Por una vez, en la playa de Figueretas, en Ibiza, no resulta difícil mantener la distancia social. En las terrazas de los restaurantes la clientela escasea, y muchos de los apartamentos, justo encima, están cerrados, en un contexto que el coronavirus (COVID-19) ocasiona estragos en el turismo.
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En plena pandemia, esta isla mediterránea teme el tiro de gracia para su temporada turística tras la decisión británica de imponer cuarentena a quienes lleguen de España.
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Los turistas presentes y los lugareños aprecian mientras tanto una calma inédita en esta isla, acostumbrada verano tras verano a verse abarrotada de extranjeros y DJs ansiosos de conocer sus discotecas, sus fiestas y sus playas de aguas claras y pinares.
“El impacto ha sido terrible. La pandemia ha azotado la economía insular por una sencilla razón”, y es que “el 90% del PIB de la isla viene del turismo”, explica a AFP Vicent Torres Guasch, presidente del Consejo Insular de Ibiza, una autoridad local.
A mitad de junio, el archipiélago de las Baleares albergó esperanzas tras recibir a los primeros turistas extranjeros autorizados a venir a España, en el marco de un proyecto piloto bilateral con Alemania.
De hecho, en julio, “la reactivación ha sido mejor que lo que esperábamos”, dice Iago Negueruela, ministro regional de Turismo en el gobierno balear.
Pero la cuarentena británica impuesta el 27 de julio, en respuesta al aumento de casos de coronavirus en España, amenaza con aniquilar esa recuperación. Y ello pese a que el archipiélago tiene una muy baja incidencia del virus.
Riesgo de cierres
“Desde el primer día nos han llamado clientes para anular su reserva”, lamenta Lucas Prats, gerente de un hotel cuatro estrellas en el centro de la ciudad de Ibiza. “Para los que tienen que trabajar”, a su regreso a Reino Unido, “es un problema” la cuarentena, reconoce.
“El turismo británico representa alrededor de un 30% de los turistas de la isla”, explica Vicent Torres, y añade que “va a ser difícil remontar”, porque “esta decisión (del gobierno británico) ha echado por los suelos estas expectativas”.
El ocio nocturno también se ha visto impactado, ya que la pandemia ha llevado a cerrar las discotecas de la isla, entre las más apreciadas del mundo por el nivel de sus DJs y sus fiestas sin fin.
El gobierno español, que ha criticado abiertamente la decisión de las autoridades británicas, ha hecho todo para obtener una exención de cuarentena al menos para los viajeros que vengan de las Baleares y las islas Canarias. Pero Londres también se niega.
Si dicha exención “no se decide de manera rápida, algunos negocios, algunos hoteles, cerrarán y luego ya será difícil que vuelvan a abrir”, alerta Vicent Torres.
Louis Morgan, de 23 años, vino de Gales para pasar unas semanas y le parece “poco razonable” la cuarentena en el caso de las Baleares.
“La tasa de contagio es mucho más baja aquí” que en Reino Unido, añade Milly Davies, su novia.
“La isla para nosotros”
En una isla acostumbrada a las muchedumbres en verano, los turistas y los residentes aprecian esta extraña calma.
“Es agradable, estábamos paseando por la calle y estaba el ambiente más tranquilo”, agradece Milly Davies tras una vuelta nocturna por el centro de la ciudad de Ibiza.
“Hay menos turistas, menos fiestas, tal vez más familias (...) también se nota en la circulación cuando uno quiere ir a la playa, y eso yendo con niños no está nada mal”, comenta Santi Soto, una suiza de 47 años acostumbrada a venir a la isla con su marido y sus dos hijos.
En su taxi, Ángel Torres dice escuchar mucho entre su clientela el comentario de que ojalá sigan así las cosas, “porque no hay masificación, ni en playas, ni en restaurantes, ni en las carreteras, y es una manera de disfrutar de la isla mucho mejor que en los años anteriores”, pese a que “el golpe económico es muy fuerte”.
En la parte alta de la ciudad, dominada por una fortaleza, Juan José Roig disfruta del canto de las cigarras en su casa.
“Tenemos la isla como para nosotros, la estamos disfrutando como hace treinta años (...) pero también tiene que haber un punto medio entre que la gente pueda comer y trabajar bien y que la gente tenga espacio”, dice este electricista ibicenco de 53 años.
Fuente: AFP
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