Personas hacen cola en el mercado dispuesto para que los desplazados tomen los víveres que necesitan. (Fuente. Sintia Shriki)
Personas hacen cola en el mercado dispuesto para que los desplazados tomen los víveres que necesitan. (Fuente. Sintia Shriki)
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Shriki trabaja para la municipalidad y el panorama que pinta parece ser demasiado bueno como para ser cierto. Según ella, Nof HaGalil ha dispuesto que un grupo de sus trabajadores acompañen a los desplazados: sin importar que estén Rumania, Polonia o la misma Ucrania, lo que hacen es darles todas las pistas para que lleguen hasta Israel. La promesa es una nueva vida.

Juguetes y mochilas para que los niños desplazados vayan al colegio con total normalidad. (Sintia Shriki)
Juguetes y mochilas para que los niños desplazados vayan al colegio con total normalidad. (Sintia Shriki)

Hoy se abre el tercer hotel para refugiados. Allí los acogemos y les tramitamos sus tarjetas de identificación y de salud, los ayudamos a abrir cuentas en los bancos, mientras que a los niños los mandamos al colegio”.

Lo que estamos haciendo no se replica en todo el país. Los refugiados de toda la nación vienen a Nof HaGalil a sacar sus documentos. Aquí hacemos todo lo posible para ayudarlos sin que ellos se muevan, porque después de todo lo que han pasado, no saben hacia dónde irá su vida”.

Historias de migración

La guerra ha llevado más migrantes a una ciudad que, aunque de mediano tamaño –”” -, bien podría considerarse cosmopolita. “Aquí hay de todas las nacionalidades: franceses, rusos, peruanos, argentinos, etíopes. Todo el tiempo llegan más personas”.

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Shriki fue parte de ese grupo. Ella dejó Tarapoto a los 13 años y se mudó a Israel junto a su mamá, cuatro hermanos, abuelos, tío y primos. “Migramos porque unos familiares ya vivían aquí cerca de 20 años, y querían que toda la familia estuviera junta”.

Y en Nof HaGalil encontró una realidad de su agrado, tanto que se casó y ha tenido tres hijos. “Conozco todo el país y esta es la ciudad que me gusta. Es tranquila, vives bien y no te falta nada”.

Sintia Shriki (Foto de WhatsApp)
Sintia Shriki (Foto de WhatsApp)

Aparte del clima -en verano puede llegar a 35 grados y en invierno, que es la estación en la que se encuentran, bajar hasta

cero-, lo que dice haberle impresionado a Shriki es el trato que se les da a los migrantes.

Cuando su familia llegó, vivió en una de las casas dispuestas por las autoridades específicamente para los nuevos vecinos. Dicho tipo de vivienda daba un respiro a los migrantes, puesto que les ofrecía varios meses de techo gratis. “Cuando yo llegué a este país, esas casas eran gratis por medio año, tiempo en el que uno se debía estabilizar y encontrar un lugar para alquilar”.

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El alcalde de la ciudad también es migrante. Ronen Plot viajó desde Moldavia (antigua república soviética que hoy también acoge a refugiados ucranianos) hace más de 50 años para establecerse en esta latitud, lo que bien podría explicar su política pública.

Nof HaGalil se ha construido en base a la migración. Recibiremos a todas las personas que podamos”, declaró Plot al portal .

Ese mismo medio destaca que la ley de repatriación de Israel permite que los migrantes que son hijos o nietos de judíos puedan obtener la ciudadanía. Esto no significa, dice Shriki, que no se ayude a los que profesan otras religiones. De hecho, sostiene, que en la ciudad se vive pacíficamente y que los estragos del conflicto entre Israel y Hamas no se perciben tanto.

Aquí vivimos junto a árabes y sin odiarnos. Yo soy judía, tengo vecinos que son católicos, y a nadie le molesta”.

Por una nueva vida

Hace un año, Shriki empezó a trabajar en el área de la municipalidad que se encarga de que los migrantes se adapten a la nueva realidad. “Fue porque yo hablo español y lo que se busca es atraer a sudamericanos”.

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La guerra y la consecuente llegada de refugiados de Ucrania derivó en que se enfocara en los que llegaban desde Europa. “Son personas que estuvieron días sin comer y pasaron de todo. Ahora están buscando dónde vivir, dónde estar más seguros”.

A ellos les dijeron que pusieran todo lo que podían en una pequeña maleta y que se fueran. Y no necesariamente eran personas con necesidades, algunas estaban bien”.

De allí que iniciativas como el mercado que funciona en el garaje de la municipalidad sean tan exitosas. A partir de donaciones se surtió el espacio con víveres que se ofrecen gratis.

El objetivo, dice Shriki, es que puedan vivir como lo hacían en sus lugares de origen. “Y, si quieren, después de que todo esto pase, ojalá que se queden a vivir aquí”.

Ojalá que más gente quisiera venir, y no solo cuando es tiempo de guerra. En Nof HaGalil los vamos a recibir”.

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