Un empleado de Uniper Energy Storage inspecciona una instalación de almacenamiento de gas natural en Bierwang, sur de Alemania, el 10 de junio de 2022. (LENNART PREISS / AFP).
Un empleado de Uniper Energy Storage inspecciona una instalación de almacenamiento de gas natural en Bierwang, sur de Alemania, el 10 de junio de 2022. (LENNART PREISS / AFP).
El País de España

El próximo invierno será el primero sin gas ruso, o sin tanto gas ruso como estaba acostumbrada a usar para alimentar a su potente sector industrial y calentar las calefacciones de muchos de sus 83 millones de habitantes. Y eso se traduce en un posible racionamiento para el que el Gobierno del socialdemócrata Olaf Scholz ya está preparando a la población. Por ahora es preventivo: se trata de ahorrar todo lo posible de cara a un invierno difícil no solo por la escasez, sino también por la drástica subida del precio de los combustibles. Una ubicua campaña gubernamental anima desde hace unas semanas a darse duchas más cortas, y un poco más frías, para tratar de lograr, “entre todos”, un ahorro del consumo del 10% respecto a veranos anteriores.

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Las advertencias sobre lo que puede llegar en invierno van cobrando cuerpo en el discurso público. Hace unos días, Jens Kerstan, consejero de Medio Ambiente en Hamburgo, dijo que la crisis del gas ―en el contexto del enfrentamiento con Moscú por la guerra de Ucrania― podría derivar en un racionamiento del agua caliente también en los hogares. En caso de emergencia, aseguró al diario Welt am Sonntag, habría que limitar su disponibilidad a determinadas horas del día. El político de Los Verdes apuntó también a que la ciudad-Estado está valorando rebajar la temperatura máxima de las calefacciones privadas.

Hasta hace muy poco costaba imaginar que el temido racionamiento del gas llegara a notarse en los hogares particulares, la mitad de los cuales se calientan con gas. Antes se pararía la industria, la principal consumidora de este hidrocarburo en Alemania (el 35% del total). Pero la reducción en dos terceras partes del suministro que llega a través del gasoducto Nord Stream 1 desde Rusia, y el miedo a que la parada técnica por mantenimiento de la infraestructura (prevista entre el 11 y el 21 de este mes) se convierta en permanente, han avivado el temor a una escasez generalizada.

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Restricciones al consumo

Esta semana, una cooperativa de vivienda de Dresde, en el este del país, saltó a los titulares al anunciar que pensaba restringir el suministro de agua caliente a los inquilinos de casi 300 de sus 600 pisos para reducir costes. Solo estaría disponible a determinadas horas punta: primera hora de la mañana, mediodía y por la noche. La ministra federal de Construcción, Klara Geywitz, tuvo que pronunciarse públicamente y recordar que la ley no permite racionar el agua caliente, como ya había advertido, entre sorprendido y enfadado, un portavoz de la Asociación Alemana de Inquilinos.

Los propietarios están obligados a ofrecer agua caliente en sus pisos en alquiler las 24 horas del día, pero lo que al parecer sí pueden hacer es reducir la temperatura máxima de la calefacción. Vonovia, la mayor inmobiliaria alemana, ha empezado a informar a sus inquilinos de que este otoño los radiadores funcionarán al mínimo por las noches. La empresa, que tiene alrededor de medio millón de viviendas en Alemania, quiere reducir el consumo de gas un 8% restringiendo a 17 grados la temperatura entre las 23.00 y las 6.00. Las asociaciones de inquilinos creen que también eso es ilegal, porque, aunque no está regulado, varias sentencias han obligado a mantener la temperatura en viviendas a un mínimo de 20 grados. Vonovia asegura que su plan es factible y, además, defiende que lo que pretende es “proteger a los inquilinos de los horrendos aumentos de la factura del gas”.

La incertidumbre por el futuro del suministro aumenta día a día. El ministro de Economía y Clima, el verde Robert Habeck, ha presentado esta semana un proyecto de ley que da más margen de maniobra al Gobierno en caso de emergencia. Entre otras cosas, permite aprobar por decreto leyes que obliguen al ahorro energético y acelera la inyección de dinero público en empresas energéticas que se encuentren en dificultades. Habeck, que se ha convertido en la cara visible del Gobierno de coalición en la crisis del gas, aseguró en una comparecencia en Berlín que por ahora no es necesario recurrir a estas herramientas. Pero es importante tenerlas disponibles, añadió el también vicecanciller, para aplicarlas con rapidez si la situación se deteriora.

El recorte del suministro ruso a través del Nord Stream 1 ―Rusia alegó en junio problemas técnicos― ha pillado a Alemania en pleno proceso de llenado de sus depósitos de gas, que este viernes se encontraban al 63,2% de su capacidad. El Gobierno se había propuesto llegar al otoño casi al 100%, pero ni siquiera así estaría garantizado el suministro para toda la temporada de frío. Si Moscú aprieta del todo el grifo del gas, el almacenamiento sería suficiente para unos dos meses y medio de un invierno normal, no excesivamente frío, ha alertado el presidente de la Agencia Federal de Redes, la autoridad responsable del gas, la electricidad, las telecomunicaciones, correos y ferrocarriles. Mientras tanto, el Ejecutivo acelera la construcción de dos de las cuatro terminales flotantes de gas natural licuado (GNL, por sus siglas en inglés) en el mar del Norte, con las que importará el combustible por barco, y está redactando leyes para impulsar las energías renovables y abandonar la dependencia de los combustibles fósiles lo antes posible.

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