Los cuatro candidatos a la presidencia española, el socialista Pedro Sánchez, el conservador Alberto Núñez Feijóo, el ultraderechista Santiago Abascal y la izquierdista Yolanda Díaz, son los grandes protagonistas de unas atípicas elecciones este domingo en España, cuando las encuestas no arrojan un claro ganador y estarán obligados a entenderse.
Cuatros líderes con cuatro personalidades y propuestas muy diferentes, se presentan estos días cercanos a los ciudadanos al tiempo que continúan su lucha por los votos.
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SÁNCHEZ, EL SUPERVIVIENTE
Sánchez (Madrid, 1972) se presenta como el continuista, defendiendo su gestión al frente del Gobierno en los últimos cinco años y aunque pocas encuestas le otorgan una victoria, su fama de superviviente le precede para conservar la esperanza.
Economista de carrera que quiso ser baloncestista, es conocido por resurgir dentro del PSOE después de que varios históricos pidieran su dimisión en 2016 y apenas dos años después convertirse en el primer presidente español gracias a una moción de censura.
Conocido como estratega político, su capacidad de reinvención y su espíritu de resiliencia, algo que quedó plasmado en su biografía ‘Manual de Resistencia’, algunos de sus detractores le tachan de “narcisista” e incluso “maquiavélico”.
Con una gran presencia internacional y de vocación europeista, Sánchez es desde el 1 de julio presidente rotatorio de la Unión Europea, cargo al que suma su presidencia de la Internacional Socialista.
En un intento de mostrarse más cercano, esta semana reveló sus gustos musicales que van desde Taylor Swift a Rosalía, dejando de lado el reguetón, un estilo que no es de su agrado, y centrándose más en el indie.
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FEIJÓO, EL GALLEGO ESPERADO EN MADRID
Feijóo (Galicia, 1961) es el candidato que tardó en llegar, pero llegó. Tras los fracasos de sus antecesores populares en varios comicios, en 2022 el presidente de la Xunta (Gobierno regional) de Galicia dio finalmente el paso que venían pidiéndole otros líderes del partido y se lanzó hacia La Moncloa.
Licenciado en derecho, Feijóo abandonó su sueño de ser juez y opositó al cuerpo superior de funcionarios de Galicia.
El conservador, que encabeza prácticamente todas las encuestas, se reivindica moderado e incluso aburrido, alguien que “no es perfecto”, pero sí “normal”. En Madrid tuvo que enfrentar las expectativas que desde Galicia había despertado en la política nacional y a un PSOE que buscó desmontar su imagen de gestor, reformista y de centro subrayando sus equivocaciones y contradicciones.
Estos días acudió con su pareja y su madre a las calles de su aldea natal, relató que lo que más le divierte es jugar con su hijo, de seis años, y confesó una de sus asignaturas pendientes: no sabe inglés.
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DÍAZ, LA AGLUTINADORA
Díaz (Galicia, 1971) se convirtió en la gran revelación de la izquierda en los últimos meses y el adelanto electoral decidido por Sánchez le pilló en mitad de la conformación de la plataforma Sumar, que aglutina a quince formaciones territoriales y nacionales.
La actual ministra y vicepresidenta segunda llegó al Congreso de los Diputados de la mano del ex dirigente de Podemos Pablo Iglesias, quien la propuso como ministra de Trabajo, desde donde Díaz dio el salto y propuso una plataforma transversal en la que cupieran todas las formaciones a la izquierda del PSOE.
Abogada laboralista y amante del derecho, no se deja tutelar. Con un estilo directo pero no agresivo, la ministra se proclama defensora del acuerdo y el diálogo con discreción y reacia al ruido, y encajó poco en las estrategias de presión de Podemos en cada encontronazo dentro del Gobierno de coalición.
Mantiene la militancia en el Partido Comunista de España y sin llegar al aprobado, lleva meses siendo la líder más valorada en el barómetro nacional, marcando un perfil “presidenciable” y de “ticket electoral” con Pedro Sánchez.
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ABASCAL, EL DURO EX MILITANTE DEL PP
Abascal (Bilbao, 1976), líder de la formación de ultraderecha Vox, fue ganando peso en los últimos años con un duro discurso y una puesta en escena siempre confrontadora, donde múltiples veces criticó “a la derechita cobarde” del Partido Popular, formación a la que perteneció hasta 2013.
El vasco también repite candidatura a La Moncloa, a donde siempre quiso llegar (algo que no oculta) con un discurso aferrado en la dureza de las formas y de las propuestas, que acaparan críticas de la izquierda y de los colectivos feministas, LGBT y de extranjeros.
Poder de convocatoria y “coherencia discursiva” son dos atributos de los que presume Abascal, quien en redes se muestra como un gran agitador y en público como un provocador -la izquierda le acusa de generar odio- y en privado exhibe un equilibrio alejado de lo que cabría sospechar atendiendo a sus discursos, muchas veces incendiarios, en calles y plazas de toros.
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