La advertencia es clara: las huelgas seguirán hasta que Emmanuel Macron desista de sacar adelante su proyecto de pensiones. Los sindicatos aumentaron la presión con la que no solo fue la sexta jornada de paralizaciones desde enero, sino también la mayor protesta contra la polémica propuesta impulsada por el gobierno de Francia.
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Unos 1,28 millones de personas, según el gobierno (3,5 millones, según los organizadores) participaron en la jornada liderada por los principales sindicatos del país. Además de las masivas manifestaciones, la jornada incluyó el bloqueo de combustible, trenes paralizados, escuelas cerradas, mientras que la amenaza de prolongar las huelgas se mantuvo vigente.
Pese a la convocatoria, señala la agencia AFP, los sindicatos no lograron paralizar el país. El porcentaje de huelguistas fue inferior al registrado al inicio del movimiento, el 19 de enero, sobre todo entre los trabajadores del servicio de trenes (un 39% al mediodía según los sindicatos) y los profesores (un tercio, según el gobierno).
El proyecto de reforma del sistema de jubilaciones es una de las prioridades de Macron. La voluntad del gobierno es elevar la edad de jubilación de 62 a 64 años para el 2030, adelantando también al 2027 la exigencia de trabajar 43 años para cobrar una pensión completa. Para el Ejecutivo, estas medidas son imprescindibles para el equilibrio financiero del sistema.
Del otro lado, los sindicatos afirman que la medida pone en peligro derechos que costó mucho conseguir y proponen un impuesto a los ricos o que los empleadores aumenten su contribución en las nóminas para financiar el sistema de pensiones. Las encuestas tampoco favorecen al gobierno: dos de cada tres franceses se oponen al proyecto de retrasar la edad de jubilación.
El frente sindical terminó la jornada pidiendo al presidente francés una reunión “urgente”, a la vez que convocó una nueva protesta el sábado y otra la próxima semana.
A falta de una mayoría oficialista en el Parlamento, el gobierno escogió un polémico procedimiento que le permite aplicarla, si las dos cámaras no se han pronunciado sobre la misma en los mismos términos para finales de marzo.
Sin punto medio
La pugna entre el gobierno y los sindicatos hacen difícil el panorama. Por un lado, Macron está decidido a sacar adelante la reforma de pensiones. Es un tema que impulsa desde su primer gobierno.
Sin embargo, dice el analista internacional italiano Francesco Tucci, buena parte de los trabajadores franceses está en contra de la reforma porque no quieren reducir una serie de condiciones ventajosas que se han dado con el sistema vigente. Y, hasta ahora, Macron no ha podido convencerlos.
“Durante el primer mandato Macron pecó de ser un presidente un poco presumido que no quería dialogar, tuvo una actitud distante, pero cuando ganó su reelección él afirmó que su segundo sería distinto, que él estaba dispuesto a escuchar, a negociar. Sin embargo, el tema de las pensiones es un tema crucial para él porque el sistema francés, dentro de unas décadas, no será sostenible”, dice a El Comercio.
En contraparte, los sindicatos tampoco quieren ceder. “Los sindicatos han tomado una postura firme, no quieren ceder ni un centímetro”.
"El tema de las pensiones es un tema crucial para Macron porque el sistema francés, dentro de unas décadas, no será sostenible"
Sobre la postura de los sindicatos, Enrique Banús, director del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Piura, afirma que los ocho sindicatos mayoritarios en Francia que están apoyando la huelga buscan recuperar el espacio que perdieron durante las anteriores huelgas protagonizadas por los famosos chalecos amarillos, que no eran parte de un movimiento sindical.
“En Francia, durante un tiempo bastante largo, la calle era de los sindicatos, pero luego estos perdieron el protagonismo. Esta vez los sindicatos moderados o dialogantes están diciendo que las protestas que están encabezando son civilizadas, a diferencia de los chalecos amarillos que actuaban generando caos. Entonces aquí también hay un movimiento de los sindicatos para recuperar el espacio perdido”, dice a este Diario.
Enrique Banús
Director del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Piura.
Macron no ha mostrado una gran flexibilidad ante las demandas de varios sectores de la población. En la última reunión con los jefes de los sindicatos grandes, la primera ministra les dijo que la reforma era innegociable. Yo no veo una gran predisposición del gobierno hacia el cambio, pero también puede ser que haya una reacción al ver que la economía realmente se ve afectada y decidan que hay que dar marcha atrás.
El tema es bastante complejo porque a Macron se le acusa de optar por una solución simple. En lugar de entrar en una reforma a fondo del sistema de pensiones, que la mayoría -tanto los trabajadores como los empleadores- ve necesaria, él opta por una solución fácil: elevar de 62 a 64 años el límite para poder jubilarse. Para mucha gente eso es una señal de alarma y afirman que se le está obligando a trabajar dos años más.
Si lo impone, agudizaría el conflicto. Ahí hay un problema también de las dos cámaras del Parlamento. Se tienen que dar prisa y está en sus manos, en cierta medida, el evitar que esto vaya por una vía muy confrontacional.
La última (y polémica) carta de Macron
El aumento de la presión no es gratuito. El gobierno se acogió un polémico procedimiento parlamentario que limita el tiempo de debate y le permite aplicar sus medidas en caso de las dos cámaras del Parlamento no hayan aprobado el mismo texto para el 26 de marzo.
¿Qué consecuencias tendría si Macron impone la aplicación de la reforma? Tucci advierte que se podría generar una crisis en el gabinete porque el partido del presidente no tiene la mayoría absoluta de la Asamblea Nacional, a diferencia de su mandato anterior.
“Macron no tiene la fuerza que tenía antes. Si quiere forzar la aprobación de la reforma puede ir a un choque parlamentario. Tanto Marine Le Pen (extrema derecha) como la coalición liderada por Luc Melenchon (izquierda) tienen un número consistente de diputados, entonces el gobierno minoritario que tiene Macron podría peligrar”.
Por ello, considera el analista, Macron debería tener mucho cuidado y negociar “en vez de buscar el choque entre posturas opuestas porque el tiro le podría salir por la culata, sobre todo por la conformación actual de la Asamblea Nacional”.
Banús agrega que en el Parlamento hay fuerzas que quieren que haya confrontación porque les favorece, por lo que habrá que esperar para ver si la mayoría quiere impedir la reforma o la quiere promocionar.
“Macron ya tiene un poco la fama de no ser muy dialogante. Hay mucho desgaste de su gobierno, el problema es a quién favorece este desgaste porque, tradicionalmente, en los últimos años ha favorecido a la extrema derecha. Le Pen que por supuesto está agitando las aguas. A este extremo se han aliado los extremos porque la izquierda radical y la extrema derecha están todos agitando las aguas”, apunta.
También es claro el impacto en la imagen del presidente, aunque hay que recordar que antes de las elecciones esta ya estaba cuestionada. “Durante su primer mandato casi cada fin de semana se reunían los chalecos amarillos para manifestarse contra algunas medidas del mandatario, era casi algo periódico. En ese sentido, el disenso hacia él, que ya es bastante alto, es posible que se incremente”, añade Tucci.
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