La muerte de Nahel M por un disparo de la policía este martes provocó disturbios en ciudades de toda Francia, así como en Nanterre, la localidad al oeste de París donde creció.
De 17 años, era hijo único criado por su madre, trabajaba como repartidor de comida y jugaba al rugby.
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Su proceso educativo fue descrito como "caótico". Se matriculó en una universidad en Suresnes, no lejos de donde vivía, para formarse como electricista.
Quienes lo conocieron afirman que era muy querido en Nanterre, donde vivía con su madre, Mounia, y aparentemente nunca conoció a su padre.
Su historial de asistencia a la universidad era pobre. Pero no tenía antecedentes penales.
El día del incidente le dio un gran beso a su progenitora antes de que ella se fuera a trabajar, y le dijo: "Te amo, mamá".
Poco después de las nueve de la mañana recibió un disparo mortal en el tórax, a quemarropa, al volante de un automóvil Mercedes por darse a la fuga durante un control policial de tránsito.
“¿Qué voy a hacer ahora?”, preguntó su madre. “Le dediqué todo”, dijo. “Solo tengo uno, no tengo 10 [hijos]. Él era mi vida, mi mejor amigo."
Su abuela habló de él como un "chico bueno y amable".
"Negarse a parar no te da licencia para matar”, dijo el líder del Partido Socialista, Olivier Faure. “Todos los niños de la República tienen derecho a la justicia”.
Entre el rugby y la formación profesional
Nahel había jugado los últimos tres años para el club de rugby Piratas de Nanterre y había sido parte de un programa de integración para adolescentes con dificultades en la escuela, dirigido por una asociación llamada Ovale Citoyen.
El programa tenía como objetivo lograr que personas de áreas desfavorecidas participaran en programas de formación y Nahel estaba aprendiendo a ser electricista.
El presidente del Ovale Citoyen, Jeff Puech, era uno de los adultos que mejor lo conocía a nivel local, lo había visto hace apenas unos días y se refirió a él como un "chico que usaba el rugby para salir adelante".
"Era alguien que tenía la voluntad de encajar social y profesionalmente, no un chico que traficaba con drogas o que se divertía con [actos de] delincuencia juvenil", dijo Puech a Le Parisien.
Puech elogió la "actitud ejemplar" del adolescente, muy lejos de la desagradable imagen que han proyectado del joven en las redes sociales.
Había conocido a Nahel cuando vivía con su madre en el suburbio de Vieux-Pont de Nanterre antes de que se mudaran a una vivienda en la urbanización Pablo Picasso.
El estigma de las minorías
No ha pasado inadvertido que su familia era de origen argelino: "Que Alá le conceda misericordia", rezaba una pancarta desplegada en la carretera de circunvalación de París frente al estadio Parc des Princes.
"La violencia policial ocurre todos los días, especialmente si eres árabe o negro", dijo un joven en otra ciudad francesa pidiendo justicia para Nahel.
Pero el abogado de la familia, Yassine Bouzrou, dijo que esto no se trata de racismo, sino de justicia.
"Tenemos una ley y un sistema judicial que protege a los policías y crea una cultura de impunidad en Francia", le dijo a la BBC.
Nahel había sido objeto de hasta cinco controles policiales desde 2021, lo que se conoce como “refus d'obtempérer”, negativas a cooperar.
Recientemente, el fin de semana pasado, según los informes, había sido puesto en detención por tal negativa y debía comparecer ante un tribunal de menores en septiembre.
Gran parte de los problemas en los que estuvo involucrado con las autoridades se relacionaban con automóviles.
Los disturbios provocados por su muerte son un recordatorio para muchos en Francia de los hechos de 2005, cuando dos adolescentes, Zyed Benna y Bouna Traoré, fueron electrocutados cuando huían de la policía después de un partido de fútbol y chocaron contra una subestación eléctrica en Clichy-sous-Bois, un suburbio de París.
"Podría haber sido yo, podría haber sido mi hermano pequeño", dijo un adolescente de Clichy llamado Mohammed al sitio web francés Mediapart.
Paul Kirby
BBC News