La coronación de Camila como reina es la culminación del largo y tormentoso camino que la mujer de Carlos III ha tenido que recorrer, desde que en su día fue vilipendiada por ser la amante del ahora rey, relación que sacudió los cimientos de la monarquía británica, hasta su aceptación por la opinión pública.
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Camila es desde este sábado reina del Reino Unido, sin el añadido de consorte, como había pedido Isabel II que fuera llamada cuando “llegue el momento”, en referencia al ascenso de Carlos III.
El arzobispo de Canterbury, Justin Welby, primado de la Iglesia de Inglaterra, coronó a Camila con la corona de la reina María, en una solemne celebrada en la Abadía de Westminster.
La mujer del monarca, con el que se casó el 9 de abril de 2005 después de una larga relación extramarital, es figura central en la vida de Carlos III, hasta el punto de que el rey estableció que Camila, de 75 años, dejase desde hoy de llamarse “reina consorte”.
Carlos y Camila se conocieron en los pasados años setenta. Frecuentaban los mismos círculos de la alta sociedad, iban a partidos de polo fuera de Londres y tenían cosas en común.
“Mi bisabuela fue la amante de tu tatarabuelo”, fue al parecer lo que le dijo Camila al entonces príncipe de Gales cuando se conocieron, en momentos en que el heredero de la corona recibía fuertes presiones para casarse y tener heredero.
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UN CAMINO REPLETO DE OBSTÁCULOS
Pocos pudieron anticipar el camino plagado de obstáculos que los ahora reyes británicos iban a afrontar.
Impactado por el buen sentido del humor de Camila, Carlos III se enamoró de ella perdidamente, pero por el hecho de que fuera una mujer “experimentada”, Isabel II consideró que no era la persona adecuada como esposa del heredero, según los expertos en realeza.
Cada uno siguió después caminos por separado, ya que ella se casó con el brigadier Andrew Parker Bowles y él contrajo matrimonio, el 29 de julio de 1981, con Lady Diana Spencer, una jovencita tímida, con poco mundo, pero perfecta a los ojos de Isabel II y su marido, el duque de Edimburgo, pero sobre todo para la reina madre, Isabel.
Con el tiempo, Carlos y Camila iniciaron su relación a escondidas, pero esto terminaría por destrozar sus respectivos matrimonios y llevaría a la monarquía a su crisis más profunda desde la abdicación del rey Eduardo VIII en 1936.
Para el gran público, esa relación extramarital salió a la luz cuando lady Di relató su infelicidad en unas grabaciones que filtró a Andrew Morton, quien en 1992 publicó el libro “Diana, su verdadera historia”, en el que se relató el alcance del daño emocional que sufrió la princesa por ser “tres” en su matrimonio -Camila la otra-.
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LAS GRABACIONES SECRETAS
Para finales de 1992, el entonces primer ministro John Major anunciaba en el Parlamento la separación oficial de los príncipes pero recalcaba que no afectaba la línea sucesoria.
Meses después saltaba en los periódicos el llamado “Camilagate” o “Tampongate”, una conversación telefónica muy íntima entre Carlos y Camila, de alto contenido sexual, que se grabó en secreto.
Así, durante meses, los tabloides inundaron sus páginas con todo lujo de detalles sobre la crisis entre Carlos y Diana, mientras la gente se preguntaba quién era la amante del heredero al trono.
Después llegaron sendas entrevistas que concedieron Diana y Carlos. La primera quejándose de que en su matrimonio había “tres, así que está muy atestado”, y el segundo admitiendo su infidelidad cuando su relación quedó “irremediablemente rota”.
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LA MUERTE DE DIANA
La muerte de Diana en un accidente en París el 31 de agosto de 1997 complicó las cosas. Camila tuvo que esconderse en su casa de campo, a las afueras de Londres, mientras la popularidad del ahora rey Carlos III caía en picado.
“Fue horrible. No quisiera que mi peor enemigo tuviera que pasar por esto”, llegó a admitir Camila, según los medios.
En 1999 las cosas empezaron a cambiar. Carlos III oficializó su relación con Camila al ser fotografiados juntos mientras salían del hotel Ritz de Londres. A partir de entonces se inició el proceso para rehabilitar la reputación de su amante, con la que se casó en el ayuntamiento de Windsor el 9 de abril de 2005.
La boda, no obstante, debió retrasarse un día porque el 8 de abril coincidía con el funeral del papa Juan Pablo II, un retraso que los más monárquicos y religiosos vincularon al poder divino, desde el más allá, de la princesa Diana.
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