Cuando Harriet Ware-Austin tenía 8 años fue testigo del accidente de avión en el que murieron sus dos hermanas mayores.
Ha pasado gran parte de los últimos 49 años en lo que describe como un “túnel” de duelo privado.
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Pero recientemente se propuso ponerse en contacto con otras personas afectadas por la misma tragedia.
Harriet estaba de pie con sus padres en una zona al aire libre del aeropuerto de Addis Abeba ese día de abril de 1972.
Las vacaciones de Pascua habían terminado, y las hermanas de Harriet, Caroline de 12 años y Jane de 14, volaban de regreso a Inglaterra desde Etiopía para iniciar el nuevo curso escolar.
Cuando las chicas llegaron a lo alto de la escalera del avión, se dieron la vuelta para despedirse y luego desaparecieron en el interior de la aeronave.
Poco después, el avión rodaba por la pista ganando velocidad para despegar.
Pero en lugar de elevarse hacia el cielo, se oyó un fuerte chirrido de frenos.
El avión, fuera de control, hizo un giro antes de caer por el precipicio del final de la pista.
“Y entonces, de repente, apareció una gran columna de humo negro”, recuerda Harriet.
El padre de Harriet, Bill, salió corriendo hacia el avión, dejando a Harriet y a su madre, Elsa, de pie, cogidas de la mano, mirando con silenciosa incredulidad.
A miles de kilómetros de distancia, en un internado en Warwick, Graham Townsend, de 12 años, estaba esperando a que sus dos hermanos menores, Christopher y Kenneth, regresaran después de las vacaciones de Pascua.
Normalmente, los tres chicos habrían pasado las vacaciones con sus padres en Addis Abeba.
Pero este año había habido un cambio de planes y Graham no había ido, por lo que estaba ansioso por saber qué aventuras habían estado teniendo sus hermanos.
Cuando recibió las malas noticias, los detalles no estaban claros.
Había habido un accidente, pero al principio a Graham no se le ocurrió cuál había sido el fatal desenlace.
Una gran pérdida
“Lo primero que pensé fue: ‘¡Vaya, qué historia tan fantástica van a tener cuando regresen!’”, dice.
“Casi me sentía un poco celoso”.
Continuó jugando, tratando de equilibrar tres canicas de vidrio de colores brillantes sobre un taburete con una tapa ligeramente curvada.
Dos de las canicas se alejaron, dejando solo una.
“Y fue entonces cuando de repente pensé, ‘Dios, podría haberme quedado solo en el mundo’”.
Casi medio siglo después, Harriet Ware-Austin habló con el programa Life Changing de la radio de la BBC sobre el evento que había dejado una huella tan profunda en su vida.
Vuelo de rescate
La hermana de Harriet, Caroline, y su amiga Debbie, se las arreglaron para desabrocharse los cinturones de seguridad y salir del avión,.
Pero Caroline había corrido cuesta abajo, hacia donde se derramó el combustible de los tanques del avión, mientras Debbie huyó en la dirección opuesta, lo que le permitió escapar del fuego que envolvió a su amiga.
Caroline todavía estaba viva cuando su padre la encontró, pero toda su ropa se había quemado, dejando solo sus zapatos.
Murió cuatro días después llegar a Reino Unido en un vuelo de rescate de la RAF, acompañada por sus padres y por Harriet.
La hermana mayor, Jane, había muerto instantáneamente cuando la presión del cinturón de seguridad en su torso le rompió una aorta.
Fueron dos de las 43 personas que perdieron la vida, de un total de 107 pasajeros a bordo del vuelo VC10 de la aerolínea de África Oriental.
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Harriet no regresó a Etiopía hasta 2009, 37 años después, en un viaje relacionado con su trabajo como consultora de derechos humanos.
Fue una experiencia poderosa, “terriblemente difícil y cargada de emociones”, aunque tuvo que ocultarlo todo y continuar con su trabajo.
Recuerda aterrizar en el aeropuerto de Addis Abeba y mirar desde la ventanilla del avión hacia el barranco donde el avión de sus hermanas había estallado en llamas.
El olor del aire, cuando salió al asfalto, era exactamente como lo recordaba desde su infancia.
Pero junto con todas las emociones dolorosas, Harriet también se sintió cercana a sus hermanas, “porque ahí es donde estuvimos todas juntas por última vez”.
Harriet ha estado en Addis Abeba muchas veces desde entonces, y en cada visita siente la misma conexión con Caroline y Jane.
Sin embargo, no hay un monumento a las 43 personas que perdieron la vida en el accidente del VC10.
Sentada en el aeropuerto de Addis Abeba un día, mirando hacia la pista, Harriet se sintió abrumada por el anhelo de saber qué había sido de los sobrevivientes y familiares,y cómo había afectado sus vidas el accidente.
“¿Dónde estaban? ¿Cómo estaban? ¿Cómo habían sido sus vidas en el largo camino de regreso?” se preguntaba.
“Habíamos vivido encerrados en nuestro propio dolor y construido una nueva vida durante las décadas posteriores a 1972, pero de repente me consumió la necesidad de averiguar sobre los demás”.
Al compartir su historia con la BBC, Harriet pensó que podría encontrar algunos de ellos.
Compartiendo experiencias
Un avance del programa salió el 6 de abril de 2021.
En ese momento Graham Townsend y su esposa, Gillian, conducían por la autopista 280 cerca de San Francisco, de camino a vacunarse contra la covid-19.
Casi tiene un accidente.
“Graham casi se sale de la autopista”, escribió Gillian en un correo electrónico a Harriet ese mismo día.
Cuando se emitió el programa, poco más de dos semanas después, Harriet y Graham habían intercambiado numerosos correos electrónicos, comparando notas sobre Etiopía, donde el padre de Harriet había trabajado en un programa de conservación de suelos, y el de Graham para la Organización Internacional del Trabajo, así como todos los detalles que recordaba cada uno el accidente.
“A medida que supimos más sobre las circunstancias de cada uno, nos dimos cuenta de que nuestras experiencias eran muy complementarias, por lo que nos dieron una perspectiva completamente diferente”, dice Graham.
Harriet era la menor de tres niñas, mientras que Graham era el mayor de tres niños.
Harriet había estado allí cuando ocurrió el accidente, mientras que Graham no.
Sus padres no se conocían antes de la tragedia, pero luego intercambiaron cartas y tarjetas de Navidad, y se reunieron por el aniversario durante los siguientes 21 años, incluso después de la muerte de la madre de Graham, Barbara.
Harriet anhelaba comprender cómo se las había arreglado Graham, siendo como ella el único de los hermanos que sobrevivió.
Mientras que Graham estaba ansioso por saber si, como él, Harriet siempre había querido tener tres hijos, y lo había hecho.
“Había mucha tristeza”, dice Harriet, “pero también muchos recuerdos felices y risas. Tuvimos un intercambio fascinante”.
El último lazo
La pandemia impidió que Graham asistiera al funeral de su padre, quien falleció en noviembre de 2020 a los 92 años, pero este verano finalmente pudo hacer el viaje de regreso.
“Mi padre fue la última persona de nuestra familia, aparte de mí, que conoció a mis hermanos”, dice Graham.
“Cuando falleció, no había nadie más con quien pudiera hablar y que realmente entendiera todo”.
La pérdida de su padre puso de manifiesto una necesidad, como la de Harriet, de mantener vivos los recuerdos de sus hermanos.
Así que, encontrar rastros de lo que les había sucedido entre las pertenencias de su padre, las cartas de condolencia y el informe del accidente, fue de gran importancia para él.
También hubo fotos familiares y películas de cine.
“Estoy desenterrando gradualmente todas estas cosas preciosas y eso me ayuda a armar una línea de tiempo de lo que sucedió”, dice. “Como ingeniero, me gusta tener todo en orden”.
Aunque nunca se habían conocido antes, Harriet dice que reconoció a Graham de inmediato.
“Vi el rostro de su padre y lo recordé, un hombre encantador”, dice.
Descubrieron que, en poco tiempo, empezaron a compartir sus sentimientos más íntimos.
“No sentí como si estuviera ante un extraño. No hubo nada de esa incomodidad”, dice Harriet.
“Fue una ‘reunión’ realmente extraordinaria, dos completos extraños con una conexión instantánea y un pasado común”.
El día del accidente, los hermanos de Graham, Christopher y Kenneth, fueron finalmente encontrados por su padre, Jack, reconocibles solo por los relojes Timex a juego todavía atados a sus muñecas.
No habían sobrevivido.
Cuando era niño, Graham se había preguntado a menudo si las cosas podrían haber sido diferentes si hubiera viajado con sus hermanos.
“Recuerdo que les dije a mis padres: ‘Ojalá hubiera estado en el avión’, porque les podría haber ayudado”, dice.
“E incluso pensé que tal vez hubiera sido mejor morir con ellos, porque entonces no tendría toda la tristeza y la culpa que sentía”.
Leer el informe del accidente y hablar de todo con Harriet ayudó a calmar la mente de Graham.
“Empecé a darme cuenta de que el lugar en el que estaban sentados las personas en el avión era un factor enorme en cuanto a si vivían o morían”, contó.
“Y, a medida que sabía más y más, me di cuenta de que aunque hubiera estado con ellos, las cosas no hubieran sido diferentes”.
Desde que se transmitió su programa de radio, Harriet ha sido contactada por más de 200 personas de todo el mundo.
Algunos son extraños que solo quieren decirle que sienten lo qué le pasó.
Otros fueron compañeros de escuela de Caroline y Jane y nunca habían entendido completamente qué había sido de las cálidas, amistosas y divertidas chicas Ware-Austin.
Un mensaje de despedida
El programa puso un audio donde se escuchan las voces de las dos hermanas en un mensaje de despedida que quedó grabado en una grabadora antes de partir hacia el aeropuerto.
Ésta era una costumbre familiar. Harriet y sus padres escuchaban los mensajes cuando regresaban a casa después de despedir a las niñas.
“Hola mamá, papá y Harriet ... Gracias por unas vacaciones estupendas ... Siempre las recordaremos... Cuando estemos sentadas temblando en el aula de la escuela ... Pensaré en todos. No os olvidaremos. Siempre pensamos en vosotros”, dice Jane.
“Gracias por unas vacaciones increíbles ... Pensaremos en ti [Harriet] todo el tiempo, así que no te preocupes demasiado. Adiós”, dice Caroline.
“Es muy difícil escuchar esos audios, pero al mismo tiempo es muy valioso haber podido preservar esas voces”, dice Harriet, “y tienen derecho a ser escuchadas”.
Algunas de las personas que se pusieron en contacto le dijeron a Harriet que nunca se habían olvidado de sus hermanas, que habían visitado su tumba con regularidad, habían dejado flores e incluso habían dejado notas allí para tratar de ponerse en contacto con ella.
Para Harriet, cuyos padres tuvieron que decidir apresuradamente dónde serían enterradas las niñas, esto alivió la culpa que ha sentido por no poder visitarlas más a menudo en el cementerio al lado de su escuela.
Otras personas han escrito a Harriet para compartir historias desgarradoras sobre las personas que perdieron: padres, madres, hermanas, hermanos y amigos.
Una mujer dijo que había llorado más por su padre muerto en la semana que escuchó a Harriet en la radio que en los 49 años anteriores.
Algunos dijeron que nunca habían confrontado realmente sus sentimientos sobre lo que sucedió ese terrible día hasta que escucharon el relato de Harriet en la radio, casi medio siglo después.
Harriet se ha sentido profundamente conmovida por todos los mensajes y está agradecida por cada historia compartida.
“Cada uno de ellos es un vínculo vivo con mis hermanas”, dice.
Un hombre se puso en contacto con ella y dijo que había cuidado a una niña llamada Caroline durante dos días en Addis Abeba después del accidente.
“Creo que era tu hermana”, escribió.
“Él entendió mi necesidad de conocer cada detalle”, dice Harriet, “y fue muy bueno saber que había tenido a este hombre realmente encantador y gentil cuidándola”.
Y uno de los miembros de la tripulación aérea de la RAF también escribió a Harriet.
Nunca se había olvidado de los pobres niños, dijo, y del olor a carne quemada.
Una mujer que había empezado a trabajar en la embajada británica en Addis una semana después del accidente dijo que le había comprado un caballo a una familia que había perdido a dos hijos en el accidente.
“¡Había comprado al Honest Joe, mi amado gran caballo blanco!”, dice Harriet.
“Y ella tuvo años maravillosos con él, así que fue bueno saberlo”.
Debbie, que había estado sentada junto a Caroline en el avión, también envió un correo electrónico con sus recuerdos.
“Regresé a la escuela durante las últimas semanas del trimestre de verano y descubrí que mis amigos eran justo lo que necesitaba”, escribió.
Las otras chicas le proporcionaron muchas distracciones.
“Dijeron ‘mala suerte’ o algo así, me informaron de los chismes y monitorearon el progreso de mis injertos de piel con interés”.
Harriet nunca ha dejado de imaginar lo diferente que habría sido la vida si Caroline y Debbie no se hubieran soltado los cinturones del avión.
Dentro de poco se cumplirán 50 años desde el accidente, y tanto a Harriet como a Graham les gustaría hacer algo para conmemorar el aniversario del día en que perdieron a sus queridos hermanos y hermanas.
“No queremos que se olviden”, dice Graham.
Le gustaría celebrar un servicio conmemorativo y tiene la esperanza de que su nuera, que es albañil, pueda aconsejarle cuál es la mejor manera de restaurar la lápida de sus hermanos, en cuya piedra suave han aparecido líquenes grises pálidos que han dejado huellas.
Pero además de rendir homenaje a sus propios hermanos, Harriet y Graham también quieren recordar a todas las demás personas que perdieron la vida en el accidente.
“Todos somos parte de lo mismo”, dice Graham.
El mes que viene, Harriet viajará a Addis para visitar un cementerio donde descubrió que están enterradas algunas de las personas que perdieron la vida en el accidente.
Tomará fotografías y pondrá flores en sus tumbas, como otras personas han hecho con sus hermanas.
“Porque nunca han sido visitados por sus familias, lo hace más triste y solitario”, dice.
En su propia mente, Caroline y Jane siempre están muy presentes.
“Nunca dejé de sentir la pérdida y, a menudo, con mucha fuerza”, dice.
“Pienso en ellas no solo una vez al día, sino varias veces al día, simplemente siempre están ahí”.
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