Casi siete años después de los atentados yihadistas que terminaron con la vida de 130 personas y dejaron más de 400 heridos en París y Saint-Denis, la justicia francesa está por dictar sentencia a los terroristas que orquestaron la masacre. El viernes 10 la fiscalía pidió cadena perpetua para los cabecillas de los ataques ocurridos el 13 de noviembre del 2015, y desde este lunes 13 la defensa tomará la palabra en lo que algunos medios franceses han llamado “el juicio del siglo”.
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Para fines de este mes se espera que los nueve jueces dicten sentencia a los 20 acusados por el 13-N -seis serán juzgados en ausencia, aunque se asume que murieron-, teniendo en consideración un proceso que viene durando cinco años. El juicio formal, que se inició en setiembre del 2021, se sostiene en un expediente de 542 tomos y una acusación compuesta por 348 páginas. Las cifras pueden parecer exageradas, pero no lo son si se tiene en cuenta a los 1.765 demandantes que trabajan de la mano con 300 abogados, y a quienes han desfilado para dar su testimonio ante la corte, como el expresidente francés François Hollande y otros políticos de alto rango. El proceso es de tal envergadura que, al igual que el del atentado contra la revista “Charlie Hebdo”, será filmado y guardado en los Archivos Nacionales franceses.
El proceso en contra de estos terroristas tiene un rostro visible: Salah Abdeslam, el único de los yihadistas que sobrevivió y sobre quien ya pesa una condena de 20 años de cárcel por un tiroteo sucedido en el 2016 en Bélgica. “Él es uno de los tantos lobos solitarios captados por el Estado Islámico. Sabemos que es una persona introvertida y que, por ser musulmán, no encajaba en la sociedad francesa. Socialmente era tratado como un extranjero, a pesar de ser francés”, dice Yasmín Calmet, doctora en Ciencia Política y docente de la Universidad Católica de Santa María de Arequipa.
La explicación de Calmet cobra más importancia al recordar las palabras de Francois Hollande durante su declaración al tribunal. Según el exmandatario galo, Francia fue agredida por “sus valores como sociedad occidental, y no por sus operaciones militares antiyihadistas en el extranjero”. La especialista está en desacuerdo.
La ola de ataques terroristas sucedidos el 13 de noviembre del 2015, tuvo como objetivos la sala Bataclán -dejando 90 fallecidos-, el Estadio de Francia y algunas calles parisinas (como Bichat y Charonne).
La politóloga recuerda que la guerra contra el terrorismo a nivel mundial empezó con el atentado de las Torres Gemelas en el 2001, que luego fue seguido por otros en Madrid (2004) y Londres (2005). En respuesta, los galos y sus aliados iniciaron intervenciones militares e incluso hablaron de implementar regímenes democráticos en Medio Oriente. “Pero una de las discusiones que esto planteó fue qué tanto estas maniobras eran autoritarias y terroristas”.
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Lo que se dejó de lado fue, justamente, el principal causante del problema: la marginalización de estas personas, argumento que ahora sirve de excusa para los terroristas. “Las sanciones posteriores a países como Siria hicieron que el Estado Islámico y otros grupos terroristas de la región se vieran duramente golpeados y reaccionaran con violencia en sus propios territorios”, explica Calmet. Y agrega: “Pero también les permitió sostener que no pueden vivir bajo constantes ataques de Occidente, un lado que quiere anular su cultura e implantar sistemas que no tienen que ver con su realidad”. El rechazo hacia ellos, los migrantes y sus costumbres, “fortalece el discurso religioso que une en fraternidad a aquellos que son excluidos de la sociedad”.
Además de Salah Abdeslam, también se pidió cadena perpetua para Sofien Ayari (Tunez, 29 años) y Osama Krayem (Suecia, 24 años), miembros de una célula terrorista con sede en Bruselas con vínculos con el ataque de París.
Estrategias polémicas
El analista político y experto en terrorismo y Medio Oriente Joseph Hag, sostiene que el panorama en Francia y Europa, con respecto a los atentados terroristas, ha cambiado. Esto se debe, cuenta, tanto a la desconexión entre el Estado Islámico y los posibles reclutas, como a la misma percepción de los europeos, quienes “están más alertas”.
“Circuló información de que los franceses, ingleses y estadounidenses ordenaron a sus fuerzas especiales que no dejaran que ninguno de estos terroristas ingresara en sus territorios. Indirectamente, hubo órdenes de ejecutar a quienes no se rendían o de mandarlos a la cárcel”.
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De allí que se preocuparan tanto por lo sucedido a inicios de este año. En enero, en una prisión ubicada en el noreste de Siria, “hubo dos motines de prisioneros del grupo terrorista Estado Islámico (EI) que derivaron en violentos combates durante cuatro días”. Felizmente, las Fuerzas de Siria Democrática (FSD) lograron controlar la situación.
La respuesta a la información de inteligencia también se modificó. Antes, recuerda Hage, los franceses sabían de los movimientos extraños de ciertas personas y de que estos podían terminar en atentados. Sin embargo, los jueces rechazaban categóricamente aprobar órdenes de búsqueda o arresto. “Y esto causó que más de una persona señalada de peligrosa, quedara libre y actuara de acuerdo a las sospechas”.
Y ese paradigma podría cambiar como consecuencia del juicio a los autores del 13-N. “Existe una línea borrosa que separa a un derecho de otro, pero ahora la justicia debería inclinarse por dejar de lado cualquier zona gris, para interpretarla como si fuera blanca o negra. Seguramente, el resultado será a favor de que, ante cualquier indicio, las autoridades tomen cartas en el asunto”.
De hecho, agrega el especialista, la comunidad europea trabaja junto a Nueva Zelanda, Australia, Canadá y Estados Unidos, para montar y aumentar redes y monitorear a los individuos peligrosos, y así disminuir los peligros. Si a esto se le suman las intervenciones militares y que los terroristas han visto recortadas sus fuentes de financiamiento y de entrenamiento, se entiende la razón por la que los atentados en el Viejo Continente han disminuido.
“Pero no es que ya no sucedan”.
Hage recuerda que hace pocos días, en Alemania, un auto atropelló a varios peatones, para luego estrellarse contra un centro comercial, matando a una persona y dejando a doce gravemente heridas. El diario “Bild” anota que el conductor “dejó un escrito anunciando su ataque”, mientras que France 24 recuerda que, en el 2016 y en ese mismo lugar, un “hombre con vínculos extremistas secuestró un camión, mató al conductor y luego lo estrelló deliberadamente contra un popular mercado navideño, matando a otras 13 personas e hiriendo a decenas”.
“Pero las autoridades ya no le están dando cuerda a temas relacionados al terrorismo, y por eso todavía no sabemos la naturaleza del evento en Alemania. Si no lo hacen es porque este tipo de noticias aumenta el resentimiento e, indirectamente, recluta a más personas”, sostiene Hage.
“Pensando en el juicio que sigue, pues habrá que ver si se le da mucha cobertura en la televisión. Hacerlo puede tener un efecto negativo. Pero yo monitoreo la televisión francesa y lo han puesto de volada, no lo han cubierto como si fuera la noticia del día”.
Yasmín Calmet, por el contrario, cuestiona que no se les dé tanto peso a estos eventos en las noticias. “Entiendo que una de las formas para limitar la actuación de estos grupos terroristas es no darles mucha importancia. Sin embargo, me parece una estrategia errada porque también legitima que estos se vuelvan más violentos”.
“En Francia, el plan nacional de prevención de la radicalización está fallando. Quieren que los lobos solitarios captados por el EI sean menos, pero plantean estrategias militares en vez de políticas de inserción social y económicas que, si bien existen, presentan fallas y no impiden que crezca el sentimiento de odio en estas comunidades”, concluye Calmet.