Aún no había fotografías del interior de los campos de concentración a finales de la Segunda Guerra Mundial, pero el estadounidense August M. Froehlich dibujó en un cómic, ya por 1944, las atrocidades nazis ayudado por noticias soviéticas publicadas tras la entrada del Ejército Rojo en el campo de exterminio de Majdanek (Polonia).
Es el primer relato conocido que ilustra en forma de cómic el horror que sucedió en las cámaras de gas de los campos de concentración nazis, según explica a Efe Kees Ribbens, historiador del Instituto NIOD de Estudios sobre la Guerra, el Holocausto y el Genocidio en Ámsterdam, que localizó este dibujo, hasta ahora desconocido, cuando buscaba historietas de la guerra.
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Los campos de concentración aparecieron en otros cómics de los años 40 y 50, en un intento de concienciar a la opinión pública estadounidense de los crímenes nazis, pero nunca tan explícita y duramente como lo hizo Froehlich: el olvidado artista, entonces sexagenario, dejaba poco a la imaginación.
A pesar de la ausencia de imágenes gráficas de lo que ocurría en esos campos, Froehlich registró en seis ilustraciones de “El desfile nazi de la muerte” (“Nazi Death Parade”, en inglés) cómo los judíos eran perseguidos, humillados y asesinados.
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“Lo que ilustra es que ya en 1944, la gente en el mundo libre sabía lo que estaba pasando en los campos de concentración de Europa. Había algunas informaciones a partir de diciembre del 1942, pero eran textos, y esta era la primera vez que un autor de cómic hace más o menos algo imaginable de lo que ocurrió en la etapa final del Holocausto”, añade Ribbens.
La primera imagen muestra a los judíos empujados hacia los trenes, con sus posesiones enviadas a Berlín; a hombres, mujeres y niños introducidos en una cámara de gas y gaseados; y también cómo sus dientes de oro acaban en los bolsillos de los nazis y sus cuerpos incinerados.
Se trata de una pieza “compacta, pero conmovedora” y era parte de un panfleto político destinado a legitimar la lucha contra la Alemania nazi, conocido como “Sangriento registro de las atrocidades nazis” (The Bloody Record of Nazi Atrocities), publicado en enero de 1945, en base a noticias soviéticas que se hicieron públicas después de que el Ejército Rojo liberara el campo de exterminio de Majdanek.
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Un importante punto de inflexión en cuanto al conocimiento público de la persecución nazi de los judíos se produjo la Noche de los cristales rotos (Kristallnacht), el 7 de noviembre de 1938, pero el hecho de que eso conduciría a un exterminio físico a gran escala fue una realidad que se mantuvo relativamente en secreto durante la mayor parte de la guerra.
“La conciencia de que se estaba produciendo un genocidio real no se generalizó hasta el final de la Segunda Guerra Mundial”, recuerda el historiador.
Los testimonios que venían desde los campos eran escasos y, muchas veces, se consideraban inconcebibles o poco realistas por lo inhumano de su contenido. Solo después de la liberación de Auschwitz, Bergen-Belsen y Dachau en 1945, la sociedad en Europa y Estados Unidos empezó a asimilar la impactante realidad.
El cómic había desaparecido por completo de la memoria colectiva y no estaba entre los documentos históricos de la época, pero Ribbens, que dio con el dibujo por casualidad, se pregunta ahora cómo había pasado desapercibido durante tantas décadas.
Cree que quizá muchos lectores pensaron que este cómic “era demasiado horrible para ser verdad” o lo ignoraron porque el panfleto, y por tanto el cómic, estaba relacionado con “propaganda de izquierda”, puesto que Froehlich se inspiró en las crónicas periodísticas de un corresponsal ruso del Ejército soviético.
“Existe cierto conocimiento de los cómics estadounidenses de la década de 1940 que muestran campos de concentración con nazis sádicos y sus víctimas, pero estas eran interpretaciones estereotipadas incompletas que no se basaban en informes de testigos”, agrega.
No obstante, este cómic se publicó al final sin mencionar de forma explícita la identidad judía de las víctimas, probablemente por temor a que un énfasis en este punto pudiese inspirar respuestas antisemitas.
El hecho de que un caricaturista hiciera uno de los primeros intentos de representar el Holocausto “puede ser sorprendente”, pero según Ribbens, muestra que los “caricaturistas con un enfoque documental pueden usar su poder visual para hacer comprensibles temas desgarradores”.
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