A la mayoría de neerlandeses les cuesta creer que las escenas registradas en los últimos días pertenezcan a su tranquila nación. Comercios saqueados, calles repletas de vidrios rotos, autos calcinados y hasta un centro de pruebas PCR envuelto en llamas dan cuenta de un nivel de violencia que no se veía en los Países Bajos desde hace 40 años.
MIRA: Segunda noche de protestas contra toque de queda por el coronavirus en Países Bajos
El caos estalló la noche del sábado. Cientos de furiosos manifestantes, en su mayoría adolescentes y veinteañeros que se movilizaron desde las redes sociales, se rebelaron en varias ciudades del país contra el toque de queda que entró en vigor al final de esa jornada debido a la pandemia. La estricta medida no se aplicaba en los Países Bajos desde la Segunda Guerra Mundial.
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Las protestas se han traducido hasta ahora en cuatro noches desmanes y choques con la policía especialmente en la ciudad de Bolduque (Den Bosch) y en el sur de Róterdam. En ambos lugares los manifestantes lanzaron piedras y fuegos artificiales a los agentes, destrozaron bicicletas, e interrumpieron el tráfico de vehículos y tranvías. Los oficiales, por su parte, han utilizado cañones de agua, caballos, gases lacrimógenos y porras para dispersar a los revoltosos.
Las manifestaciones, que también se han registrado en Ámsterdam, Haarlem, La Haya, Geleen, Helmond, Zwolle, Almelo, Breda y Tilburgo, han dejado más de 250 detenidos hasta el momento, mientras que 5.700 han recibido multas por violar el toque de queda.
Javier Lizarzaburu, periodista peruano que radica en La Haya, explica a El Comercio que lo que está ocurriendo en los Países Bajos resulta impresionante principalmente por dos factores: “Por una parte, este no es un país donde la protesta violenta sea parte del paisaje social. La mayoría de las personas que viven aquí están sorprendidas porque este es un país obediente, cívico, respetuoso. Lo que llama la atención es la agresividad y la violencia. El otro factor que asombra es la escala porque estas protestas están ocurriendo en casi todas las ciudades principales de los Países Bajos”.
AHORA: Ingresan a vandalizar un edificio de viviendas en Rotterdam, Países Bajos. pic.twitter.com/jsoizMSxSa
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El toque de queda, detonante de las violentas protestas y el enojo juvenil, es la primera restricción a la movilidad que el gobierno neerlandés aplica contra la pandemia desde marzo del 2019. La medida se impuso después de que las autoridades sanitarias advirtieran que una nueva ola de infecciones se acerca debido a la variante británica del COVID-19, aunque las cifras de nuevos contagios en los Países Bajos llevan varias semanas a la baja.
En realidad, el primer ministro neoliberal, Mark Rutte, cuyo gobierno ha acusado a los manifestantes de “violencia criminal” y los ha calificado de “escoria”, no se había atrevido hasta ahora a adoptar medidas estrictas frente a la pandemia, por lo que el toque de queda supone una decisión drástica para la población.
Una de las características más importantes del grupo de jóvenes que están enojados por el toque de queda es su diversidad. “Entre quienes protestan están los fanáticos del fútbol que están molestos porque no pueden ir al estadio, los seguidores de la ultraderecha y el QAnon, que dicen que esto es una actitud siniestra de los gobiernos globales y gente de izquierda que dice que se trata de un atentado contra sus libertades individuales. Lo que se ve aquí es un tapete con distintos tipos de actores y personajes”, resalta el periodista peruano.
Las razones tras el enojo
El experto enfatiza que hay distintas maneras de entender las razones de las protestas en los Países Bajos, pues la imposición del toque de queda es el “detonante de una serie de insatisfacciones que se vienen acumulando”.
Una de las lecturas que se puede dar a este fenómeno parte de la mirada política-histórica. “La última vez que hubo un toque de queda acá fue bajo la invasión nazi, entonces son 70 o 75 años en los que este país se dedicó a crecer y educar a su gente, a convertirse en una potencia económica. Considero que el problema puede estar vinculado al orgullo herido, con el hecho de preguntarse cómo es posible que el gobierno no haya tomado medidas lo suficientemente efectivas para evitar llegar a esta situación”, dice Lizarzaburu.
Rotterdam
— Gorka 5.81 (@gorka581) January 25, 2021
La Policía utilizando un Camión con cañón de agua para tratar de extinguir el incendio de un vehículo durante los graves disturbios de hoy pic.twitter.com/OVoFeTjBK4
Recuerda que al principio de la pandemia los Países Bajos tuvieron un muy buen resultado comparado con los otros países de Europa, pero ahora la situación ha empeorado. “Entonces los neerlandeses ven que algunos de los países vecinos que pasaron por medidas muy estrictas, como Bélgica, ahora empiezan a relajar medidas, a reabrir restaurantes, mientras acá la situación está al revés”.
También está el factor de la cultura de la libertad. Como en muchas partes, los negocios esenciales en los Países Bajos no cierran. “Pero esos negocios aquí son los supermercados, las farmacias, las licorerías, los sitios que venden flores y los sitios que venden marihuana. Entonces acá estás acostumbrado a sentir que vives en una sociedad avanzada que respeta las libertades. Que de pronto venga el gobierno y tome la que puede considerarse la peor medida contra la libertad en este tipo de países es inaceptable para los ciudadanos”, dice el peruano.
“En Perú los toques de queda han ido y venido, culturalmente estamos más acostumbrados a ello así no nos guste, pero aquí no. Son tres generaciones las que habían vivido sin eso”, agrega.
El factor político
Otra razón por la que algunos de los manifestantes están enojados es por la posibilidad de que el gobierno haya impuesto el toque para hacer campaña de cara a las elecciones legislativas del 17 de marzo.
Lizarzaburu explica que hay quienes sospechan que la medida forma parte de una estrategia política para que nadie diga que Rutte no tomó medidas drásticas ante la pandemia. “Ese es otro elemento que le debe molestar mucho al sector más consiente de la política que ve que puede ser un tema de manipulación del gobierno para llegar a las elecciones en las que Rutte busca un tercer mandato”.
“Rutte dijo desde el principio que el Estado no iba a intervenir mucho [en el manejo de la pandemia] y se limitó a recomendar a la gente que no saliera, que trabajara desde casa. Solo se impuso el lavado de manos. El uso obligatorio de mascarillas recién se ordenó hace un par de meses. La oposición ha criticado muchísimo el primer año de las medidas de este gobierno, dice que el primer ministro debió ser más estricto, asumir su papel como Estado, imponer medidas más drásticas antes para que ahora la gente ahora esté más relajada”, dice Lizarzaburu.
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