París [EFE]. El fuego devoró este año la cubierta de Notre Dame ante la mirada de miles de turistas y parisienses. Esta catástrofe simbólica en Francia dejó perpleja a media humanidad, era el incendio de uno de los monumentos más conocidos del planeta.
Durante horas, Notre Dame se convirtió en el titular de los medios de comunicación. Cuando se acabaron las llamas, el mundo respiró con alivio porque la catedral gótica, que se empezó a construir en el siglo XII, se había salvado de su desaparición total gracias a la certera actuación de los bomberos.
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Desde que superadas las 18.00 sonaron las alarmas, más de 600 bomberos intervinieron en el templo durante más de cuatro horas, mientras la televisión retransmitía a todos los rincones del mundo una catástrofe sin muertos ni heridos de consideración, pero que heló la sangre de los espectadores.
Trágico balance
El balance fue trágico: Notre Dame perdió toda su cubierta, el mítico “bosque” de madera, para cuya construcción había sido necesario talar toda una arboleda de más de mil robles y que durante siglos había escapado a las llamas.
Un tejado de 500 toneladas de madera revestido de otras 250 de plomo, situado a 96 metros del suelo, un desafío lleno de dificultades para los bomberos.
También cayó la icónica aguja, insertada a mediados del siglo XIX en el entramado gótico por el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc, revestida de plomo, en sustitución de la de madera que había lucido el templo hasta un siglo antes, desmontada por el deterioro sufrido por el paso del tiempo.
Pero los bomberos impidieron que las llamas afectaran a las dos torres de la fachada, lo que, según los expertos, evitó su derrumbe, que habría arrastrado a todo el edificio, sustentado en un medido juego de fuerzas y contrafuerzas.
Operación relámpago
La intervención de una veintena de hombres salvó de las llamas a la torre norte en una operación relámpago en la que sus vidas corrieron peligro: de no haberlo evitado, habrían quedado sepultados en los escombros de la catedral.
Cuatro horas más tarde del inicio del incendio, el presidente francés, Emmanuel Macron, compareció desde las puertas de la catedral para proclamar, al borde del sollozo: “Hemos salvado el edificio”.
Fue la primera buena noticia que se escuchó en una noche dramática, que enseguida vino acompañada de otra: un grupo de bomberos había penetrado en la catedral, bajo las llamas que devoraban la cubierta, para poner a salvo las obras de arte y el tesoro religioso que guardaba, en el que destaca la corona de espinas de Cristo.
Con la emoción todavía patente, comenzaron las preguntas: ¿cómo ha ardido una catedral que, durante ocho siglos, había escapado a los incendios tan habituales en los templos góticos?
Cubierta en obras
En el momento del incendio, la cubierta de Notre Dame estaba en obras de restauración, envuelta en un espeso entramado de andamios. Aunque la investigación todavía no ha determinado las causas del incendio, esas obras son miradas con lupa.
Al igual que el precario entramado de cables eléctricos instalado en la cubierta de madera para alimentar una campana, otra de las hipótesis que barajan los investigadores como origen del incendio.
Mientras llovían sobre París los mensajes de condolencias procedentes del mundo entero, Macron tuvo tiempo de secarse las lágrimas y anunciar que Notre Dame recuperaría su esplendor. “Hemos sabido edificarla a lo largo de los siglos, engrandecerla y mejorarla. La vamos a reconstruir”, dijo el presidente.
El diluvio de compasión se revistió entonces de otro de solidaridad, procedente de las grandes fortunas del país y del mundo. Los millonarios comenzaron a rivalizar sobre quién era el más generoso.
Propuestas de reconstrucción
En paralelo, mientras el Gobierno francés anunciaba un concurso internacional de arquitectura para la reconstrucción de la catedral, afloraron las propuestas de toda naturaleza sobre el tocado que debía lucir Notre Dame. Un techo de cristal, una piscina sobre el tejado, una aguja transparente y abierta al cielo...
Con el paso de los meses, el interés sobre Notre Dame ha decaído. Francia parece haber abandonado la idea de tener lista la reconstrucción para 2024, como anunció Macron, año en el que París acogerá, por tercera vez en su historia, los Juegos Olímpicos.
Desaparecidos los escombros, la catedral gótica sigue en pleno proceso de reforma cerrada a los fieles y a los turistas, testigo del tiempo y de una herida por la que sangró un símbolo de Occidente.