En relación con varias recientes publicaciones en El Comercio sobre el tema de Rusia proponemos hacer impresas en las páginas de este respetable diario nuestras reflexiones al respecto siguiendo la política de libertad de expresión y pluralismo de opiniones que promueve la honorable redacción de este honorable Medio de Comunicación.
Cabe de mencionar que una avalancha de declaraciones beligerantes, presiones y acciones mediáticas antirusas se producen en un momento muy especial. El 3 de septiembre el presidente Putin presentó un plan de siete puntos para la estabilización de la crisis en Ucrania. El 5 de septiembre tras casi medio año de intensas y delicadas negociaciones se logró un cese de fuego en el este de Ucrania con la firma de un protocolo correspondiente entre los representantes del presidente Poroshenko y dirigentes de las Repúblicas Populares de Donetsk y de Lugansk. El 16 de setiembre el Parlamento de Ucrania decreta una Ley sobre el status especial de Donetsk y de Lugansk. Estos pasos importantes acercan el arreglo pacífico de la crisis interna de Ucrania, sirven de puntos de apoyo para el establecimiento de un diálogo inclusivo, con participación de todas las regiones, de todas las fuerzas políticas, para buscar un acuerdo nacional en este país.
El armisticio logrado es frágil. Siguen casos aislados de uso de fuego y lanzamientos de acusaciones mutuas. Se requiere un fuerte apoyo al proceso de pacificación. Para evitar que se produzca una escalada de la situación es esencial que todos los actores externos manifiesten solidaridad y discreción. No hay político en el mundo que manifieste lo opuesto.
Sin embargo los hechos indican todo lo contrario. En lugar de un análisis serio de los complicados procesos internos socio-políticos del país, algunos socios occidentales prefieren achacar a Rusia, sin fundamento alguno, toda la responsabilidad de los acontecimientos.
El mismo día del armisticio se anuncian nuevas sanciones contra Rusia (citando al respetable ministro británico David Lidington “necesarias, efectivas y oportunas”), en paralelo la esencia y el tono de las declaraciones de la reciente cumbre de la OTAN en el Reino Unido, enfocada en incrementar la capacidad bélica de las autoridades ucranianas que pueda ser aplicada para seguir con las represiones internas, tampoco contribuyen al proceso de paz.
Continúa la guerra informativa en los medios que llega a bordo de absurdo. De noche a la madrugada se abre un vació mediático occidental sobre el tema de la catástrofe del avión de Malaysia Airlines sobre el territorio de Ucrania el 17 de julio pasado, tras publicar, pasados cuatro días, el Ministerio de Defensa de Rusia en una la conferencia de prensa una serie de datos, incluyendo fotos satelitales, que plantean preguntas incómodas al Occidente ante una ausencia de los mismos datos satelitales anunciados por el último.
Como si fuera poco surgen cada vez más inquietudes acerca de la investigación de la tragedia y su conformidad con las normas y estándares de la Organización de la Aviación Civil Internacional. Se debe llegar hasta el fondo de la verdad. Es nuestra firme exigencia, tomando en cuenta que algunos Estados miembros no muestran un entusiasmo particular respecto a que se lleve a cabo una investigación transparente y responsable.
No debemos permitir que se eche un velo sobre la aclaración de las circunstancias del accidente del vuelo MN17, como ha ocurrido ya con muchas otras tragedias ucranianas, incluido el asesinato en febrero de civiles por parte de francotiradores en Kiev, la sangrienta carnicería en Odesa y Mariúpol en mayo, etc. Por suerte, la población de Crimea evitó la inminente masacre en un grito de independencia que se manifestó en los resultados contundentes del respectivo referéndum en el cual el 97% de la población de la República votó por su adhesión a la Federación de Rusia.
Tarde o temprano el mundo tendrá las evidencias y en análisis objetivo de lo ocurrido (ver publicación en el semanal Hildebrandt del 12 de septiembre). Lamentablemente, en muchos casos es tarde.
Lo que nunca es tarde – es dejar aparte la lógica de confrontación y volver al sentido común. ¿A caso, es serio pensar o proclamar en serio en opinión del mencionado señor David Lidington “las muertes y la destrucción que las acciones de Rusia han causado en el continente que compartimos”? Es lo mismo que suponer que un individuo compos mentis incendie el apartamento del vecino dentro de un edificio de madera. Tal vez, haciendo tales suposiciones el ministro británico intenta de rescatar los errores cometidos por el gobierno de su país durante los trágicos acontecimientos en Ulster. ¿O sería más lógico analizar el caso de Ucrania en una fila de proyectos transoceánicos de exportación de “libertad y democracia” como Yugoslavia, Iraq, Afganistán, Libia, Siria? En este caso ¿cuál será el siguiente país sumergido en una guerra civil incentivada y calentada desde el exterior para lograr fines geopolíticos ajenos? ¿Y en qué parte del mundo se ubicaría? No creo que tan lejos que no nos importe el caso, ya que el mundo es un pañuelo.
Con todo, estamos dispuestos a cooperar con los socios occidentales para resolver la crisis en Ucrania. Esperamos que Estados Unidos y la Unión Europea hagan valer su influencia para reconducir a las autoridades ucranianas al camino de la paz. Es este el mensaje dirigido por el Canciller Lavrov en su entrevista publicada en el diario español El País el 17 de septiembre de 2014. Del mismo modo el Ministro se pronunció por una lucha mancomunada contra los terroristas en el Medio Oriente, sin diferenciarlos en “buenos” y “malos”, en la Conferencia internacional sobre Iraq en Paris el 15 de setiembre.
Reiteradamente hemos manifestado que Rusia nunca reaccionará confrontando en las relaciones internacionales. Por más que algunos Estados necesiten un enemigo externo para solucionar sus problemas internos. Continuaremos, con calma y sin confrontación, llamando a todos nuestros socios internacionales a luchar en conjunto, sin estándares o morales dobles, con los verdaderos enemigos comunes de la humanidad: el terrorismo internacional, el crimen transnacional y el narcotráfico, los flagelos del cambio climático, los desastres naturales y otros nuevos desafíos de nuestra realidad que está cambiando a un ritmo acelerado.
Nikolay V. Sofinskiy,
Embajador de la Federación de Rusia en la República del Perú