El papa Francisco celebró hoy una misa en el estadio Velódromo de Marsella, en el sur de Francia, ante unas 50.000 personas y a la que asistió el presidente francés, Emmanuel Macron, en el último acto de su visita de poco más de 24 horas a esta ciudad.
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Francisco llegó este viernes a la ciudad portuaria para participar en los Encuentros Mediterráneos, un evento en el que se han dado cita 60 obispos y jóvenes de países de la cuenca mediterránea, pero la Iglesia local había insistido para que Francisco celebrase misa en este país, altamente secularizado, por lo que finalmente se añadió un día a la visita.
El papa se dirigió en papamóvil al estadio entre el entusiasmo de los marselleses que se echaron a las calles a recibirlo y, según las autoridades locales citadas por el Vaticano, fueron cerca de 100.000 personas las que esperaron el paso del pontífice argentino recorriendo la avenida que llevaba al lugar de la misa.
Al evento religioso, celebrado en el estadio del equipo de fútbol del Olympique de Marsella, asistió Macron, lo que le valió algunas críticas y la presidencia tuvo que precisar que “no se violaban los principios de laicidad de la República”, en un momento además en el que el Gobierno acaba de prohibir las abayas en las escuelas públicas por tratarse de un signo religioso que identifica a las mujeres musulmanas.
La defensa de la laicidad “no excluye que la República tenga relaciones con todos los cultos, incluido el culto católico”, respondieron desde el Elíseo, antes de recalcar que Macron “asiste a la misa pero no participa como creyente o al nivel religioso, no es para nada la misma cosa que ir a comulgar, por ejemplo”.
Además, recordaron, Macron ya ha acudido a otras misas en el pasado, como la del funeral del expresidente Jacques Chirac en 2019, así como a sinagogas y a actos por el ramadán, En 1980, a la misa celebrada por Juan Pablo II en la explanada de Notre Dame en París, asistió el entonces presidente francés, Valéry Giscard d’Estaing.
Durante su homilía, el papa advirtió del peligro de “una vida tranquila, que se blinda en la indiferencia y se vuelve impermeable, que se endurece, insensible a todo y a todo”.
Y citó “el trágico descarte de la vida humana, que hoy es rechazada en tantas personas que emigran, así como en tantos niños no nacidos y en tantos ancianos abandonados”.
Por ello, alertó “a la sociedad europea” del riesgo de enfermarse del “cinismo, el desencanto, la resignación, la incertidumbre y un sentido general de tristeza”.
Al margen de su asistencia a la misa, en la que también estuvo presente su esposa, Brigitte Macron, y la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, el presidente francés mantuvo una reunión de cerca de media hora con el pontífice en el Palais du Pharo de Marsella y le acompañará al aeropuerto para despedirlo tras el oficio religioso.
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