular de individuos que se hacen llamar los Ciudadanos del Reich. Este colectivo, que contaba en el 2022 con unos 23 mil integrantes, rechaza la legitimidad de la República Federal de Alemania y, por ende, cualquier institución gubernamental establecida tras la caída del nazismo. Ellos se sienten al margen del Estado y buscan instaurar un sistema de gobierno autónomo.
Una de sus organizaciones más llamativas es el Reino de Alemania, fundado en el 2012 por Peter Fitzek, quien se hizo coronar como rey (de hecho, se hace llamar Pedro I) y cuenta con su propia moneda, bandera y Constitución. Lo peligroso es que en los últimos años se ha dedicado a comprar tierras y propiedades con el fin de “expandir” su monarquía.
En el 2022, otra facción cruzó la línea y algunos de sus miembros fueron capturados luego de desbaratarse un intento de golpe de Estado liderado por un aristócrata, el príncipe Reuss. En el grupo también estaba una diputada de AfD.
“El descontento lo capitaliza AfD. La gente siente que la social democracia con sus aliados, o la democracia cristiana con sus aliados, no resuelven los problemas más urgentes”, agrega Astroza. Y eso se ve en las encuestas pues en los últimos años, tanto a nivel local, regional, nacional y europeo, los partidos tradicionales alemanes han ido perdiendo apoyo en las urnas.
Si bien la AfD aún es más un fenómeno regional con cierta presencia en gobiernos municipales y mayor proyección en el este del país (en lo que era la Alemania socialista), los partidos de la derecha tradicional -liderados por la CDU o la democracia cristiana- podrían estar tentados a confluir con el ala radical con tal de conseguir más caudal electoral.
“El principal temor es que en algún momento consigan gobernar o cogobernar el país”, señala Jerez. “De momento, a excepción de algunos caos, la negativa del resto de partidos a pactar con AfD se mantiene, sobre todo dentro de los conservadores de la CDU, pero ya hay grietas”, agrega.
En tiempos de populismos y de debilidad democrática, si los políticos no toman el toro por las astas, no es increíble pensar la posibilidad de un futuro gobierno alemán radical con costuras neonazis.
Andreu Jerez
Periodista de Deutsche Welle
El principal error, que ha sido reconocido por el Gobierno Alemán en los últimos años, es haber subestimado el peligro que suponía la ultraderecha para la estabilidad institucional y constitucional y para la gobernabilidad del país. Diferentes ministros del Interior ya han dicho que esa facción política radical es la principal amenaza para la Constitución y la democracia.
Este error de minimizar o subestimar el potencial de estas posiciones políticas intenta ser enmendado por las instituciones federales y regionales, pero la situación no ha sido resuelta porque se están multiplicando las agresiones contra políticos locales, y estas agresiones vienen fomentadas por la extrema derecha y elementos del neonazismo. El discurso público ha cambiado, pero no han variado mucho las medidas para frenar esa amenaza.
Por ahora, sería impensable un gobierno federal liderado por AfD en el mediano plazo. Sin embargo, en setiembre se celebran elecciones regionales en tres estados – Brandeburgo, Turingia y Sajonia- y las encuestas apuntan a que Alternativa por Alemania sería ahí la primera fuerza política. La cuestión es si su caudal electoral va a ser suficiente para poder gobernar en solitario o no, pero si en alguno de estos tres estados hubiese una victoria suficiente para que gobernasen por su cuenta supondría una ruptura tremenda a nivel institucional en Alemania.