“Amigos europeos: aprendan de lo que nos ha ocurrido, ¡intervengan sin demora!”, indicaba un texto publicado por el ex primer ministro italiano Matteo Renzi en su cuenta de Twitter el último viernes. El mensaje iba dirigido a España y el llamado instaba a evitar los errores cometidos por Italia frente a la pandemia del COVID-19.
En apenas un mes y medio, el país europeo ha pasado a convertirse en el principal foco de la enfermedad en el mundo, superado únicamente por China, donde se originó el brote. Para ser justos, pocos esperaban que el coronavirus tuviera una tasa de contagio tan alta.
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En consecuencia, si bien el gobierno de Giuseppe Conte adoptó las medidas más drásticas hasta el momento, como aislar primero a 16 millones de italianos y luego al país entero, la enfermedad causó un colapso en los sistemas de salud que hoy mantienen al 8% de los casos activos en condición crítica.
En el mapa europeo, considerado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el nuevo foco de la pandemia, luego de que China consiguiera frenar la curva de crecimiento de afectados, por debajo de Italia aparece España.
Pese a que ambos países registraron su primer caso el 31 de enero, en el escenario italiano el virus tuvo un avance mucho más vertiginoso, principalmente en Lombardía y Véneto.
Para graficarlo mejor, mientras que el 23 de febrero Roma declaraba en cuarentena 11 municipios del norte por registrar 157 casos y las 3 primeras muertes, admitía que la negligencia hospitalaria había provocado el enorme número de víctimas y preparaba nuevas medidas, en España, donde apenas registraban dos contagiados, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, decía: “En España ni hay virus ni se está transmitiendo la enfermedad”.
Para el 27 de febrero, la estadística italiana pegó un salto hasta los 400 casos, llevando a que Conte cerrara escuelas, universidades y limitara horarios de atención en bares y restaurantes. En España, con 25 casos, Simón aseguraba que no había “una gran transmisión”.
Reacción ibérica
Fue durante la primera semana de marzo, con un salto de 58 a 674 contagiados, que el Gobierno Español entró en alerta. Pese a ello, el 8 de marzo permitió una multitudinaria concentración por el Día de la Mujer, y recién un día después se ordenó el cierre de centros educativos.
Italia, el mismo día, ordenaba la cuarentena para sus 60 millones de habitantes.
La semana pasada, en la Moncloa notaron que el COVID-19 no era una “simple gripe” y se debía actuar con mayor rigurosidad.
Primero fueron los eventos deportivos, luego las escuelas, restaurantes, celebraciones religiosas y recién el sábado, tras reunirse con sus ministros, Sánchez declaró la cuarentena nacional.
En Italia, tras la declaración de cuarentena, la cifra de infectados siguió creciendo, hasta casi triplicarse. La preocupación de Renzi, expresada al inicio de este artículo,se debe a que el caso español podría ser incluso peor, considerando que ha tenido un inicio mucho más tardío y con mil casos más. En casos como este, un retraso puede ser mortal.
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¿Qué es el coronavirus?
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), los coronavirus son una amplia familia de virus que pueden causar diferentes afecciones, desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV).
El coronavirus descubierto recientemente causa la enfermedad infecciosa por coronavirus COVID-19. Ambos fueron detectados luego del brote que se dio en Wuhan (China) en diciembre de 2019.
El cansancio, la fiebre y la tos seca son los síntomas más comunes de la COVID-19; sin embargo, algunos pacientes pueden presentar congestión nasal, dolores, rinorrea, dolor de garganta o diarrea.
Aunque la mayoría de los pacientes (alrededor del 80%) se recupera de la enfermedad sin necesidad de realizar ningún tratamiento especial, alrededor de una de cada seis personas que contraen la COVID-19 desarrolla una afección grave y presenta dificultad para respirar.
Para protegerse y evitar la propagación de la enfermedad, la OMS recomienda lavarse las manos con agua y jabón o utilizando un desinfectante a base de alcohol que mata los virus que pueden haber en las manos. Además, se debe mantener una distancia mínima de un metro frente a cualquier persona que estornude o tose, pues si se está demasiado cerca, se puede respirar las gotículas que albergan el virus de la COVID-19.
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